La inquietante experiencia de salir a la ruta y preguntarse: ¿será la última vez?

Baches, falta de mantenimiento y obras inconclusas agravan el peligro en los caminos más transitados, mientras las cifras de accidentes mortales en el país siguen en ascenso.

La inquietante experiencia de salir a la ruta y preguntarse: ¿será la última vez?

Hay zonas, no necesariamente físicas, en las que solemos sentirnos inseguros. A las que ingresamos con temor, dudas e incertidumbre, porque acumulan factores que escapan de nuestro control y se convierten en amenazas. Pueden ser relaciones interpersonales en las que hay un desbalance de poder, experiencias novedosas de cualquier tipo (un nuevo trabajo, tal vez) o, inclusive, una aventura urbana, como recorrer un barrio peligroso, por nombrar algunos ejemplos. Desde hace algún tiempo, también podemos incluir en esta categoría muchas de las rutas por las que circulamos, ya que constituyen caminos hacia posibles accidentes.

La semana pasada, en este mismo espacio, hicimos referencia al libro “Tierra natal”, de Juana Manuela Gorriti. En aquella obra, publicada en el ocaso de su vida, la escritora recuerda su regreso a Salta casi medio siglo después de haber partido al exilio siguiendo a su padre, el guerrero de la Independencia José Ignacio Gorriti. Había llegado en tren hasta Rosario de la Frontera, donde en aquel entonces terminaban las vías (segunda mitad del siglo XIX). Al resto del camino tuvo que hacerlo en diligencia por una senda montuna que constituyó un calvario para ella y sus acompañantes. Salvando las enormes distancias temporales, de algún modo este pasaje del libro de Gorriti sirve para ilustrar lo que sucede hoy en la misma zona y que muestra de manera cabal el deterioro de los caminos de la región.

Aprovechando que el carnaval aún agita emociones, las rutas 9-34-66, que unen San Miguel de Tucumán con San Salvador de Jujuy, son el ejemplo ideal para describir una situación preocupante. Desde hace más de un año el deterioro es notable. Hay tramos que son casi intransitables. Cabe destacar que el sector tucumano es quizás el que mejor se encuentra, aunque las estadísticas de la Dirección Nacional del Observatorio Vial, que depende de la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ANSV), lo ubican como uno de los más peligrosos de Argentina. Uno de los motivos que pueden estar detrás de esta calificación es que la autopista termina en El Cadillal y, en adelante, hay que circular por un camino angosto que bordea varios pueblos, lo cual genera un tránsito intenso, pesado y lento. Desde Trancas a Rosario de la Frontera, el pavimento se encuentra en un estado aceptable. Pero -al igual que le ocurrió a Juana Manuela Gorriti hace más de 100 años- de ahí en adelante todo es lamentable.

Históricamente, los 30 kilómetros que separan Rosario de la Frontera de Metán siempre fueron complicados: mucho tráfico, curvas muy cerradas y una creciente presión urbana hicieron de ese camino un lugar de cuidado. Pero desde fines del 2023, lo que ocurre allí es inverosímil: los pozos son brutales; inclusive, hay kilómetros en los que es preferible avanzar por la banquina. A tal punto que, a modo de protesta, los vecinos de Metán llegaron a colgar el año pasado de un puente un cartel que decía: “Cuidado: ruta destrozada”. Cada tanto, operarios de Vialidad Nacional tapan baches, pero los arreglos duran poco tiempo.

La multitrocha que nace en Metán y se extiende hasta Güemes brinda un poco de alivio, pero es vieja y angosta, y la calzada se viene deteriorando indefectiblemente por la falta de mantenimiento. Eso genera situaciones peligrosas que, en algunos casos, derivan en accidentes graves de los cuales dan testimonio las numerosas grutas que se levantan junto al camino. Quienes se dirigen a Jujuy viven una experiencia penosa a partir de la localidad salteña de Güemes. Las obras de la autopista que debería unir el río de las Pavas (límite entre Salta y Jujuy) con el aeropuerto Horacio Guzmán están paralizadas hace años. La administración del ex gobernador Gerardo Morales culpó siempre al kirchnerismo por el parate en los trabajos. La llegada de Javier Milei al poder no generó cambios. Y no hay señales que algo novedoso vaya a ocurrir en el corto plazo.

