En este 28 de mayo una vez más el recuerdo nos traslada a aquel 28 de mayo de 1975, fecha grabada a fuego en la historia de Tucumán y del país: el combate de Manchalá. Un enfrentamiento desigual que, por su contexto y desenlace, sigue resonando con una fuerza particular. Al recordar ese episodio quiero reflexionar sobre la paradoja de la situación. Un nutrido grupo del Ejército Revolucionario del Pueblo se vio sorprendido y finalmente repelido por un puñado de soldados conscriptos. Jóvenes que, en ese momento, se encontraban realizando su servicio militar, cumpliendo una tarea en beneficio de la sociedad totalmente desprovista de confrontación, como era pintar una escuela. Uno no puede evitar imaginar la sorpresa, quizás la incredulidad, que debió embargar a los atacantes al ser contenidos por aquellos que, en principio, no representaban una amenaza directa ni estaban en posición de combate activo. ¿Qué habrá pasado por sus mentes al ver sus planes desbaratados por la inesperada resistencia de esos jóvenes, cuyo deber en ese momento era embellecer una escuela? La derrota en Manchalá, a manos de quienes aparentemente no eran combatientes preparados para la guerra, significó un golpe no solo táctico, sino también simbólico para el ERP. Un revés que cuestionaba su propia imagen de fuerza de combate y exponía la fragilidad de sus estrategias ante la determinación de soldados que defendieron su posición con los recursos a su alcance. Este recuerdo no busca glorificar la violencia, sino destacar la valentía y el coraje de aquellos jóvenes soldados que, ante la adversidad y la sorpresa, defendieron su integridad y frustraron los objetivos de un grupo considerablemente mayor. Su acción en Manchalá es un testimonio de la capacidad de resistencia que puede surgir en las circunstancias más inesperadas. Es importante que estas historias no se diluyan en el tiempo, que se recuerden en su crudeza y en sus particularidades, para comprender la complejidad de los años que marcaron nuestra historia reciente. El combate de Manchalá es un recordatorio de que la historia a menudo se escribe con trazos inesperados y que la determinación puede surgir incluso en el contexto más insospechado.
Humberto Solá Cánepa














