DATO. Cuando la caña queda volcada comienzan a presentarse una serie de alteraciones fisiológicas que afectan negativamente la maduración del cultivo.
En Tucumán, cada zafra se presenta con desafíos distintos; y entre estos, uno de los más complejos es el manejo de los cañaverales caídos. Las lluvias intensas, el viento o, incluso, el peso de las propias plantas pueden hacer que la caña se derrumbe, lo que dificulta la cosecha y compromete la calidad del producto. “A raíz de ello, el uso de maduradores es una estrategia clave para la cosecha de la caña caída en Tucumán”, explicaron Fernanda Leggio y Sofia Fajre, técnicas de la sección Agronomía de la Caña de Azúcar de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (Eeaoc).
Cuando la caña de azúcar pierde su posición vertical y queda volcada comienzan a presentarse una serie de alteraciones fisiológicas que afectan negativamente la maduración del cultivo. “Uno de los primeros efectos es el reinicio del crecimiento de los tallos -en especial, en su porción apical-, cuando los entrenudos más jóvenes tienden a retomar una posición erecta. Con el paso del tiempo, particularmente desde fines del invierno y en coincidencia con el aumento de las temperaturas, es común observar la brotación de yemas laterales, la formación de raíces en los nudos en contacto con el suelo y la aparición de chupones”, dijeron.
Agregaron que estas respuestas fisiológicas alteran la calidad del producto, generando pérdidas de peso en los tallos y reducciones en el rendimiento cultural. “Además, se retrasa el proceso de maduración: aunque puede observarse un aumento en los sólidos solubles (Brix%), este incremento no está acompañado de una mayor concentración de sacarosa (Pol%), sino de azúcares reductores y otras sustancias que disminuyen la pureza y el aprovechamiento industrial del jugo”, subrayaron. Y dijeron que la intensidad de estos efectos depende del momento en que se produce el vuelco y de las condiciones ambientales posteriores.
Desde el punto de vista de la cosecha, precisó que los problemas también se multiplican cuando el cañaveral está volcado. “Las dificultades operativas aumentan: la velocidad de avance de la cosechadora disminuye notablemente, se dificulta la apertura de melgas y es mucho más complejo seguir la línea del surco. Estas condiciones generan un impacto directo en la eficiencia del trabajo y en los tiempos de cosecha”, indicaron.
Además, contaron que se incrementan las pérdidas de materia prima en el campo. “Parte de la caña puede quedar pisoteada por los equipos, mientras que otra parte no llega a ser recogida debido a la dificultad que tienen las cosechadoras para levantarla. En situaciones de vuelco severo, el despuntado se vuelve casi imposible, lo que contribuye a un aumento en los niveles de ‘trash’ o material vegetal no deseado”, dijo. Añadieron que a medida de que avanza la zafra, este problema se agrava por la aparición de brotes nuevos y de chupones, que aumentan el volumen de material verde que llega a fábrica y afectan negativamente la calidad industrial de la materia prima.
“Aunque comúnmente se asocie la maduración química con el aumento de sacarosa en los tallos, su aplicación en cañaverales caídos tiene beneficios específicos: facilita la limpieza por parte de las cosechadoras al reducir significativamente la cantidad de hojas verdes (trash), y permite una mejor planificación de la cosecha, escalonando cortes y evitando la pérdida de calidad”, explicaron. Y dijeron que los productos utilizados (preferentemente graminicidas) detienen el crecimiento vegetativo y promueven el secado paulatino del follaje.
Si bien la caña caída puede tener una maduración menos eficiente debido al cambio de condiciones fisiológicas, Señalaron que la aplicación de maduradores puede minimizar los efectos negativos; en especial si los tejidos aún están activos. Además, los beneficios no solo se limitan a lo agronómico: “Al facilitar el despuntado y reducir el volumen de hojas, se mejora el rendimiento de cosecha, se optimiza la logística de transporte y se entrega un producto más limpio a las fábricas”.
Definir el momento
Advirtieron que resulta fundamental tener en cuenta que no cualquier momento es adecuado para aplicar maduradores químicos sobre cañaverales caídos. “Se debe esperar a que las plantas levanten nuevamente su follaje antes de realizar la pulverización, de modo que las hojas verdes queden bien expuestas y en condiciones de absorber correctamente el producto. Aunque esto puede demorar unos días, es una condición clave para asegurar la eficacia del tratamiento”, resaltaron. Y añadieron: “Aplicar en un momento inapropiado, cuando la caña aún está arrastrada, puede traducirse en un uso ineficiente del producto y en resultados agronómicos pobres”.
También desaconsejaron el uso de maduradores en cañaverales caídos cuya cosecha no se prevea antes de fines de julio. “En esos casos, la aplicación puede provocar más perjuicios que beneficios: la detención del crecimiento y la muerte del brote guía favorecen la ruptura de la dominancia apical. Esto, combinado con temperaturas más altas hacia agosto o septiembre, estimula la brotación lateral y la aparición de raíces en los nudos. Como consecuencia, se agrava el deterioro de los tallos y la calidad del jugo, generando más trash y afectando el rendimiento fabril”, dijeron. A modo de conclusión, puntualizaron: “La caña caída es la situación más críticas para el productor, pero una oportunidad para aplicar tecnología de manejo inteligente. La maduración química, correctamente implementada, permite recuperar calidad, ordenar la cosecha y reducir pérdidas tanto en el campo como en la industria”.






















