El mensaje de Francisco contra la indiferencia

El mensaje de Francisco contra la indiferencia
07 Marzo 2025

Graciela Jatib

Licenciada en Filosofía (UNT)

Desde el inicio de su pontificado como el primer papa latinoamericano en la historia de la Iglesia, tomando el nombre de Francisco y asumiendo la humildad y la austeridad del santo de Asís, nuestro querido Jorge Mario Bergoglio ha impactado con sus acciones y expresiones de denuncia y de clamor, ante un mundo que ha globalizado la indiferencia y ha construido muros de exclusión, detrás de los cuales agoniza una parte de la humanidad sufriente. Su exhortación Fratelli Tutti advierte sobre “un avance del globalismo que favorece la identidad de los más fuertes”, “un mundo cerrado” con guerras que implican “una claudicación vergonzosa, una derrota frente a las fuerzas del mal” (n.261).

Francisco nos ha animado a “Primerear en el amor” y a no permitir que nos arrebaten la esperanza. Como ha expresado Emilse Cuda en su libro “Para leer a Francisco”, “su discurso invita a tomar el camino del exilio desde una cultura de la muerte y la tristeza hacia una cultura de la vida y la alegría”. No nos dejemos arrebatar la esperanza, es una prédica recurrente por la que invita a alejarse de la opresión que nos hace cautivos de quienes ejercen el dominio desde el desaliento, aplicando la lógica del mayor beneficio con el menor costo, disfrazada de progreso.

Desde su lugar de Obispo de Roma y Vicario de Cristo en la tierra, inició procesos para arremeter contra estructuras de crueldad y deshumanización que se gestan sistemáticamente en el planeta, expresando en su Exhortación Evangelii Gaudium que más importante que ocupar lugares es generar procesos que privilegien acciones, dinamismos nuevos en las sociedades: “Uno de los pecados que a veces se advierten en la actividad sociopolítica consiste en privilegiar los espacios de poder y autoafirmación en lugar de los tiempos de los procesos” (n.222).

En su Carta Apostólica Laudate Deum (2023) sobre la crisis climática, nos advierte:”un ser humano que pretende ocupar el lugar de Dios se convierte en el peor enemigo para sí mismo”(n.73). Su clamor es el de un Cristo padeciente que camina junto a los exiliados, náufragos en los mares del horror, sobrevivientes de guerras atroces, víctimas de catástrofes climáticas producidas por un mal uso de la casa común; son deambulantes erráticos de un mundo que se ha tornado inhóspito por las decisiones despiadadas de quienes podrían detener un “ecocidio” insalvable. Iniciar procesos, volver a pensar nuestras prácticas y decisiones individuales y colectivas, con una súplica que hermana a nuestro santo padre con San Francisco de Asís: “que allí donde haya odio ponga yo amor”.

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