Vértigo, atropello, pragmatismo y extremismo. Varias de esas palabras explican un poco lo que vive la Argentina a partir de la asunción de Javier Milei, de la que se cumplirá exactamente un año este martes.
Luego de haber ganado el balotaje con casi el 56% de los votos en 2023, el país ingresó en una etapa nunca antes vista. Ocurre que el economista libertario irrumpió en la política como un forastero que ingresa a un pueblo en el que no es bienvenido. Pataleó, gritó y cautivó a los votantes, que dieron la espalda al sistema político tradicional en medio de una de las peores crisis sociales y económicas. Y, de la misma manera en la que llegó al sillón Rivadavia, gobernó a lo largo de estos 12 meses, según reflexionan la mayoría de los analistas.
En este tiempo el presidente, sin mayoría en el Congreso y sin gobernadores, impuso agenda, marcó los ritmos y estableció los modos a una clase política que aún trata de digerir el mazazo del año pasado. El asunto a develar, reflexionan los expertos, es cómo puede sostener lo conseguido en este año el líder de La Libertad Avanza.
“Milei quemó los manuales”, sostiene Andrés Malamud en diálogo con LA GACETA. El politólogo e investigador en la Universidad de Lisboa fundamenta su idea.
“El sistema electoral argentino es restrictivo: premia a los partidos establecidos y castiga a los outsiders. La sociedad civil argentina es combativa: rechaza tanto los ajustes como la represión. Y la cultura política argentina es individualista pero, al mismo tiempo, estatista. O mejor dicho, era”, refuerza.
Y, luego de cumplido un año, advierte sobre los riesgos. “Milei consiguió ganar, ajustar y mantenerse popular, una tríada antes imposible. La incógnita es si conseguirá replicar la proeza de Raúl Alfonsín, que logró estabilizar la democracia y tornarse prescindible. Si Milei logra lo mismo con la economía, pasará a la historia como el complemento imprescindible de Alfonsín”, vaticina.
“Veloz”
Marcos Novaro, sociólogo y doctor en filosofía, cree que el Gobierno libertario se consolidó “de un modo inesperadamente veloz y consistente entre su programa económico y su estrategia política”. “El esquema funcionó mejor de lo esperado”, afirma.
“Primero porque en términos políticos combinó extremismo y pragmatismo y esa combinación le ha dado muy buenos resultados para acorralar tanto a sus adversarios como a sus socios eventuales; y ha puesto a los demás en el lugar donde le conviene que estén. A Cristina (Fernández de Kirchner) defendiendo su jubilación de privilegio y al frente del PJ; qué mejor que tenerla ahí y probablemente como candidata al año que viene y a coronar el combo. Y a (Mauricio) Macri colaborando con él en el Congreso y acorralado en la polarización: cada vez que quiere diferenciarse cae en un área gris y difusa donde no cosecha pollos ni de unos ni de otros; ni los opositores quieren a Macri ni los oficialistas lo quieren acompañar”, ahonda.
Según Novaro, sí hubo fallas en la estrategia libertaria: el abordaje del proyecto de Ficha Limpia, que frenaría las postulaciones de personas condenadas en segunda instancia. “Fueron muy torpes y los argumentos que dieron para dejar caer la sesión dos veces fueron cada vez peores. Se enredaron en las explicaciones y esto de que van a presentar otro proyecto es una tontería, es peor que no decir nada. Fallaron porque subestiman los temas institucionales y la importancia que puede tener para un sector de la población y eso puede generar irritación de la misma manera que generaba Carlos Menem cuando abusaba de la corrupción y el descuido de los temas institucionales”, alerta el analista.
“El agravante es que los votantes peronistas en general son menos atentos a estas cosas que los votantes no peronistas, y son de los que depende en gran medida Milei. Entonces ahí hay un punto flojo de una estrategia que de todos modos ha funcionado muy bien para polarizar y negociar cuando le conviene y practicar política ideológica y extremismo cuando también le conviene”, amplía.
