Las frutas, y su impacto real en la economía

Si bien en los análisis tradicionales se les reconoce un aporte, muchos aspectos clave no son considerados.

Las frutas, y su impacto real en la economía
26 Julio 2025

Cuando se analiza la economía de un país se incluye la fruticultura, debido a su aporte a la producción, a la exportación y a la generación de empleo. Sin embargo, existen muchos otros factores de gran relevancia que este sector aporta al bienestar de la comunidad y del país, los cuales suelen ser ignorados o poco conocidos. “Estos aspectos -económicos y sociales- deberían ser considerados para otorgarle al sector la verdadera importancia que merece”, indicó Betina Ernst, de Topinfo.

Sin dudas la fruticultura es de las actividades que más empleo genera, superando ampliamente a otras actividades agrícolas, industriales o comerciales. Según un reciente trabajo de Conicet-INTA: unas 1.000 hectáreas de frutas generan empleo para 1.000 personas; es la segunda actividad con más ocupados -después del algodón-, y un pequeño a mediano productor emplea a no menos de dos familias cada 10 hectáreas. A este empleo directo se suma el indirecto, que se genera por las actividades secundarias: producción de insumos (riego, mallas, agroquímicos, material de embalaje), transporte, logística y comercialización. En las zonas frutícolas una buena o mala cosecha repercute en toda la economía de la región.

Pero la necesidad de una gran cantidad de trabajadores -una fortalece del sector- es, a la vez, su principal debilidad. Cada vez es más complejo y difícil gestionar tantos trabajadores. La fruticultura dejó ser una actividad atractiva para trabajar; se redujo a las personas dispuestas a pasar el día al aire libre, con pocos servicios y haciendo actividad física. A esto se suman los trabajadores golondrinas, con su problemática propia.

Esta situación, común en el mundo, impulsó la búsqueda de mayor tecnificación de las labores, que reemplacen o reduzcan la mano de obra. El costo laboral y la forma en que cada región o país aborda esta cuestión son factores decisivos para determinar el éxito o fracaso en la producción.

La fruticultura, en su mayoría, es llevada a cabo por pequeñas y medianas empresas; las grandes, multinacionales son la minoría. Esto convierte a la actividad en una fuente de inclusión laboral y social, lo que promueve asentamientos familiares y demanda servicios -educación, salud, transporte-.

La dedicación y cuidado que pone el productor, propietario de la finca, resultan fundamentales para obtener frutas de calidad. De hecho, las mejores frutas provienen des emprendimientos medianos, manejados por sus dueños. El fruticultor vive con pasión su labor y, con orgullo, considera que no hay fruta en el mundo mejor que la suya.

No solo la producción, sino también el comercio se presenta muy diversificado. Participan muchas empresas; la mayoría, medianas.

La fruta es un producto agrícola que conecta fácilmente con la gente y genera emociones positivas. Es atractiva, colorida, hay para todos los gustos y épocas del año; incluso, hay cierto romanticismo. En muchas culturas simboliza abundancia, fertilidad y generosidad de la naturaleza. Por eso, se la usa frecuentemente en campañas publicitarias, ya que capta mejor la atención que otros productos agrícolas -no es lo mismo publicitar una galletita con un grano de centeno que con una manzana-. Y en campañas que alertan sobre el peligro del uso de agroquímico es común que se usen imágenes de frutas, aunque no sean el cultivo involucrado, por su mayor impacto visual.

También es frecuente que la fruta sea símbolo de identidad regional. En general, la población se siente orgullosa de sus frutas. Asociar al Valle del Río Negro con las manzanas o la localidad de Los Antiguos con las cerezas es mucho más atractivo que asociarla con otra actividad, como la minería.

En la Argentina el consumo de frutas anual muestra una preocupante tendencia a la baja: de 51 a 46 kilos kg por habitante, la mitad de lo recomendado por la Asociación Mundial de la Salud. Esta evolución coincide con un deterioro general en la calidad de la alimentación y con el aumento de enfermedades asociadas -obesidad, diabetes, colesterol alto, hipertensión y ciertos tipos de cáncer-. Esto encendió alarmas en los Gobiernos, que empezaron a implementar políticas para enfrentar la “pandemia del exceso de peso”, aunque con resultados pobres, por ahora.

Fomentar el consumo de fruta debería ser una política de Estado. Además de impulsar el desarrollo de una región, mejoraría la salud de la población y representaría un ahorro significativo del gasto público destinado a salud y a seguridad social. También se reducirían las ausencias en el trabajo por motivos de salud, y mejoría la calidad de vida de toda la sociedad.

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