Retratar una ciudad que nunca se detiene: entrevista con Lucila Carzoglio y Salvador Marinaro, autores de la nueva Guía de Shanghái en español
"Cuando recibimos el encargo de renovar la guía de parte de la directora Inma Gónzalez Puy, lo primero que pensamos fue en eso: queríamos hacer una guía para perderse", dijeron los autores. La guía se puede descargar en esta nota.
Shanghái es vértigo y memoria. Entre sus rascacielos que acarician las nubes y sus callejones donde todavía se cuelga la ropa al sol, la ciudad se reinventa sin descanso. En este escenario siempre cambiante, el Instituto Cervantes presenta una nueva edición de su Guía de Shanghái en español, una herramienta pensada tanto para el viajero curioso como para los residentes hispanohablantes que buscan entender —y perderse un poco— en esta metrópoli fascinante.
La guía, de acceso gratuito y con versión digital, fue escrita por Lucila Carzoglio y Salvador Marinaro, dos periodistas y escritores que viven y trabajan en Shanghái desde hace años. Junto a un equipo multicultural de fotógrafos, supieron capturar no sólo la postal imponente de la ciudad, sino también sus rincones íntimos y cotidianos. En esta entrevista, conversamos con ellos sobre los desafíos de escribir sobre una urbe que nunca duerme, la huella hispana escondida entre los lilongs y por qué, para entender a Shanghái, hay que caminarla más de una vez.
Los autores
Lucila Carzoglio es doctora en Literatura Comparada por la Universidad de Shanghái, periodista y licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Actualmente realiza un máster en Gestión Cultural y colabora en el Instituto Cervantes de Shanghái, además de publicar regularmente en medios como The New York Times, BBC Mundo, Letras Libres, Altaïr y Revista Anfibia.
Salvador Marinaro, doctor en Estudios Globales y magíster en Escritura Creativa, es autor de libros de poesía y narrativa, y ha escrito para medios como Página/12, Le Monde Diplomatique y China Global Television Network. Profesor en la Universidad de Fudan y escritor en residencia del Swatch Art Peace Hotel, fue galardonado con premios como el Azucena Villaflor y el Filosofía Sub-40. Ambos coeditan la revista Chopsuey, dedicada al intercambio cultural entre Asia y América Latina.
¿Qué los motivó a crear una nueva edición de la Guía de Shanghái en español y qué diferencia a esta versión de las anteriores?
La guía es un proyecto del Instituto Cervantes de Shanghái que ya tenía dos ediciones previas. La primera salió en 2010, justo cuando se celebró la Expo Mundial y la ciudad vivía uno de sus momentos de mayor apertura internacional: se inauguraron centros de reunión gigantescos, nuevas líneas de subte, se embellecieron los parques y avenidas y hasta aparecieron señales en inglés por las veredas. Esa primera guía era más bien un folleto con info práctica para sobrevivir en una ciudad que todavía se sentía lejana.
La segunda, que salió en 2018, ya tenía unas noventa páginas con museos, galerías, restaurantes y reseñas históricas. Nosotros tomamos esa base y seguimos con esa línea de progresión. El resultado es un libro de más de doscientas páginas con un relato urbano que mezcla recorridos, lecturas, exploraciones gastronómicas, crónicas de vida y, sobre todo, la voluntad de acercar la ciudad al lector de habla hispana. Por desviación profesional, la guía matiene una mirada que podríamos decir de cronista: busca el detalle que explica el entorno.
Esa es quizás la diferencia con otras guías de viaje. De alguna manera, este tipo de libros reflejan un mundo que ya no existe, una manera de viajar que ya no existe. Como género, las guías se popularizaron en el siglo XIX con los viajes del Grand Tour inglés. Tenían una premisa bastante dudosa: que un libro publicado del otro lado del mundo, usualmente en una metrópolis colonial, tenía validez universal, incluso en lugares a donde no había llegado la “civilización”. Eran libros pensados para evitar que el viajero se pierda. Y tal vez eso es justamente la experiencia más valiosa de un viaje: perderse.
