Jugó en Estados Unidos, pasó por Suiza y quiere ser el cerebro de Estudiantes en la Liga Argentina

El base Marco Ceppo es uno de los refuerzos de la "Cebra" para afrontar la segunda división del básquet nacional.

REFUERZO. Ceppo llegó en el último mercado de pases para ser el director de la ofensiva de Estudiantes. REFUERZO. Ceppo llegó en el último mercado de pases para ser el director de la ofensiva de Estudiantes. Gentileza Lourdes Corbalán/Prensa Estudiantes.

A simple vista las cebras son animales inofensivos. La majestuosidad de sus rayas blancas y negras la posicionan como uno de los especímenes más llamativos de la fauna silvestre. Aunque dentro esconden un secreto: la destreza suficiente para poner en aprietos a cualquier contendiente. La velocidad y la tracción de sus patas le permiten sobreponerse a las situaciones de peligro. Todas esas virtudes se esconden detrás del apodo de Estudiantes, que hoy a las 22 comenzará su camino en la Liga Argentina frente a Comunicaciones de Villa Mercedes, de Corrientes, en el estadio Dionisio Muruaga (de Asociación Mitre).

Convencido de tener todas las virtudes expuestas, el cordobés Marco Ceppo llegó a la provincia para dar la sorpresa con la piel blanquinegra. “Estoy ansioso por el debut, tenemos todo para dar la sorpresa. Somos un equipo joven con muchísima intensidad. Eso va a complicar a los rivales. También hicimos una grandísima pretemporada. Nuestro objetivo es que la Liga Argentina se quede en Tucumán”, dijo el base que vistió la camiseta de Sparta de Villa María, Instituto de Córdoba, Sion Basket de Suiza y Rooftop Academy de Estados Unidos.

¿Por qué eligió jugar en Estudiantes? Si bien el desafío lo sedujo desde un primer momento, Ceppo confiesa que su padre fue el gestor de su llegada a la provincia. “Hace 20 años que mi papá viaja de Córdoba a Tucumán constantemente porque tiene una fábrica de productos animales y agroquímicos en Lules. Él se enteró que Estudiantes estaba por comprar la plaza de la Liga Argentina y se acercó al club para preguntar si necesitaban un base. A los días se comunicó Fabricio Espósito con mi representante y de ahí llegué al club. Es decir, mi papá laburó más que mi representante”, contó entre risas.

Su camino en el básquet fue una montaña rusa con muchísimas subidas y bajadas. De adolescente vivió satisfacciones muy grandes. “Desde chiquito sueño con ser jugador de básquet. Pero me convencí cuando empecé a quedar en las selecciones de Villa María. Después fui capitán de la selección de Córdoba, y a los 14 años me llamaron para la preselección argentina”, enumeró. Pero tampoco faltaron las pálidas que hicieron que el crecimiento no sea tan lineal. “Cuando pasé a Instituto el cambio fue tremendo porque pasas de ser la ‘estrellita’ de un club de barrio a una institución gigante que tiene un montón de jugadores asentados. Fue bastante duro porque te frustrás de no poder tener continuidad. Cuesta entender que no sale todo a la primera. Por eso decidí ir al psicólogo deportivo y eso me ayudó a crecer”, recordó.

El siguiente desafío se presentó a la hora de emigrar a Norteamérica. La barrera idiomática, el estilo de juego “yankee” y la soledad fueron desafíos que lo hicieron dudar más de una vez. “Por medio de Pablo Bertome, un gran compañero en Instituto, logré anotarme en una academia de básquet de Estados Unidos. El objetivo era obtener una beca universitaria, y a esos campeonatos siempre asisten varios reclutadores universitarios que ven tus cualidades. Apenas terminé la temporada en Estados Unidos, mandé mis highlights y mi currículum a varias universidades. Logré conseguir la beca en una universidad de Missouri para ir a estudiar, pero por un problema de papeles no pude aprovecharla. La Embajada me rechazó dos veces la visa de estudiante. Me quedó la bronca, pero volví a Córdoba”, contó.

Con la temporada iniciada en 2023, no pudo sumarse a ningún equipo argentino por lo que estuvo obligado a buscar nuevas oportunidades en el exterior. “Después apareció la chance de jugar en Sion Basket, de la segunda división de Suiza. Todo fue un poco más fácil que en Estados Unidos. Primero porque el básquet no es tan profesional, y también porque ya estaba acostumbrado a vivir solo. Además el hecho de tener el pasaporte suizo, por parte de mi mamá, me ayudó muchísimo para vivir ahí. A eso se sumó que teníamos un entrenador español por lo que la comunicación era mucho más fluida”, recordó.

Todos estos condimentos hicieron que la oportunidad de jugar en Estudiantes fuese perfecta. “Volví en abril al país. Si bien estuve entrenando con Barrio Parque, ellos fueron los que mostraron un interés real en mí. Eso me motivó mucho para asumir este desafío. Creo que estamos listos para conseguir cosas importantes”, sentenció Ceppo, que anhela comenzar el camino con el pie derecho frente a los correntinos.

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