El Pelotero: un programa de radio financiado por sus oyentes, donde el humor se convierte en solidaridad

MESA DE NOTABLES. Jesús, Marcelo, Juan “Cacho Garay” y José “Pilo” durante el programa. la gaceta / fotos de alvaro medina MESA DE NOTABLES. Jesús, Marcelo, Juan “Cacho Garay” y José “Pilo” durante el programa. la gaceta / fotos de alvaro medina

Fabián Valdez, músico y comediante, tuvo una idea inusual: armar un programa de radio sin guión ni música; donde cada charla comience sin saber dónde podría terminar. La propuesta era, en síntesis, un naufragio: el resultado fue un éxito que lleva ya seis ediciones. “Partíamos de un puerto, pero no sabíamos hacia dónde íbamos a navegar”, confiesa.

Así nació El Pelotero, un programa de radio que carece de leyes, pero al que le sobra el corazón necesario para mantenerse a flote. Sucede que, aunque parece una nave a la deriva, El Pelotero se sostiene sobre una premisa sagrada que hace de faro: contagiar alegría en medio de un mundo hostil.

Levantando la bandera del “humor que salva”, construyeron un vínculo tan sólido con su audiencia que hoy son sus propios oyentes los que financian el programa. Y de manera directa: realizando aportes a una cuenta bancaria manejada por ellos mismos para pagar el espacio en la radio.

Cultura y “huevadas”

En uno de los programas, Valdez cuenta la historia de un conocido marinero de Illinois, Estados Unidos, que terminó sus días como “patovica”; custodiando las puertas de un bar luego de haber recorrido los mares del mundo. “Además del humor, el pelotero tiene su momento cultural”, explica el conductor.

El espacio se emitió, hasta noviembre, de lunes a viernes de 16 a 18 horas por radio FM Metropolitana, 100.5 Mhz; y en streaming, a través del canal de YouTube de El Pelotero. En marzo planean volver con su séptima temporada: “Hasta donde yo pude averiguar, es el único programa de radio de la Argentina que se autosustenta de manera directa por sus oyentes”, arriesga Fabián.

MULTITAREA. “Chaupi” conduce y opera la técnica. MULTITAREA. “Chaupi” conduce y opera la técnica.

“No hay una empresa que auspicie sino que son los oyentes mismos los que se organizan entre ellos de manera autónoma, tienen una cuenta bancaria que ellos administran y pagan el espacio”, afirma. “¡Cuánta responsabilidad! Hay personas que están juntando dinero para que nosotros hablemos huevadas”, bromea.

Pero entre “huevada” y “huevada”, Valdez narra sucesos históricos y hechos curiosos de manera coloquial y entretenida, como la historia de aquel marinero de Illinois, devenido en patovica, que contaba sus hazañas atrayendo la atención de los parroquianos de la cantina. “Entre esos parroquianos -detalla el conductor-, se encontraba un joven escritor que solía concurrir con frecuencia para escuchar, maravillado, los relatos de las aventuras”.

El humor como placebo

Fabián es un tucumano que vive en una ciudad con océano, en “La Feliz” localidad de Mar del Plata. De manera que participa del programa de forma virtual. Esa virtualidad no le impide subirse a este barco que capitanea, entre risas y reflexiones, junto a su co-condunctor y operador Néstor “Chaupi” Pérez.

El día en que reciben a LA GACETA, aprovechan para recordar los inicios del programa mientras presentan al resto de la tripulación que los acompaña y que forma la llamada “mesa de notables”, que en esta ocasión ocupan el productor Marcelo Cipriani y los oyentes invitados Jesús Ruiz, Juan “Cacho Garay” Olivera y José “Pilo” Aguilera.

DESDE MAR DEL PLATA. Valdez sale en modo virtual. DESDE MAR DEL PLATA. Valdez sale en modo virtual.

“Descubrimos que el humor es el mejor placebo para sortear las dificultades”, exclama Valdez. Desde “la Mesa de Notables”, “Cacho Garay” le responde con impostada seriedad, improvisando un axioma contundente: “Es que la vida sin sentido del humor, es una vida sin sentido”.

Un mar de aplausos y expresiones de admiración le festejan irónicamente la pose intelectual mientras “Cacho” recibe los elogios con fingida altanería y solemnidad. A pesar del tono de sarcasmo, queda claro que dijo algo en lo que todos creen.

