La violencia en los estadios, un problema de todos

Con demasiada frecuencia, los fines de semana, el fútbol tucumano suma un nuevo capítulo de violencia que ensombrece el deporte más popular de la provincia. En los partidos de la Liga, se repiten hechos para lamentar: agresiones entre barras, enfrentamientos con los árbitros, e incluso la falta de garantías para jugadores y espectadores. Esta situación, que ya se ha naturalizado, exige una reflexión urgente y, sobre todo, acciones contundentes.

Las causas son múltiples y complejas. En primer lugar, el fútbol de Liga Tucumana carece de los recursos para garantizar la seguridad. Con operativos policiales que apenas cuentan con cinco o 10 efectivos en los estadios, cualquier incidente puede escalar con rapidez. Además, el contexto social no puede obviarse: la falta de oportunidades, la precariedad económica y la ausencia de políticas que integran a los jóvenes en actividades positivas alimentan el caldo de cultivo de la violencia.

Por otro lado, la impunidad juega un papel central. Los responsables de los incidentes rara vez son identificados o sancionados. Esto no sólo perpetúa la violencia, sino que desanima a las familias, alejándolas de las canchas y dejando los estadios en manos de grupos minoritarios y conflictivos.

Las soluciones requieren un enfoque integral. Desde lo inmediato, es necesario (o casi obligatorio) reforzar la seguridad en los partidos. Para eso es indispensable un esfuerzo conjunto entre los clubes, la Liga y el Gobierno. Sin embargo, en las últimas semanas varios dirigentes aseguraron que costear los operativos les resulta prácticamente imposible.

A mediano y largo plazo, trabajar en la prevención parece ser esencial. Campañas de concientización para erradicar la cultura de la violencia, programas de inclusión social para jóvenes en riesgo y, sobre todo, medidas ejemplares contra los responsables de incidentes en los estadios aparecen en el horizonte como algunas de las posibles herramientas para modificar la situación.

El fútbol de Liga históricamente fue un patrimonio cultural de Tucumán, pero su esencia se fue perdiendo con el correr de los años cuando la violencia comenzó a dominar el escenario. Todos los actores involucrados, desde los dirigentes hasta los hinchas, tienen una cuota de responsabilidad en esta problemática.

De esa manera, solamente con decisiones firmes y compromiso de cada una de las partes se podrá devolverle al fútbol tucumano el espíritu festivo y familiar que tanto necesita. Llegó el tiempo de actuar porque el deporte no puede ser rehén de la violencia.

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