Cuando recibimos el encargo de renovar la guía de parte de la directora Inma Gónzalez Puy, lo primero que pensamos fue en eso: queríamos hacer una guía para perderse. En una ciudad que te descoloca todo el tiempo, que te saca de lo conocido y te mete en escenas inesperadas. Ese era el espíritu y lo que queríamos transmitir: una mirada hispana sobre Shanghái, una mirada curiosa, que va al detalle, que se deja llevar más por el misterio que por las grandes explicaciones.
Esa mirada se complementa también con el registro de latinoamericanos y españoles que pasaron por acá. Desde un español que llegó a principios del siglo XX huyendo de Filipinas y fundó los primeros cines, hasta Enrique Gómez Carrillo (el gran cronista del modernismo) que describió Shanghái como un Chicago sobre el Yangtsé. También incluimos citas de autores como Juan Marsé o Samanta Schweblin, que cuenta algo muy shanghainés: la costumbre de caminar entre túneles, shoppings y subtes para esquivar la lluvia.
Todo esto es el resultado no tanto de un viaje sino de una vida. La guía es un reflejo de nuestros ocho años en Shanghái, y de ese asombro que, por suerte, todavía no se nos va.
Shanghái es una ciudad en constante transformación. ¿Cómo lograron capturar esa esencia en una guía que busca ser útil a largo plazo?
Ese fue el primer problema. Shanghái es, probablemente, la ciudad que más se ha transformado en el último tiempo. Imaginate que la zona de Lujiazui, donde están tres de los diez rascacielos más altos del mundo, se construyó en menos de veinte años. Lo mismo pasa con otros barrios, con los bares de moda, los restaurantes y las galerías de arte. Para que te des una idea: entre que mandamos el contenido al diseñador y llegó a imprenta, cerraron tres restaurantes históricos, verdaderas instituciones, un museo se fundió y otro abrió.
Es muy difícil de explicar para alguien que viene de Latinoamérica que los museos, lugares que parecen tan recios y inapelables, desaparecen, se mudan o simplemente se evaporan. Acá, todo lo sólido se desvanece en el aire. Eso también es parte de la vida en Shanghái. Siempre decimos que esta ciudad no podes encariñarte demasiado con nada.
Al principio intentamos corregir, volver a mandar los cambios, actualizar cada dato. Pero hubo un momento en el que tuvimos que soltar. En el futuro vamos a hacer correcciones a la versión online, que va a tener actualizaciones cada tanto. Pero también nos gusta que la edición en papel funcione como un homenaje a lugares que ya no están.
¿Cuál fue el mayor desafío al recopilar información sobre la ciudad, considerando su dinamismo y la rapidez con la que cambian sus espacios y propuestas culturales?
Claro, el ritmo de Shanghái va en contra de cualquier libro. Pero justamente eso es lo fascinante. Pensá que en 2004 solo el 4% de los shanghaineses era clase media. Hoy, más del 68% lo es, según datos que confirma el Banco Mundial. Nosotros vivimos parte de esa transformación. Cuando llegamos, en 2017 y 2018, nos encontramos con una sociedad que quería más de todo: más consumo, más cultura, más mundo. Viniendo de Argentina, con una historia social inversa, ver cómo prosperaba una ciudad entera era algo entre hermoso y abrumador. Como estar viendo una película en 2x.
Eso tiene su costado trágico. Un barrio que nos encantaba, Laoximen, donde quedaban casas de principios del siglo XX divididas en viviendas mínimas durante la Revolución Cultural, con mamparas que se caían y dejaban ver frases de Mao, fue clausurado hace poco. Ese lugar concentraba muchas de las contradicciones del desarrollo urbano: edificios hermosos desde lo arquitectónico, pero sin baños privados, ni servicios básicos. En la guía dejamos un pequeño testimonio de cómo era esa zona, que para muchos shanghaineses representa la vida cotidiana de hace apenas unas décadas.
Recuperar esa información, esos testimonios, esas historias, fue quizás lo más difícil de escribir sobre Shanghái. Por suerte no lo hicimos solos. Mucha gente nos fue dando información, compartiendo sus lugares, sus elecciones, sus recuerdos. De alguna manera, la guía es un collage armado con esos recortes: fragmentos de ciudad y de mirada que, juntos, intentan formar un retrato posible.
