Una fría tarde de julio de 1985, Jorge Luis Borges caminaba por la peatonal Florida, acompañado por un jóven lazarillo, disfrutando del glamour de ese paseo con tiendas de lujo y prestigio. Pocos meses después, Borges murió en Ginebra y al mismo tiempo el esplendor de esa peatonal comenzó a migrar hacia otros barrios porteños. Hoy, si caminamos por allí, el paisaje es muy distinto: vendedores ambulantes, “arbolitos” que negocian dólares, peculiares artistas callejeros, tiendas de baratijas y puestos de diarios y revistas con estanterías cada vez más vacías. A esta transformación, la quisiera denominar: “Efecto Florida”. El “Efecto Florida”, silencioso pero constante, parece estar ocurriendo hoy en San Miguel de Tucumán. Sin darnos cuenta, debido a la lentitud del fenómeno, estamos presenciando una migración económica y habitacional hacia Yerba Buena. Esa hermosa ciudad crece ante nuestros ojos asombrados, multiplicando su oferta con la construcción de múltiples galerías de diseño, una oferta gastronómica estupenda y uno de los índices de construcción más altos del país. Mientras tanto, el centro tucumano parece seguir el mismo derrotero que la peatonal porteña: ha perdido elegancia y dinamismo. Y a consecuencia se han resentido sus tres valores esenciales: inmobiliario, comercial y simbólico. Aquel pulso urbano que marcaba el ritmo de la capital tucumana, hoy late con menos fuerza. Para revertir esta tendencia, es clave que el municipio y el sector privado trabajen de manera articulada, con una visión estratégica y renovadora. Recuperar la vitalidad del centro es posible si se apuesta por una urbe moderna, inclusiva y con identidad propia, capaz de honrar su enorme historia.
Carlos Isas Guillou
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