Bernabé Aráoz, un héroe nacional en construcción

Tucumán está comenzando a recuperar y honrar su memoria, en lo que suele ser un largo proceso.

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El lunes se cumplieron 201 años del fusilamiento del prócer de la independencia nacional y uno de los personajes más importantes de la historia tucumana: Bernabé Aráoz. Su figura como referencia de heroísmo, institucionalidad y visión de futuro recién está comenzando a ocupar el lugar de privilegio que se merece dentro del reconocimiento provincial, paso indispensable para su proyección a nivel nacional. Su persona y legado fue recordado con distintas actividades, tanto artísticas como con actos institucionales, que incluyeron depositar en la Casa Histórica tierra de Trancas, donde fue ultimado.

El hijo de Juan Antonio Aráoz de La Madrid y de Josefa de Córdoba Gutiérrez, un criollo nacido en Monteros, fue protagonista de momentos claves de construcción política y social local, incluso cuando Tucumán era poco más que una aldea y recibió a Manuel Belgrano en pleno éxodo norteño, que llegaba con la orden de retirarse hacia el sur y dejar tierra arrasada. Sin la decidida actitud de Aráoz, nadie puede adivinar cuál hubiese sido la suerte de la revolución nacional, ni el destino de los ejércitos patrios en su enfrentamiento a las tropas realistas. Sólo un hombre firme y aventurado pudo haberle prometido al general “el doble de las armas y los hombres” que pedía para enfrentar victorioso al enemigo.

Aráoz sabía el peso de las armas, ya que había integrado el Regimiento de Voluntarios de Caballería de Tucumán, y el valor de la palabra. Sus actos derivaron en el nacimiento de los Decididos de Tucumán, que le respondieron con fidelidad aquel 24 de Septiembre de 1812 en los campos de la Ciudadela. Luego asumió los destinos de la provincia y de la región toda para tratar de darle andamiaje institucional formal, con normas que rigiesen los destinos del pueblo (como el Estatuto Provisional que juró e hizo jurar en 1915, que incluía disposiciones de avanzada para la época).

A su vínculo con Belgrano sumó además el que mantuvo con José de San Martín, quien lo definió como el hombre “más honrado y completo que se conoce en toda la provincia”, tras su decisivo aporte a la concreción del Congreso de 1816, para el cual donó dineros y prestó muebles, como la mesa sobre la cual se firmó la Declaración de la Independencia. En tiempos de anarquía y desorden, volvió a ser convocado al poder y en 1820 declaró la República del Tucumán “libre e independiente”, pero “unida con las demás que componen la Nación Argentina”, al tiempo que impuso la primera Constitución formal que rigió en el país. Fue víctima de los enfrentamientos internos: el 24 de marzo de 1824, murió contra la pared externa de la iglesia de Trancas y su legado quedó sin herederos. A su muerte, de su fortuna quedaba muy poco.

Tucumán está comenzando a recuperar y honrar su memoria, en lo que suele ser un largo proceso de los pueblos hasta que sus referentes más importantes logran ocupar el lugar que merecen. Tributos, ceremonias, eventos artísticos y hasta concursos escolares como el que convocó el año pasado la Legislatura, se vienen sucediendo para que Bernabé Aráoz logre instalarse como mártir de la construcción nacional. Un ejemplo a seguir fue dado por los vecinos salteños, quienes jerarquizaron la figura de Martín Miguel de Güemes en todo el país. Su jerarquización va más allá de lo formal de un decreto o una ley; debe nacer desde el conocimiento de su obra y desde el corazón.

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