

Hubo un tiempo en el que imaginar a la Selección sin Lionel Messi parecía un ejercicio de terror. Era algo semejante a preguntarse qué habría sido de Los Beatles sin John Lennon, de “El Padrino” sin Marlon Brando, de Queen sin Freddie Mercury o de Chicago Bulls sin Michael Jordan. Era el miedo a perder a la pieza que hacía que todo encajara, la idea de que sin él nada podría funcionar igual. Todo eso después del título en la Copa América 2021; porque antes, incluso, Messi parecía ser el único capaz de generar algo diferente en un equipo al que le costaba contagiar pasión. Sin embargo, el fútbol es un deporte con memoria frágil y, al mismo tiempo, con una increíble capacidad de regeneración. Hoy, la “Scaloneta” demuestra que puede mantenerse competitiva sin su as de espadas y que, todavía, hasta puede darse el lujo de jugar mejor.
No se trata de minimizar la importancia de Messi. Es, sin dudas, uno de los jugadores más influyentes en la historia del fútbol argentino. Pero el equipo que construyó Lionel Scaloni ha logrado lo que muchas selecciones anteriores no habían podido: establecer una identidad de juego que trascienda a un solo nombre. “Hay que buscar el método para jugar sin Messi cuando no está y que su baja se note lo menos posible”, afirmó el entrenador en la previa al duelo contra Brasil, dejando en claro que el desafío de este tiempo es mantener la competitividad sin depender exclusivamente de su talento. “Somos competitivos siempre y eso nos llena de orgullo”, agregó.
La referencia inevitable es Diego Maradona. Su salida del Mundial de Estados Unidos 1994 es la mejor síntesis del problema. El equipo que dirigía Alfio Basile venía con un ritmo arrollador que lo había transformado en el gran candidato al título: sin embargo, esa Selección se desplomó ni bien su líder declaró que le “habían cortado las piernas” (sufrió un doping positivo que lo dejó afuera del certamen). Después de 1986 y 1990, Argentina nunca pudo acostumbrarse a la vida sin Diego. Las eliminaciones en cuartos de final fueron prácticamente una constante y en Corea-Japón 2002 ni siquiera superó la fase de grupos cuando también había llegado al campeonato portando la chapa de equipo sensación.
Todo eso cerraba el círculo de que el perder al genio parecía una incógnita imposible de revelar. Era como que sin su genio la Selección se quedaba sin brújula y sin alma. Y ese era el miedo que invadía a los fanáticos al pensar sobre una Scaloneta sin Messi.
El fútbol como narrativa
Si el fútbol fuera un relato, Messi sería el protagonista absoluto. Su historia tiene todos los elementos que pueden llegar a conformar una película histórica: un niño que vence la adversidad, un talento descomunal que lucha contra la frustración constante en su Selección y el héroe que finalmente alcanza la gloria en Qatar. Sin embargo, toda historia necesita un epílogo y, sobre todo, un nuevo capítulo. Es aquí donde Argentina debe demostrar que puede seguir escribiendo su leyenda sin depender de una sola figura.
El cine y la literatura ofrecen múltiples ejemplos de este dilema. En “Harry Potter”, la saga no se termina cuando el protagonista vence a Voldemort; todo lo contrario. Sigue con nuevas generaciones que aprenden a vivir en un mundo sin la sombra del villano. En “Batman, el caballero de la noche asciende”, el protagonista comprende que su legado es mucho más importante que su presencia física. Y algo similar ocurre en el fútbol y en la Selección. Messi es irreemplazable, pero el equipo no puede vivir eternamente bajo su sombra.
¿Qué nos deja la “Scaloneta”?
Si algo ha demostrado Scaloni es que el equipo no depende de una única estrella. El sistema de juego es lo que garantiza la continuidad del éxito, y Argentina ha encontrado una estructura sólida en la que jugadores como Julián Álvarez, Enzo Fernández o Alexis Mac Allister asumen responsabilidades sin que el equipo se resienta. “Hay un nivel de competitividad grande. Si juega uno u otro cambia el equipo, lógicamente, pero no la manera de competir. Somos competitivos siempre y eso nos llena de orgullo. Al que le toca, aporta y tenemos la tranquilidad de que podemos decidir y que nadie nos va a dejar tirados”, dijo el DT.
El proceso recuerda a lo que hizo España tras la salida de Xavi e Iniesta. Muchos pensaron que la “Roja” nunca volvería a ser la misma, pero encontró nuevas formas de mantenerse competitiva. O lo que consiguió Francia después de Zinedine Zidane: lejos de derrumbarse tras su retiro, el equipo evolucionó y terminó levantando la Copa del Mundo en 2018.
El miedo a la era pos-Messi es comprensible. Pero si el fútbol nos ha enseñado algo es que nadie es eterno. Lo que hoy parece un abismo, mañana puede ser una oportunidad. Y el desafío está clarísimo: que la Selección siga siendo protagonista, con o sin su genio en la cancha. Y si la historia sirve de guía, el equipo ya ha demostrado que está listo para asumir ese desafío.