Un “ghetto”

Desde el inicio, el programa encontró su lugar en el segmento más barato de la emisora: la franja horaria comprendida en la sagrada siesta tucumana. “¿Quién se iba a levantar de la siesta para escucharnos a nosotros? Era como querer vender caloventores en Santiago del Estero”, dice, entre risas, Fabián. “Pero bueno, por lo menos ya teníamos horario de partida: nos faltaba saber hasta dónde íbamos a remar”.

Así llegó el primer programa cargado de expectativas. Entre bromas e improvisaciones, iban surfeando divertidos aquel impensado debut. De pronto, sonó el teléfono, el primer llamado, la posibilidad de interactuar con el público. “Chaupi” atendió emocionado y escuchó la voz del otro lado: “Hola ¿podrían enviarme un sanguche de milanesa? completo con picante, por favor”. No era un oyente sino alguien que había marcado un número equivocado intentando llamar a una casa de comida.

Eso no los desalentó, al contrario: el universo les estaba ofreciendo una situación ideal para bromear hasta el infinito. En ese fracaso se intuía la suerte del ganador. De pronto, a pesar de la hora difícil, ocurrió el milagro: los oyentes empezaron a sumarse y a participar hasta convertirse en un “guetto”, como lo describe el conductor.

La idea se potenció en el 2020, durante la tragedia del covid 19, según cuenta Valdez. En un mundo inundado por las malas noticias y la angustia, se hacía cada vez más necesario un espacio donde la risa actuara como remedio: un remanso en medio de la tormenta.

Nace una comunidad

En el principio hubo un mentor: los auspiciaba una ferretería. “El dueño de la ferretería tenía más confianza en el programa que nosotros mismos”, revela Fabián. “Su nombre era Víctor Gonzáles, pero lamentablemente falleció. Sin embargo, su esposa Alejandra tomó el compromiso asumido por su marido”, agrega.

“La mala fortuna quiso que ella también falleciera y de esta manera nos quedamos sin sponsors y sobre todo con una profunda tristeza por la pérdida de nuestros amigos”, dice apesadumbrado el conductor. A Víctor y a Alejandra los borraron el dengue y el cáncer.

Sin financiamiento, el programa comenzó a despedirse de su audiencia anunciando que aquel era su último año. Sin embargo, la comunidad se unió para no dejar morir ese espacio de humor que los sanaba. Abrieron una cuenta bancaria y comenzaron a organizarse para sostener a El Pelotero.

No quedó ahí. Algunas empresas rotativas de la radio, enteradas de que el programa era financiado por su público empezaron a donar premios para ser sorteados entre los colaboradores. Luego, los oyentes comenzaron solidarizarse también entre ellos: colectas, donaciones y ayudas de todo tipo fueron surgiendo en cuanto los miembros de la comunidad atravesaban una urgencia.

Los integrantes de la audiencia empezaron a conocerse entre sí, organizar fiestas y ayudarse con la compra de medicamentos u otros insumos de primera necesidad. Llegaron incluso a comprar una máquina de hacer churros para que un joven oyente la utilizara para trabajar y poder solventar sus estudios. Un caso testigo que permite dimensionar los actos de solidaridad alrededor de esta comunidad.

El buen corazón

“Esta situación es una causalidad que surge del espíritu y el corazón del programa”, dice Fabián. “Porque detrás del humor, hay una necesidad brutal de recuperar algunos valores simples: respeto mutuo, solidaridad, educación”.

Finalmente, Valdez termina la historia de Illinois revelando que el joven escritor que visitaba la cantina decidió crear una tira cómica basada en las historias de su querido amigo marinero, dando origen a Las aventuras de Popeye, El Marino.

“Y así, el escritor Elsie Crisler Segar y el marinero polaco Frank Fiegel, se hicieron grandes amigos -relata el conductor-. Fiegel, incluso, llegó a participar en la escritura de los guiones. Segar estaba cautivado por la personalidad de aquel hombre de mar que, a pesar de haber enfrentado duras peleas y desventuras, nunca perdía el buen ánimo y era conocido por su corazón bondadoso y su amabilidad”.

Fabián cierra la historia de esta manera, como subrayando el credo del programa: el humor como una forma de sobreponerse a las adversidades; la alegría como un salvavidas para mantenernos a flote en tiempos donde, muchas veces, nos toca nadar en las mareas altas de la la discordia y la hostilidad.

Contacto

Si querés conocer más sobre “la familia” de El Pelotero podés comunicarte con el equipo a su instagram, @peloteroradio, o al número de su equipo 3816551562.

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