Luis Caputo, el ministro de Economía, se paró frente a un auditorio repleto de new libertarians -fanáticos del dogma “libertario”- y dio un discurso plagado de estadísticas dudosas en la realidad, pero incuestionables en la práctica: no se pueden rebatir porque no se puede preguntar.
El mensaje fue claro: esta vez es distinto. ¿Por qué? Porque ajustaron, porque el mercado hizo el trabajo sucio, porque ahora somos “benchmark” -es decir, un buen ejemplo- para el FMI. La fe reemplazó al argumento. El viernes, durante la charla de Caputo, lo técnico cedió ante lo retórico. Se pidió confianza, como si confiar dependiera de las palabras. Como si las promesas bastaran. “No me molesta que me hayas mentido; me molesta que no pueda volver a confiar en ti”, escribió Nietzsche. Y en economía, la confianza no es un aforismo; es un fundamento. Porque sin confianza, los modelos se anticipan, se frustran y fracasan. Y cuando fracasan, la cuenta la paga la micro.
Y la micro no es fungible. La micro es la persona. Es la familia. Es la empresa chica. Es ese “uno más uno” que te da los U$S 200.000 millones que Caputo necesita para remonetizar la economía. Si ese número no aparece, el orden obtenido desde lo macro pierde relevancia. Aunque no se nombraron, la palabra “médico” y la palabra “jubilado” deberían haber estado presentes.
Caputo habló de que los salarios subieron (y más del 200% en dólares). Bueno…sugerencia: miren siempre la segunda derivada, esa que muestra la fuerza del rebote. Y lo que se ve es que la recuperación se queda sin nafta. Aun así, aunque los salarios reales hayan vuelto a niveles de 2023, eso implica que antes cayeron. Y en ese valle se perdió ahorro, poder de compra y bienestar.
Franco Modigliani ganó un Nobel por explicar que se ahorra para suavizar el consumo a lo largo de la vida: se ahorra de joven, cuando uno es más productivo, y se desahorra de grande, cuando ya no puede trabajar. ¿Por qué? Porque hay que garantizar el consumo que dignifique el paso por la vida. Llevado a la coyuntura local: ante ingresos reales caídos y precios relativos que ajustaron -es decir, precios que subieron muy por encima del índice general y que son esenciales, como energía, educación, transporte- se consume mucho menos. Lo vemos en el agregado, en las mediciones de consumo de bienes no durables…pero hay consumos que no se pueden recortar. ¿Cómo se sostienen? Si no alcanza, con crédito o desahorrando. El desahorro se palpó fuerte en la oferta de dólares, y el dato no menor es que más del 91% de las familias argentinas hoy tiene algún tipo de crédito. Y con créditos extremadamente caros, es llamativo que el banco se fondee al 30% y preste al 108%. ¿Esto es un proxy de algo? ¿Son solo malas decisiones financieras? ¿Es el costo de cuatro años de alta nominalidad? ¿O hay riesgo de crédito?
Si bien debería ser mínimo, es cierto lo que dice el ministro: la profundidad del sistema financiero argentino es mínima comparada con otras regiones. China presta el 150% de su PBI; Argentina, históricamente, el 4%. Hoy está cerca del 9%. ¿Es importante para crecer? Sí, si financia inversión y no gasto corriente.
La confianza no se decreta. Se construye desde la coherencia entre lo que se dice, lo que se hace y lo que se vive. Y hoy, esas tres variables siguen desalineadas. El error es pretender que quien no lo siente, lo sienta solo desde el discurso. Establecer qué viene a futuro es difícil, porque hay mucho ruido imposible de disociar de cara a octubre. Me parece interesante tratar de inferir lo que podría pasar con los salarios reales a corto plazo.
Cuando la inflación es un problema, las paritarias siempre son forward looking (es decir, se ajusta pensando en el futuro). Si ese futuro no se anticipa bien o resulta peor de lo esperado, y no se logra un buen ajuste salarial, entonces los salarios reales caen, como hasta ahora. El escenario actual es más backward looking (mirando hacia el pasado). El gobierno afirma que la inflación está controlada, y cuando eso ocurre, la negociación tiende a centrarse más en recuperar lo perdido. Ese proceso será prolongado en una Argentina donde los salarios no paran de caer desde 2016, al menos. La productividad del trabajador se la llevó la brecha, sin dudas. Es importante que, como en economías desarrolladas, los ajustes tiendan a ser forward looking, incorporando objetivos de inflación y aumentos en la productividad. Esto resulta vital en un contexto de ajustes heterogéneos y arbitrarios.





















