NO LO PUEDE CREER. Federico Murillo recibió la tarjeta roja y dejó al "Santo" con diez jugadores. Foto de Ariel Carreras/ESPECIAL PARA LA GACETA.
Chau, chau, adiós. La ilusión de pelear hasta el final por el segundo ascenso a la Primera división tuvo vuelo corto para San Martín, aterrizó de lleno en el oeste del Conurbano Bonaerense. Obligado a ganarle a Deportivo Morón para avanzar a cuartos, el equipo de Mariano Campodónico puso actitud, pero le faltó fútbol. El 0-0 lo condenó a una nueva temporada en la Primera Nacional.
“Puede ser positivo no definir de local”. La extraña definición del entrenador del “Santo” tras el empate con San Miguel no tuvo correlato en la realidad. De hecho, en todas las canchas los clasificados a la segunda fase del reducido fueron los anfitriones, aquellos que gozaban de ventaja deportiva. El choque en Morón no fue la excepción, más allá de que el local no tuvo una buena noche y la visita, con un hombre menos durante algo más de una hora, estuvo a tiro de clasificación hasta el final.
Ya se sabía en la previa que el conjunto de Walter Otta había hecho del “Nuevo Francisco Urbano” una fortaleza, con 11 victorias y apenas dos derrotas en sus 17 partidos como local en la fase regular. Y San Martín, que durante el ciclo de Ariel Martos había cosechado muchos puntos a domicilio, bajo el reinado de Campodónico venía sufriendo lo opuesto: cero puntos, resultado de dos empates y tres caídas en cinco cotejos.
Así las cosas, el partido jugado bajo condiciones climáticas inesperadas para la época -frío y viento- fue un baño de realidad para el “Santo”. Para esta verdadera final, Campodónico no cambió su política habitual: optó por volver a jugar con cuatro en el fondo y metió cinco cambios en relación con el que presentó en Los Polvorines. Entre otros, volvieron los laterales Federico Murillo y Hernán Zuliani.
El “Gallito” salió a presionar alto, de entrada pareció no querer confiar en su ventaja deportiva. Tanto que a la visita le llevó más de cinco minutos cruzar la mitad de la cancha. Pasado el vendaval, San Martín se fue acomodando y mejoró su cara. Empezó a enhebrar pases y esa conectividad lo fue aproximando al arco defendido por Julio Salvá. Incluso Martín Pino estuvo a centímetros de impactar la pelota para romper el cero.
Con todo, quizá el desenlace de la historia comenzó a escribirse apenas pasada la media hora inicial, con esa jugada que acabó con la roja a Federico Murillo (y también a Campodónico).
El error compartido por el lateral y Tiago Peñalba de ir juntos a una misma pelota aérea costó caro: el ex Ferro terminó derribando a Fabricio Sanguinetti cuando se escapaba para quedar cara a cara con Sand. Último recurso y expulsión.
Ahora, con un hombre menos, San Martín tenía que ir por la gesta. Y el polifuncional Ulises Vera, ahora marcador por derecha, se animó y con un remate de media distancia que casi amarga a los aproximadamente 20.000 presentes. El joven mostró el camino: con el césped mojado por la lluvia y en malas condiciones por la seguidilla de partidos (el “Nuevo Francisco Urbano” es una de las sedes de la Copa Libertadores femenina) había que probar.
En verdad, los hinchas del “Gallito” se fueron al entretiempo con una mueca de preocupación, no estaba siendo una buena noche de su equipo (que pocas horas antes había sufrido la baja de Pablo Ferreira, operado de apendicitis).
A San Martín le quedaban poco más de 45 minutos para seguir con vida, y parte de esa supervivencia se resolvería en el vestuario, en la charla técnica y las decisiones -o no- que tomaría Campodónico para quemar los últimos cartuchos.
El entrenador no movió el banco. Y Morón prolongó el desenlace, porque Sanguinetti “se comió” un gol increíble y a continuación el equipo de Otta se empeñó en extender la vida de su rival.
Cambios que no surtieron efecto
La gente se impacientaba por la imprecisión de los suyos. El partido ya era a todo o nada. Mucho más cuando llegaron los cambios: primero Nicolás Castro y Juan Cruz Esquivel, después Aarón Spetale y Gonzalo Rodríguez. En otras palabras, la visita puso toda la carne al asador, aunque no consiguió generar ni una sola situación de gol.
Con diez, San Martín murió de pie. Pero la idea era no morir, y menos tan pronto.






















