Más de uno recordará el momento en que, siendo niño, descubría una palabra “prohibida” en el diccionario. Malas palabras, partes del cuerpo que entonces eran tabú, insultos o prácticas sexuales se encontraban en ese pequeño libro que llevábamos a la escuela. Un material validado por los docentes, pero que, paradójicamente, escondía motivos para risas inocentes entre serias definiciones. Eran palabras inevitables, imposibles de ignorar porque habitaban nuestra cultura, más allá de prejuicios o incomodidades.
Este año, una palabra llegó al prestigioso Diccionario de Oxford, que cada 12 meses selecciona un término para representar las tendencias lingüísticas y preocupaciones sociales del momento. La semana pasada se hizo pública dicha elección y la palabra elegida fue brain rot, traducida al español como “cerebro podrido”. Este término describe el deterioro del estado mental o intelectual de una persona; especialmente, como consecuencia del consumo excesivo de contenido trivial o de baja calidad, proveniente en su mayoría de las redes sociales.
Los motivos para elegir esta palabra fueron diversos, aunque los especialistas destacaron el incremento del 230% en su uso público entre 2023 y 2024. Según la Universidad de Oxford, el término ganó popularidad entre las generaciones Z y Alfa; particularmente en plataformas como TikTok. Estas generaciones, aunque son las principales creadoras y consumidoras del contenido digital al que hace referencia el término, lo adoptaron con un tono autocrítico, reflexionando sobre los efectos negativos de las redes sociales. Es decir, ellos son quienes experimentan este “síntoma”, pero, al mismo tiempo, lo visibilizan. Además, brain rot se convirtió en un tema recurrente en medios tradicionales y una tendencia viral reflejada en memes y conversaciones virales.
La selección de la “Palabra del Año” de Oxford es un proceso que combina análisis de expertos y participación del público. Se busca un término que capture el espíritu de la época mediante datos y tendencias. Los especialistas analizan grandes volúmenes de información lingüística para identificar palabras emergentes y cambios significativos en el uso del lenguaje. Luego, elaboran una lista de candidatas representativas del año, que se somete a votación pública. Este enfoque permite comprender cómo percibe la sociedad la relevancia de ciertas palabras. Finalmente, la elección se basa en los resultados de la votación, los debates generados y los análisis lingüísticos.
No es la primera vez que una palabra de la cultura digital ocupa este lugar en Oxford. En 2017 fue fake news; en 2016, posverdad; en 2015, podcast; en 2013, selfie; y en 2012, gif. La evolución de estos términos refleja momentos de transición: del descubrimiento de nuevos formatos visuales y sonoros, hemos pasado a fenómenos que preocupan profundamente, como la propagación de noticias falsas. Sin embargo, la palabra de este año tiene una carga aún más inquietante por su impacto en nuestra salud mental, especialmente en la de los más jóvenes. Tener un “cerebro podrido” en plena etapa de formación intelectual, de descubrimiento y toma de decisiones cruciales, puede ser devastador, no solo para ellos, sino también para todos como sociedad.
Reconocer el problema es el primer paso para abordarlo. Ahora quedan las preguntas: ¿qué hacemos? ¿Cómo recuperar la salud mental y evitar contenidos que nos agotan? ¿Es posible encontrar en las redes sociales espacios para la creatividad y la reflexión? Curiosamente, son los propios jóvenes quienes están alertando sobre este fenómeno, buscando protegerse entre ellos. Los adultos, mientras tanto, nos encontramos con estas novedades a veces demasiado tarde, cuando la tendencia es parte del diccionario y sus ya palabras no provocan risa alguna.