Ayahuasca, pirañas y la selva apabullante: un viaje que merecía ser contado

Daniel Chiummiento llegó a Tucumán para presentar “Ese viejo río que va”, libro en el que narra sus experiencias en el Amazonas peruano. “Hay una armonía que nace de una cosmovisión milenaria. No es la lógica occidental de extraer y consumir, sino de integrarse amorosamente al entorno”, destacó.

“ESE VIEJO RÍO QUE VA”. El arquitecto escribió un libro con su experiencia. fotos gentileza daniel chiummiento “ESE VIEJO RÍO QUE VA”. El arquitecto escribió un libro con su experiencia. fotos gentileza daniel chiummiento

Nadar entre pirañas, internarse en lo más profundo de la selva, emprender el viaje sensorial que implica la ceremonia de la ayahuasca... Todo eso vivió Daniel Chiummiento durante una travesía por el Amazonas peruano, experiencia a la que sintetiza con un par de adjetivos: increíble y apabullante.

Como los clásicos cronistas de viajes, Daniel trasladó ese relato a un libro: “Ese viejo río que va”, al que presentó el viernes pasado en el Centro Cultural Virla. Significó además un reencuentro con amigos de toda la vida, ya que Chiummiento cursó los primeros años de la Facultad de Arquitectura en Tucumán.

Durante una entrevista con LA GACETA, brindó detalles sobre esa aventura exploratoria por un territorio tan atractivo y desafiante. Navegó en un viejo buque de pasajeros por las caudalosas aguas del río Amazonas, recorrió los mercados desbordantes de Iquitos y se perdió entre los misterios de la selva tropical, escuchando el eco de los monos aulladores mientras tucanes y papagayos surcaban el cielo.

- ¿Cuál es tu vínculo con Tucumán y por qué decidiste presentar el libro acá?

- Mi relación con Tucumán es mágica. Nací en Arroyo Seco, pero completé la escuela en Rosario y al salir hice el servicio militar. En 1981, sin saber por qué exactamente, decidí venir a Tucumán. Fue el año anterior a Malvinas; de hecho, cuando empezó la guerra, el 2 de abril del 82, me reincorporaron al Ejército y tuve que volver a Rosario. Estuve cuatro meses, sin llegar a ir al frente, pero siempre con la incertidumbre de si partíamos o no. Luego regresé a Tucumán, donde completé el primer año de la carrera de Arquitectura, hice el segundo y después me volví a Rosario.

“ESE VIEJO RÍO QUE VA”. El arquitecto escribió un libro con su experiencia. fotos gentileza daniel chiummiento “ESE VIEJO RÍO QUE VA”. El arquitecto escribió un libro con su experiencia. fotos gentileza daniel chiummiento

- ¿Qué recuerdos te quedaron de esos años en Tucumán?

- Fueron dos años maravillosos. La Facultad, los amigos, los compañeros… Hice amistades que perduran hasta hoy. Hace unos 10 años nos reencontramos con los compañeros del ingreso del 82, y desde entonces he vuelto varias veces a las reuniones anuales. Tucumán es casi mi tercer lugar en el mundo. Tengo un cariño enorme por su gente, y creo que ese afecto es recíproco.

- ¿Cuáles son tus otros dos lugares?

- Arroyo Seco, donde nací, y Rosario, donde formé mi familia y vivo desde hace 42 años. Amo Rosario, es una ciudad hermosa, de una escala ideal. Pero el trato no es el mismo. Vengo de un pueblo, donde la calidez es otra, y encontré esa misma calidez en Tucumán. Rosario tiene algo más áspero, quizá por su cercanía con Buenos Aires, por esa influencia.

- Hablemos de los viajes, que son claramente una de tus pasiones.

- Sin duda. Por eso me fui a Tucumán, por ese impulso de moverme, de conocer. Me encanta viajar. Cuando estoy en viaje, me siento en mi lugar. Incluso la incomodidad del viaje me resulta una zona de confort. Puedo seguir viajando indefinidamente, no me canso.

- ¿Y escribís mientras viajás?

- Sí. De hecho, la escritura del libro empezó por ese lado. Teníamos un grupo de WhatsApp con mis amigos tucumanos donde compartíamos anécdotas. Empecé a escribir las mías y vi que gustaban. También publicaba crónicas en Facebook mientras recorría Latinoamérica. Al sur del río Bravo conozco todos los países. La repercusión de esas crónicas fue muy buena, y eso me motivó a escribir el libro.

LO SALVAJE. En su viaje, estuvo con especies que no están domesticadas. LO SALVAJE. En su viaje, estuvo con especies que no están domesticadas.

- ¿Cómo definirías al Amazonas? ¿Qué te generó estar ahí?

- Es un mundo completamente distinto. Yo soy de la Pampa Húmeda, del centro del país, una región muy occidental. Tucumán ya me pareció otro mundo, pero el Amazonas -al menos el peruano, que fue el que conocí- es un universo aparte. Iquitos, donde hice base, es una ciudad de 500.000 habitantes, pero su vínculo con la naturaleza es completamente diferente. Me impactó ver cómo las personas conviven en pie de igualdad con ese entorno exuberante.

- ¿Cómo describís la experiencia de la selva desde lo sensorial?

- Es apabullante. Una naturaleza desbordante. Al principio, el paisaje te deslumbra por su belleza y exuberancia. Pero lo más fuerte fue ver cómo los habitantes de la selva conviven con esa naturaleza sin intentar dominarla. Hay una armonía que nace de una cosmovisión milenaria. No es la lógica occidental de extraer y consumir, sino de integrarse amorosamente al entorno.

