ENTREGA. El pilar tucumano Hasan, símbolo de liderazgo, disputó su último partido con Los Pumas en el triunfo ante Francia por el tercer puesto del Mundial 2007.
No puedo creer que ya pasaron 18 años. El tiempo voló. Llegué al Mundial 2007 después de haber sido titular indiscutido en mi puesto durante todo el proceso anterior. Hice una gran preparación, estaba muy bien física y mentalmente. Sin embargo, en los primeros partidos ni siquiera aparecía entre los suplentes.
Ya estando en el Mundial, hablé con los entrenadores. Siempre tuve una relación muy respetuosa, pero también sincera, con ellos. Les preguntaba por qué no estaba, qué debía mejorar, por qué no me consideraban. Me explicaron que no estaba en los planes, que incluso habían pensado en no llevarme al Mundial. Pero como me vieron tan bien en la preparación, no podían dejarme afuera. Tenían razón. Ahí entendí que estuve muy cerca de quedarme sin mi tercer Mundial y que debía pelearla como nunca.
Ese primer partido, en el que no estuve ni en el banco, fue muy especial. Tenía muchos amigos de Toulouse enfrente y lo viví con sentimientos encontrados. Recuerdo que estaba con Ben Sinclair, gran jugador del equipo francés, que tampoco había sido convocado para ese debut. Ganar ese partido fue una alegría enorme; creo que nadie lo imaginaba. Era el partido inaugural del Mundial y, viendo en perspectiva, hay que entender el contexto: en 1999 habíamos jugado el partido de apertura contra Gales y lo perdimos por poco. En 2003 nos tocó contra Australia, en el Estadio Olímpico de Sidney, con casi 100.000 personas. Hicimos un gran primer tiempo, pero después se nos fue.
En 2007, el primero no lo jugué, pero fui al banco en el segundo, y luego me gané la titularidad en los dos siguientes. Martín Scelzo era el titular indiscutido, un gran jugador y el futuro del puesto. Pero se lesionó contra Sudáfrica y ahí me tocó entrar. Jugué casi todo el partido y desde entonces no solté el lugar.
El duelo por el tercer puesto fue mi despedida. Ya intuía que ese sería mi último Mundial y mi última vez con Los Pumas. Tenía 36 años y, aunque podría haber seguido un poco más, sabía que venía otra generación empujando. Además, ya tenía otros proyectos personales. Ese partido fue muy especial: hice un try en mi último encuentro con Los Pumas, nada menos que en el Parque de los Príncipes, un estadio mítico del fútbol y del rugby, donde alguna vez se jugó el Cinco Naciones.
Fue una despedida perfecta, por todo lo que representaba Argentina para mí, pero también por lo que significaba Francia, un país que me dio mucho. Claro que me hubiese gustado retirarme en Argentina, con mi gente, con el público, pero eso quedó como una deuda pendiente. Mi vida siguió acá en Francia, y aunque a veces me agarra la nostalgia, entiendo que son cosas que no se pueden volver atrás.
Jugué con Los Pumas desde 1992, pasé por varias generaciones y cerrar mi carrera de esa manera fue un orgullo enorme. Hacer un try, ganar con contundencia y subirme al podio en un Mundial fue una conclusión soñada. Nadie imaginaba que terminaríamos terceros. Hasta hoy, esa posición sigue siendo histórica.
Creo que nuestra generación marcó un antes y un después, aunque las siguientes lograron cosas impresionantes: ganarle dos veces a los All Blacks, vencer a Australia… Cada grupo dejó su huella. Nosotros abrimos un camino, ellos lo siguieron y lo agrandaron.
Fue una etapa muy importante de mi vida. Me emocionó, me hizo feliz. A pesar de la distancia, sigo siendo uno de los primeros hinchas de Los Pumas y, sobre todo, de las primeras líneas. Fue una conclusión hermosa para mi carrera, tal como la había imaginado, aunque uno nunca sabe cuándo llega ese momento final.





