En la guía se destaca la presencia hispana en Shanghái. ¿Qué descubrimientos los sorprendieron sobre la comunidad hispanohablante en la ciudad?
Descubrir la historia de los latinoamericanos y españoles que pasaron por el delta del Yangtsé fue, para nosotros, una manera de ascentar lo que estábamos haciendo. Construir una mirada hispanoamericana sobre una ciudad que se pensó siempre lejana (es la idea que todo el mundo tiene de China).
En el primer censo de la llamada Concesión Internacional de Shanghái aparecen registrados 131 españoles y un mexicano. Todos hombres. Recién alrededor de 1890 aparece por primera vez la palabra “Argentina” en esos archivos. Era una mujer que vivía en los barrios del sur, justo en la única parte de la ciudad que seguía bajo control del Imperio Qing, mientras el resto ya estaba dividido entre británicos y franceses. No pudimos rastrear más sobre su historia, pero nos quedó dando vueltas cómo habrá sido la vida de esa mujer.
Después, hay casos más documentados. Uno de los más conocidos es el de Antonio Ramos, el “magnate del cine”, que instaló los primeros teatros de imágenes en el sur de China. Como muchos españoles que llegaron hasta acá, venía de Filipinas —que siguió bajo dominio español hasta la guerra de 1898 con Estados Unidos. En Shanghái, Ramos tuvo un éxito rotundo: proyectaba películas pensadas para el público local y llegó a fundar tres cines. Cuando la guerra civil china se intensificó, volvió a Madrid y allá fundó el cine Rialto.
Para nosotros, uno de los hallazgos más emocionantes fue leer la crónica de Enrique Gómez Carrillo de 1905. Un texto hermoso, escrito con un estilo elegante y una mirada tan precisa que parece de ayer. Describe una Shanghái moderna, con mujeres paseando por la calle y las chimeneas de las fábricas largando humo sobre el puerto. Esa mirada nos pareció una constante entre los latinoamericanos que llegaban: la búsqueda de una modernidad alternativa que no pasara por el eje atlántico.
¿Cómo seleccionaron los lugares, eventos y espacios culturales que forman parte de la guía? ¿Hubo algún sitio que les hubiera gustado incluir pero quedó fuera?
Quizás el problema no fue tanto qué incluir, sino cómo seleccionar dentro de esa enormidad. En el caso de la gastronomía, tuvimos que hacer una selección bastante ajustada. En Occidente, cuando se dice “comida china” es como decir “comida europea”: se mete en una sola categoría algo que en realidad abarca un continente. En China, se suele hablar de nueve escuelas de cocina, cada una con sus sabores propios: el picante málà de Sichuán, la sutileza de Cantón y los mariscos frescos de la Costa Este. Pero esa división es imperial, y no alcanza a registrar los múltiples gustos populares que vienen ganando fuerza en la ciudad. Por ejemplo, la cocina de Yunnan, una provincia con la mayor diversidad étnica, donde abusan de la menta, los hongos y los sabores frescos. Un paraíso, básicamente. En lo gastronómico, incluimos una pequeña muestra de esa enormidad, intentando motivar al visitante que salga de los prejuicios sobre la cocina china.
La guía no solo ofrece información práctica, sino que también tiene un enfoque narrativo y visual. ¿Cómo trabajaron con los fotógrafos para lograr una mirada única de la ciudad?
Shanghái es un destino turístico impresionante, pero también sabe ser un hogar. Al momento de elegir las fotos me interesaba, de algún modo, responder a la imágenes despampanantes del formato de guía, pero también dar cuenta de esta ciudad descomunal hecha por personas que la construyen día a día. En ese sentido, yo ya conocía mucho el trabajo de los fotógrafos que seleccioné, así que me centré en encontrar un balance entre lo grandilocuente y el detalle cotidiano, que es lo que hace de esta ciudad un lugar entrañable. Es una ciudad muy juguetona en lo visual, es siempre una cosa y otra a la vez, es la siesta entre edificios de 100 pisos, las chicas vestidas de personajes en el jardín tradicional.