También, a criterio de Novaro, lo económico fue de la mano de lo político. “La verdad es que todos los economistas críticos han tendido a callarse. No porque los haya maltratado Milei, sino porque las evidencias hablan por sí solas. El éxito económico ha fortalecido la estrategia política y creo que eso prepara un año donde estas tendencias, me parece, se van a reforzar. Empieza ya el año electoral, y me da la impresión de que el plan político de Milei ha demostrado ser muy consistente a pesar de los elementos rudimentarios con los que está construido y que frecuentemente comete errores. Pero los demás han cometido errores mucho peores y no tienen muchos recursos para capitalizar los del oficialismo”, completa el especialista.
Cuatro ejes
Mario Riorda, consultor político y una de las voces más influyentes de la Argentina en la materia, califica el primer año de Milei como “intenso”, y fija cuatro marcas distintivas.
“Una acción ofertista y conflictiva del oficialismo contra toda la institucionalidad existente y a todo nivel. Con victorias y derrotas, pero con tal vértigo que, en términos de agenda, implicó ver al Gobierno dominando el debate público la mayor de las veces”, enumera. “Una acción económica de ajuste y baja de la inflación que no cesó y fue su gran mérito, así como su gran promesa”, prosigue. “Una acción discursiva extralimitada, atípica, con dinámica de incivilidad -como estilo en muchas circunstancias”, añade. Y completa: “Y una agenda internacional -con impacto local- de fuerte radicalización ideológica, ligada a EEUU e Israel. Tan extrema muchas veces que necesitó de correcciones pragmáticas en algunos últimos eventos, como lo sucedido en el G20. Algo de esta agenda, extravagante y solitaria en algunos episodios ha dejado al país en posiciones solitarias en el mundo”.
Riorda recuerda que hasta no hace mucho tiempo, la sociedad se definía entre el kirchnerismo y antikirchnerismo. “El Gobierno hace mucho esfuerzo para que eso siga siendo así, pero la puja dicotómica entre mileísmo y antimileísmo empieza a instalarse con fuerza compitiendo con aquella polarización ideológica anterior. Eso, probablemente en el corto plazo, sea ganancia para el Gobierno, porque implica valores cercanos a la mitad de la sociedad de su lado, más allá de que esos apoyos son dinámicos y sean algo menores al 50%”, analiza. A pesar de esta polarización, destaca que el mapa político argentino se reconfiguró. “El sistema de partidos tiene dos niveles actualmente, uno nacional y otro provincial. En el nacional, el oficialismo es una clara primera minoría -minoría, no mayoría-, con valores superiores al 40% en apoyo en cualquier escenario; y al frente, en la oposición, no se sabe cómo se articulará la oferta. En los niveles provinciales, el oficialismo nacional, en promedio en cada provincia, arranca con un tercio de apoyo -y eso es muchísimo-, pero tiene límites por los espacios provinciales que están muy sólidos en todos los colores políticos y muy cerrados y provincializados en sus discursos. Quizás los adelantamientos electorales profundicen la diferenciación de estos dos niveles”, vaticina.
Respecto de la oposición, Riorda no duda: “está desdibujada y en plena recomposición”. “El peronismo, la UCR y el PRO tienen serias diferencias internas y todos tienen debates internos sobre si son 100% opositores o vale la pena colaborar con leyes o medidas específicas. Hoy estamos muy lejos y con un sistema de partidos roto para imaginar si algún espacio tiene chances de ser alternativa. Con suerte, llegan a ser competitivo en las elecciones legislativas intermedias”, afirma.
Un año después de haber avanzado entre topetazos y pragmatismo del más rancio, Milei ahora deberá ratificar su estilo de conducción -y sus resultados- en las urnas. De eso, coinciden los especialistas, dependerá en gran medida la suerte de la experiencia libertaria.