
La tradición más argentina dice que existen tantos trucos para hacer el asado como asadores se dispongan a hacer fuego. Aunque la mayoría de ellos versan sobre los modos de encender las brasas o los tips para darle más sabor a la carne, también hay secretos para la etapa posterior a la cocción.
Un hábito poco común que usualmente llama la atención a los que acompañan la parrilla es la dispersión de granos de sal gruesa sobre las brasas. Así es. Sobre las brasas y no sobre la carne, porque el ingrediente infaltable de la cocina también aporta sus beneficios una vez que la carne ya está hecha.
Para qué tirar sal a las brasas después del asado
La sal empezó a usarse hace miles de años en la cocina. Los orígenes de esta práctica se remontan a años antes de Cristo, cuando las civilizaciones empezaron a usarla para conservar los alimentos y retrasar su proceso de descomposición. Aunque hoy es utilizada general y casi exclusivamente para salar, sigue teniendo aplicaciones extra.
Una de ellas es la que se le da a la sal sobre las brasas del asado. Si alguna vez ves esto, se explica fácil. La sal ayuda a controlar la producción de humo al absorber parte de la grasa que gotea sobre las grasas. Evita que esta se queme y genere demasiado humo, lo que podría dejar un sabor ahumado a la carne.
La sal ayuda a absorber ese material líquido que cae sobre el carbón encendido. También prolonga la duración de las brasas y contribuye a que la temperatura se mantenga lo más pareja y equilibrada posible.
Un uso similar se da al derramar aceite en la cocina. Si este es alcanzado por las llamas, se enciende enseguida. Arrojar un puñado de sal sobre el aceite prendido ayudará a absorber el líquido y cortar la combustión o reducir el tamaño y la intensidad de las llamas.
Es importante tener en cuenta que la sal no funciona para apagar grandes llamaradas o incendios. No puede usarse con cualquier elemento ya que algunas fusiones pueden ser altamente peligrosas.