¿Qué consejos le darían a un viajero hispanohablante que visita Shanghái por primera vez y busca una experiencia auténtica más allá de los circuitos turísticos?
Es muy común encontrarse con gente que llega a China con un montón de ideas: sobre la vida, la comida, la gente. Y la verdad es que acá no hay nada fijo. En general, los que vienen con certezas la pasan mal. Esos que tienen todo un sistema armado de cómo deben ser las cosas, que ya tienen un discurso ideológico sobre China y quieren encontrar el fundamento de lo que ya saben. Se nota enseguida: a los tres meses ya te están tirando la posta.
Nosotros decimos que Shanghái desafía los esencialismos. No hay forma de definirla del todo. Y eso viene de algo muy profundo. Imaginate que la filosofía china no se construyó en torno al “ser”, como en Occidente, sino al dao, que significa “el camino”. Todo se mueve. Solo lo muerto está definido.
Nuestro principal consejo es ese: hay que venir con la cabeza abierta. Abrazar la diferencia. Esperar que las cosas no sean como las esperabas. Eso aplica tanto para la comida como para una exposición de arte o una charla en la calle. Shanghái es una ciudad que te cambia los planes, y si tenés un plan muy fijo, de seguro se va a frustrar.
Y otra cosa más: hay que venir preparado para pelearse con el celular. Acá todo pasa por el teléfono. Se paga, se viaja en subte, se navega, se pide comida. Estar sin conexión es, literal, quedarse afuera de lo social.
¿Qué papel juega el idioma en la experiencia de recorrer Shanghái? ¿Cómo abordaron en la guía la barrera del idioma para quienes no hablan chino?
Saber aunque sea un poco de chino cambia la experiencia. El chino es un idioma muy complejo que suele expulsar al visitante. Aprenderlo requiere años de práctica: sentarse, repetir trazos, memorizar tonos, y aun así, muchas veces no alcanza. Muchos caracteres cambian de sentido en la frase y a veces te pasa que reconoces palabra por palabra pero no tenés la menor idea de lo que están diciendo.
Y para hacerlo más interesante, Shanghái tiene su propio dialecto: el shanghaihuá. Si saludás a alguien en dialecto local, le arrancás una sonrisa segura. En la guía incluimos un apéndice con frases básicas en chino. Pero somos realistas: alguien sin entrenamiento difícilmente las pueda usar. En esos casos, lo mejor es recurrir al inglés. Siempre hay alguien, sobre todo entre los más jóvenes, que tuvieron inglés en el colegio, que te va a ayudar.
La guía menciona la creciente oferta cultural en español dentro de la ciudad. ¿Cuáles son las expresiones artísticas o eventos en español más destacados en Shanghái hoy en día?
Sin dudas, el espacio más destacado para la cultura en español en Shanghái es el Instituto Cervantes. Este centro promueve la lengua y la cultura hispana en la región, y el de esta ciudad se cuenta entre los más activos del mundo. Su programación incluye muestras de artes visuales, ciclos de cine, obras de teatro y encuentros literarios que buscan tender puentes entre autores hispanoamericanos y chinos.
Pero también hay otros espacios donde el español viene ganando lugar. Ya es la segunda lengua extranjera más estudiada en las aulas y universidades de China, y cada vez hay más artistas, escritores y gestores culturales de nuestra región que empiezan a incorporar a Shanghái dentro de sus circuitos internacionales.
Todavía es un fenómeno incipiente, pero la presencia del español en la vida cultural de la ciudad no para de crecer. Y con ella, también crece el interés en nuestra lengua, nuestras historias y nuestras maneras de mirar el mundo.
Para ustedes, después de este trabajo, ¿qué es lo que hace única a Shanghái y qué la convierte en una de las ciudades más fascinantes del mundo?
Para nosotros, Shanghái sigue siendo una ciudad inesperada, que siempre aspira a más y que nunca deja indiferente.
Datos extras
La guía es de distribución gratuita y puede descargarse en el siguiente enlace
Viene con una lista de Spotify con música de la ciudad. Se accede escaneando el código:




