Entre las peores del mundo

En las viejas redacciones periodísticas se solía decir que los números son fríos. Pero este caso puede ser la excepción: según informes de la ANSV que recopilan datos hasta 2022, se producen 13 muertes por día en accidentes, la mitad de ellas en rutas. Sin dudas, en esta situación incide la imprudencia, pero también del desastroso estado de kilómetros y kilómetros. De hecho, en el ranking mundial publicado por The Global Economy, la Argentina quedó en el puesto 54 de 59 países, lo cual la ubica entre las naciones con las peores rutas del mundo. Estos informes ponen el foco en otro punto crítico: la falta de autopistas. A tal extremo que, de 640.000 kilómetros de red federal, apenas 3.300 corresponden a autovías y autopistas, según el diario La Nación.

Y si de autopistas hablamos, Tucumán es un caso emblemático. Pero por su carencia: a los 30 kilómetros de autovía que unen la capital con El Cadillal hay que sumar los 42 que separan San Miguel de Famaillá, la Circunvalación y el corto tramo de la 301 que va hasta San Pablo, pasando por El Manantial. Demasiado poco para una provincia tan chica y de distancias escasas, pero de alta densidad.

(Comentario al margen: en pocos días se corre una nueva fecha del Moto GP en Termas de Río Hondo ¿Alguien habrá calculado cuál hubiese sido el impacto económico en Tucumán si la autopista que se proyectó hace algunos años estuviese terminada?.)

Es de esperar que la privatización de la empresa Corredores Viales S.A., que fue anunciada a mediados de enero por el Gobierno nacional, genere algún cambio. Esta entidad administra varias rutas nacionales, entre ellas, la 9, que cruza Tucumán de norte a sur. De todos modos, habrá que aguardar: el primer tramo a adjudicar se encuentra en el Litoral. Un dato: en el peaje de Molle Yaco, a la altura de San Pedro de Colalao, los automovilistas deben abonar $ 1.300 para poder circular ¿Es mucho o es poco? La respuesta seguramente será relativa, pero lo concreto es que hoy quien paga no advierte ningún retorno en infraestructura.

Enajenación vernácula

Si ponemos el foco en los caminos provinciales, la situación es aún más preocupante. Salvo contadas excepciones (la 307, que está siendo repavimentada, y la 329, que está en planes de mejoras), el deterioro es atroz. A tal punto que los dirigentes ruralistas de Apronor siempre recuerdan un hecho insólito: se habían reunido con autoridades de la Dirección Provincial de Vialidad para plantearles los problemas que le generaba a la producción los caminos en muy mal estado. La respuesta que recibieron los dejó helados: en vez de repavimentar, les propusieron levantar el asfalto y dejar el ripio. No, no era una broma.

Si hablamos de tránsito, vehículos y conductores vernáculos, no podemos dejar de hacer una pequeña reflexión sobre lo que ocurre en la ciudad por estos días. Da la impresión que la cotidiana enajenación de las calles de esta urbe -que no es sólo la capital, sino también Yerba Buena, Banda del Río Salí, Tafí Viejo, etc, porque al fin y al cabo son varias metrópolis en una misma- se ha multiplicado de manera exponencial ¿El motivo? la vuelta a clases. Pero es un error creer que el simple hecho de que los chicos hayan regresado a las aulas pueda generar semejante transformación. Cabe hacerse algunas preguntas: ¿será posible que alguna vez las autoridades de todos los municipios que integran el Gran San Miguel planifiquen de manera seria y coordinada las obras necesarias para aliviarle la vida a sus habitantes? ¿Podremos soñar con una gran circunvalación que nos permita llegar a cualquier extremo de la ciudad en pocos minutos, como sí ocurre hoy en Salta? ¿Alguna vez alguien se tomará en serio el desafío de ordenar el tránsito en las puertas de las escuelas?

Por el momento, tanto en las rutas como en las calles, parece primar la resignación. Frente al deterioro de los caminos y al peligro que esto implica, más de uno se pregunta cada vez que se pone detrás del volante: ¿será este el último viaje?

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