España está atravesando uno de los comienzos de verano más extremos registrados en sus aguas. En plena primera ola de calor del verano 2025, el mar también vive su propio récord: las temperaturas del agua han alcanzado máximos históricos, con anomalías de casi siete grados por encima de la media en el Mediterráneo y de hasta cinco en el Cantábrico oriental.
Según los datos de Puertos del Estado, la boya de Dragonera (Baleares) alcanzó los 30,5 °C el pasado 30 de junio, un valor sin precedentes para ese mes, en el que normalmente se registran 24 °C. Esta misma boya ya ostenta el récord absoluto de temperatura marina en España, con 31,87 °C en agosto de 2024.
La situación no es menos preocupante en el Cantábrico. Boyas como la de Bilbao-Vizcaya marcaron 24,4 °C el 5 de julio, y en Gijón se alcanzaron 20,1 °C el 2 de julio, valores que superan ampliamente las medias históricas y que son más propios de finales del verano.
La experta del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo (CEAM), Samira Khodayar, advierte al sitio 20Minutos.es: “Tenemos temperaturas propias del mes de agosto, estamos en un territorio desconocido”. Según explica, el Mediterráneo se está calentando un 20% más rápido que otras zonas del planeta, y su geografía cerrada lo convierte en especialmente vulnerable al cambio climático.
El impacto de estas olas de calor marinas no se limita al agua. Aumentan la humedad ambiental, generan más noches tropicales —con mínimas por encima de los 20 °C— y reducen el alivio nocturno, afectando la calidad del sueño y la salud, especialmente entre los grupos más vulnerables. “El cuerpo humano tiene un límite. No estamos preparados para soportar temperaturas tan elevadas de forma continua”, advierte Khodayar. Mar Gómez, doctora en Físicas y responsable de meteorología en eltiempo.es, añade al mismo medio que “las noches tórridas afectan a la concentración, el rendimiento cognitivo y el estado de ánimo”.
Desde la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) confirman que esta tendencia al alza es generalizada en todas las aguas españolas. En Baleares, por ejemplo, el aumento entre 1940 y 2024 fue de 1,3 °C, más del doble que en Finisterre (0,6 °C) o Canarias (0,7 °C).
Los efectos ambientales son también alarmantes: un mar más cálido potencia las olas de calor, agrava las sequías y dispara el riesgo de incendios forestales. Ecosistemas frágiles como las praderas de posidonia, los corales y las algas se ven seriamente amenazados. Además, el exceso de vapor en la atmósfera puede intensificar fenómenos meteorológicos extremos como lluvias torrenciales, granizo y tormentas, especialmente si coinciden con una DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos).
“Las olas de calor marinas y atmosféricas no actúan por separado. Cuando coinciden, se potencian entre sí”, explica Khodayar. “Estamos viendo un cambio radical: cada vez los veranos son más largos, con primaveras y otoños que se acortan. Y lo más preocupante es que no sabemos dónde está el límite”.
Las previsiones a largo plazo dependerán de la dinámica atmosférica. Aunque a corto plazo podría haber una leve bajada de temperaturas debido a vientos del norte, expertos como Justino Martínez, del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC, advierten que el mar sigue calentándose porque la atmósfera está más caliente. “Es la atmósfera la que manda”, concluye.
Lo cierto es que, en palabras de los especialistas, España se adentra en un nuevo paradigma climático, con consecuencias que ya no pertenecen al futuro, sino al presente.




















