

Si para anunciar la partida de Jorge David Aguirre la Federación Tucumana de Judo eligió la portada de la revista “Judo, Taekwondo, Karate”, de junio de 1991, es porque era la favorita de “El Negro”. “Es la foto que más le gustaba. La nota destacaba que él era el único judoca argentino en ser campeón nacional en cinco categorías”, comentó un amigo del deportista a un día de que se cumpla el primer mes sin él.
La captura fotográfica es la que quisiera tener todo practicante del arte marcial de origen japonés: una toma certera del judogi (nombre que lleva la indumentaria de los judocas), dando vuelta al rival para que su espalda caiga plenamente en el tatami. ¿Destino del fallo del combate? Un ippon, seguramente. Contrincante noqueado, ganador Aguirre.
La revista archivada por el profesor Rodolfo Sarlo, que por motivos de salud dará un paso al costado en el rol de dirigente que desempeñó durante décadas, era la de mayor prestigio en el país. Por eso es que Aguirre sentía tanto orgullo por formar parte de la tapa. “Quiero estar en el podio olímpico”, era la ambiciosa declaración del judoca. En ese tiempo, la Confederación Argentina de Judo lo designó como representante en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, así que “El Negro” tenía su mente programada en ese altísimo nivel deportivo.

“Mi objetivo era terminar entre los 10 mejores, ya que sabía que era muy difícil conseguir una medalla”, reconoció años después en una publicación que LA GACETA hizo sobre los atletas tucumanos que compitieron en algún Juego Olímpico. “Gané la primera lucha y me saqué todos los nervios de encima. En la segunda vencí a un representante de Yugoslavia y luego le gané en forma contundente a un adversario de Estados Unidos. El cuarto combate fue contra un representante de Mongolia, que era subcampeón mundial, y faltando 10 segundos perdí. Si pasaba tenía grandes chances de conseguir una medalla”, recordó Aguirre sobre aquella semana del 27 de julio al 2 de agosto de hace 33 años, días en los que se desarrolló la competencia de judo en la ciudad española.

La Confederación al tucumano le había planificado una completísima gira. Copa de España, Abierto de París, Torneo Internacional de Sofía en Bulgaria, Túnez, Hungría, Praga, Londres... Aguirre llegó con todo ese bagaje a Barcelona. Con él quedó inaugurada una tradición del judo tucumano con sello olímpico. Eduardo Costa, los hermanos Lucenti, Rodrigo y Emmanuel marcaron presencia en las siguientes citas olímpicas hasta la de Tokyo 2020 inspirados y siempre acompañados por “El Negro”.
En 1991, Aguirre había aportado al deporte argentino una medalla, hito que también lo ubicaba como número puesto para la cita olímpica. La presea de bronce que ganó en los Juegos Panamericanos que se celebraron en Cuba fue una de las 55 que consiguió la delegación “albiceleste” en la competencia cubana. En el palmarés de Aguirre se cuenta que, entre 1980 y 1994, ganó seis medallas en los campeonatos Panamericanos de judo, incluida una presea de oro en 1994, en Santiago de Chile.
La figura de Aguirre trascendió el judo. El rugby y el boxeo también recibieron el aporte deportivo del atleta, que en el deporte de la ovalada comenzó jugando en “Uni”. “Era un gran tipo”, afirmó Hugo Dande. El octavo que defendió la camiseta de Huirapuca, la Selección Tucumana y Los Pumas lo tuvo como compañero y rival también. “El Negro” en cancha era de esos rugbiers que hacían difícil pensar qué hacer cuando aparecía en el horizonte del juego: lo dejo pasar o no voy por su lado. Pero, aunque en menor medida, la tercera opción era ir a hacerle frente. “Me gustaba jugar en contra de ‘El Negro’ porque era duro”, reconoció también Dande.
Y es que el olímpico tucumano estaba en esa línea de atleta: era un placer tenerlo a favor y lo mismo en contra por el aprendizaje que se podía adquirir con su juego en la cancha de rugby. Lo mismo pasaba sobre el tatami de judo. Y después se replicó en el boxeo, la última actividad deportiva que hizo.
“Mi objetivo es trabajar con los chicos muy humildes. Pero para eso tendría que tener una beca, ya sea a nivel municipal o provincial. Al ser parte del grupo de deportistas destacados de Tucumán por haber representado a Tucumán en unos Juegos Olímpicos, creo que deberíamos recibir al menos esa consideración”, sostuvo en un reportaje con este diario en septiembre de 2021. Por el deporte, Aguirre hubiese hecho todo gratis. “Debo cobrar una cuota, porque lo necesito para vivir y para tener en pie al gimnasio, que es muy caro de mantener”, agregaba en la publicación.
En el boxeo la pedagogía que aplicaba, principalmente cuando se trataba de los más pequeños, estaba orientada a lo técnico, antes que a los conceptos de triunfo o derrota. “El plan es darles lugar a las combinaciones de colores en bolsa y guantes. Lo que se busca es desarrollar fuerza y velocidad, para que cuando llegue el momento de pelear estén en buenas condiciones físicas y técnicas”, aseguraba.
Como boxeador tuvo cuatro combates amateurs e incluso ganó un título tucumano. Enzo Romero, promotor nacional y entrenador del deporte de los puños, recuerda claramente el paso por el ring del judoca/rugbier. Debutó con un nocaut y ahí nomás ya nadie quería combatir contra él. “Metía miedo”, dijo Romero entre un tono de broma y seriedad. Conseguirle rivales era muy complejo.
Al boxeo llegó porque Pedro Ruiz, otro educador del cuadrilátero, lo conoció en el gimnasio donde se entrenaba Manuel “La Bestia” Pucheta. Aguirre empezó a ayudarlo en el guanteo, pero quedó encantado y se entusiasmó tanto, que quiso competir. Romero aseguró que su logro más grande fue el último combate, en octubre de 2002. “En esa época la categoría se llamaba Súper Pesado. Fue una pelea muy pareja. A mi parecer había ganado el rival, pero los jurados le dieron el triunfo a Aguirre”, detalló Romero.
La pelea se hizo en el estadio del Club Caja Popular ante Guillermo Burdwart. “El Grandote”, apodo del rival, y Aguirre habían llevado su hinchada. “Me acuerdo que se armó lío en la tribuna porque Burdwart llevó una barra grande… Y ‘El Negro’ también tenía los suyos”, rememoró el promotor.
Un infarto detuvo el corazón de Aguirre el 10 de febrero pasado. Tenía 63 años. A sus familiares, naturalmente les cuesta hablar sobre “El Negro”. Lo mismo que a sus amigos del deporte, pero si hay lágrimas en sus rostros caen sobre las sonrisas de cada uno, que lo recuerda siempre con alegría.