- Desde lejos, muchas veces se habla de esos lugares como “atrasados”. ¿Qué pensás de eso?

- Creo que es al revés. Es nuestra civilización la que está atrasada, al haber perdido esa armonía con el entorno. Ellos viven en equilibrio con la naturaleza, mientras nosotros abusamos de los recursos. Y ojo, hoy la tecnología llega a todos lados. En la selva más aislada, los chicos tienen acceso a internet. El “atraso” es un prejuicio nuestro.

- En el libro relatás una experiencia fuerte: la ceremonia de la ayahuasca. ¿Qué podés contar sobre eso?

- Es uno de los capítulos que más me emocionan, el 15. Participé de una ceremonia con un chamán y dos europeos, en una cabaña en medio de la selva. Yo soy curioso, pero con ciertos límites. Había leído y visto algo sobre la ayahuasca, y decidí participar. Fue una experiencia profundamente hermosa. Tuve alucinaciones, sí, pero totalmente conscientes, como me habían advertido. Vi a seres queridos fallecidos, reviví pesadillas de mi infancia. Pero todo fue vivido con una emoción tan intensa que lloré de alegría. Fue una de las experiencias más conmovedoras de mi vida.

VIVIR EN ARMONÍA. El autor se vinculó con los animales desde el respeto. VIVIR EN ARMONÍA. El autor se vinculó con los animales desde el respeto.

- ¿Y luego de eso seguiste escribiendo?

- Sí. Tanto me marcó esa experiencia que me animé a tomar un taller de redacción con una poeta rosarina. Cuando leyó ese capítulo, me preguntó si conocía a Carlos Castaneda. Lo conocía solo de nombre, por Luis Alberto Spinetta. Pero luego leí “Las enseñanzas de Don Juan” y noté ciertas similitudes: ese cruce entre experiencia mística, droga ritual y narrativa introspectiva.

- También narrás encuentros con la fauna amazónica. ¿Cómo fue esa experiencia?

- Increíble. En una excursión por la reserva Pacaya Samiria, donde el Amazonas se desborda e inunda las tierras bajas, hice un recorrido con otros viajeros. Una tarde, después de caminar por la selva, el guía nos dijo que podíamos nadar. Me tiré sin dudarlo. Al salir, el guía nos contó que ese río estaba lleno de pirañas, y que él mismo tenía una cicatriz de un ataque. Nos lo dijo después, por suerte… Si me lo decía antes, quizás no me metía. Pero fue inolvidable.

- ¿Cuándo hiciste ese viaje y cuánto tiempo duró?

- Fue en enero de 2020, justo un mes antes de que se declarara la pandemia. En principio quería hacer un viaje circular: Rosario-Lima, de allí a Pucallpa, seguir por el Amazonas hasta Manaos y llegar a Belém. Pero por razones laborales solo tenía un mes disponible, así que acoté el plan y llegué hasta Iquitos. Fue un viaje en solitario.

Ayahuasca, pirañas y la selva apabullante: un viaje que merecía ser contado

- ¿Y cómo fue viajar solo, después de tantos viajes acompañado?

- Al principio dudé. Siempre viajé con Alejandra, mi compañera. Pero esta vez ella no quiso ir a la selva. Me costó decidirme, pero después recordé mis viajes de soltero por el norte y me animé. Viajar solo te abre de otra manera: te conectás más con el entorno, con la gente. La experiencia es muy distinta, mucho más intensa.

- ¿Qué te pasa con el libro ahora que está publicado?

- Me ha dado muchas alegrías. Disfruté muchísimo escribirlo. Pero sobre todo me emociona cuando alguien lo lee y se interesa, me comenta, me pregunta. A veces uno publica un libro y la gente lo compra solo por compromiso. Pero yo insisto: quiero que lo lean, que lo disfruten. Está escrito en un lenguaje muy coloquial, muy accesible. Y, por suerte, quienes lo han leído me dicen que es entretenido, que atrapa.

- ¿Y por qué recomendarías visitar el Amazonas?

- No es para todo el mundo. Hay gente que prefiere el confort, el descanso programado. Está perfecto. Pero a quienes les gusta la aventura, salir de la zona de confort, les diría que no se pierdan la selva. Sobre todo los que, como yo, crecimos viendo a Tarzán y jugando en baldíos. Es como cumplir un sueño infantil. Además, la Amazonía tiene algo único: hay pueblos en medio de la selva. Es una mezcla de exuberancia y humanidad difícil de olvidar.

LA ENTRADA A LA NATURALEZA. En 2000 Daniel Chiummiento se internó en la selva amazónica peruana en una navegación que conmovió su vida. LA ENTRADA A LA NATURALEZA. En 2000 Daniel Chiummiento se internó en la selva amazónica peruana en una navegación que conmovió su vida.

Perfil  
Arquitecto, escritor y viajero

Arquitecto de profesión, carrera que comenzó en Tucumán a fines de la dictadura militar y donde mantiene viejos afectos, Daniel Chiummiento vive y desarrolla su profesión en Rosario junto a su esposa Alejandra y sus tres hijos, a punto de ser abuelo. “Ese viejo río que va” es su libro de crónicas del recorrido realizado en solitario, a sus 60 años y hace un lustro, por la Amazonía peruana. Fue publicado por la editorial rosarina CR y lanzado en abril.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios