Cada 21 de junio, cuando el hemisferio sur vive su noche más larga, se celebra el solsticio de invierno, un fenómeno astronómico que muchas culturas han asociado a rituales de renovación, fertilidad y protección. Aunque en América Latina la fiesta más popular vinculada a este momento del año es la Noche de San Juan —cuya fecha litúrgica, curiosamente, cae el 24 de junio—, la coincidencia con el solsticio alimentó desde tiempos precolombinos una mezcla de creencias paganas y tradiciones cristianas.
Según el mito más extendido, durante la noche del solsticio “se abren los portales” entre mundos y la naturaleza se carga de una energía especial. En algunos pueblos del noroeste argentino, se cree que los animales pueden hablar, que es posible ver el futuro si se mira en un espejo a la medianoche, o que los deseos lanzados al fuego tienen más chances de cumplirse. En Europa, sobre todo en España y Portugal, las fogatas en las playas y los saltos rituales sobre las brasas también tienen un origen ancestral vinculado al culto solar.
Más allá de las leyendas, el solsticio es un evento real y predecible: marca el punto exacto en que el Sol alcanza su posición más baja en el cielo del hemisferio sur, provocando el día más corto del año. A partir de esa fecha, las horas de luz comienzan a incrementarse. Civilizaciones como la inca o la mapuche realizaban ceremonias en honor al sol en esta misma época del año, como el Inti Raymi o el We Tripantu, festividades que celebran el retorno del ciclo solar con cantos, comidas comunitarias y agradecimientos a la naturaleza.
Con el tiempo, muchas de estas prácticas se resignificaron o se sincretizaron con el calendario cristiano, dando lugar a celebraciones como la Noche de San Juan. Aunque no todos los mitos tienen base científica, su persistencia en la cultura popular revela la necesidad humana de encontrar sentido en los ciclos naturales. Entre verdades astronómicas y relatos mágicos, el solsticio de invierno sigue siendo, para muchos, una noche para encender fuegos, pedir deseos y mirar el cielo con esperanza.




















