Me mudé a Buenos Aires a hacer mi residencia médica, allá por el 83, y viví en un departamento del microcentro porteño por varios años. Innumerables veces pasé por una plaza llamada Roberto Arlt. En esa época, confieso, poco sabía acerca de él. La plaza estaba situada en la esquina de Esmeralda y Rivadavia. Hoy sé que se lo homenajea con ella porque fue un gran escritor y que nació en ese barrio en la calle La Piedad (actualmente B. Mitre). Pero ¿quién fue este personaje con apellido de difícil pronunciación? Un argentino, hijo de nuestra inmigración, de padre prusiano y madre triestina de condición humilde, y que con gran vocación por la escritura llegó a ser periodista, novelista, cuentista, dramaturgo y pionero de la literatura urbana de nuestro país. Todo, a pesar de haberse hecho solo, porque fue un auténtico autodidacta. Nació el 26 de abril de 1900 y solo vivió 42 años: Roberto Emilio Godofredo Arlt. A temprana edad sus padres se trasladaron a vivir al barrio porteño de Flores y; con una relación complicada con su progenitor se fue de su casa a los 16 años, dejó la escuela y debió de trabajar de mecánico, librero, hojalatero para poder subsistir y luego comenzar a escribir. Y lo hizo con pasión. Pero lógicamente eludiendo las reglas de lo clásico y la ortografía. Tuvo un estilo muy propio, coloquial y difícil de encasillar. En 1927 ingresó como cronista de policiales al diario Crítica y en 1928 pasó a El Mundo donde publicó allí, periódicamente, sus clásicas notas a las que llamó “Aguafuertes porteñas”, famosas por retratar las calles, casas, costumbres y la vida cotidiana del Buenos Aires del comienzo del siglo XX. Y fueron una verdadera pintura de época con gran acogida y después también gran éxito al ser recopiladas y publicadas en el formato libro. El reconocido psiquiatra Enrique Pichón Rievière (“el Freud” argentino, pionero de la psicología social) dirá de él en una entrevista con el periodista Vicente Zito Lema: “era una persona sensible, buen compañero, algo retraído pero un ser verdaderamente iluminado con toda la carga poética de la palabra. Daba placer verlo escribir, lucido y claro y también conversar con él de literatura, sobretodo la rusa”. Pichon Rivière y Arlt se hospedaron en la misma pensión de Buenos Aires en su juventud. La irreverencia de Arlt era tal que mezclaba el lunfardo con el lenguaje popular y eso le acarreó la crítica académica y hasta el rechazo. “El futuro es nuestro”, solía decir, “por la prepotencia de trabajo”. Además de “Aguafuertes Porteñas” escribió cuarto novelas -entre ellas “El juguete rabioso” y “Los 7 locos”-, y varias obras de teatro y cuentos. El domingo 26 de julio de 1942, de madrugada, falleció de un paro cardíaco sin llegar a conocer a su segundo hijo que nació meses después. Padecía de afección cardiaca y/o coronaria, pero él no se inmutó. Siguió fumando. La tarde anterior, cuentan, que lo habían visto bien y sonriente en el Círculo de la Prensa a donde había concurrido por elecciones. Nadie imagino el triste final. Del libro “Aguafuertes Porteñas” rescato estas líneas: “en la escuela mi apellido le daba dolor de cabeza a las maestras. La directora exclamaba: ¿Cómo se escribe eso?: eso era mi apellido. ¡qué apellido más raro!, y ¿de qué país es?: Alemania, respondía yo. En el grado sucedía algo similar y yo cargaba la voz en la ele: Arlllt! Una vez aprendido mi apellido la maestra atribuía toda barbaridad que ocurría en el grado a Arlt y decía: ¡debe ser Arlt! Y la verdad es que en cuanto a llamarme así yo no tenía la culpa”. Falleció y fue cremado en el cementerio de la Chacharita y sus cenizas esparcidas sobre el Río Paraná. Seguramente junto a escritores como Borges, Sábato, Cortázar y la Storni es Roberto Arlt uno de los 10 mejores de Argentina de todos los tiempos.
Juan L. Marcotullio
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