Florencia Labat en Tucumán: cómo renació el tenis femenino argentino y el impacto del WTA 125
La ex tenista y actual vicepresidenta de la Asociación Argentina de Tenis habló sobre el crecimiento en los últimos años, el rol de Tucumán en el nuevo calendario y el proyecto que llevó a cinco argentinas al top 200.
PROYECTO DEFINIDO. Labat dejó en claro que el gran objetivo es que varias tenistas argentinas puedan llegar a integrar el top 100 mundial. Foto de Benjamín Papaterra
Florencia Labat camina por Lawn Tennis. Ella ya atravesó todos los escenarios posibles: la tensión de una final, la emoción de una medalla y el vértigo de los viajes sin fin. Pero también lleva consigo algo más profundo; la certeza de que el tenis argentino -especialmente el femenino- está, otra vez, floreciendo. Y la prueba más clara es el WTA 125, que se está disputando en nuestra provincia.
No es la primera vez que pisa esta tierra. Décadas atrás, cuando los reflectores apuntaban a Gabriela Sabatini y la Fed Cup convocaba multitudes, Labat integraba aquel equipo que hizo vibrar a Tucumán. El recuerdo, dice, sigue intacto: el sol sobre el polvo de ladrillo, el murmullo del público, el ruido de las pelotas y la sensación de estar representando algo más que a una misma. Aquella escena fue una promesa cumplida de juventud; esta, una confirmación de que los ciclos pueden renacer.
Hoy, convertida en vicepresidenta de la Asociación Argentina de Tenis (AAT) y subcapitana del equipo de la Billie Jean King Cup, ocupa un lugar distinto, pero no menos intenso. Ya no empuña la raqueta, pero sigue peleando puntos; desde la gestión, desde la convicción y desde el deseo de que las nuevas generaciones tengan las oportunidades que a ella le costaron tanto construir.
Hace siete años, Agustín Calleri y Mariano Zabaleta la convocaron para sumarse a un proyecto que buscaba reestructurar el tenis nacional. Labat dudó al principio -venía de otros ritmos, de su vida familiar y de la distancia-, pero el desafío la encendió. El tenis femenino, según sentía, había quedado huérfano de torneos, de visibilidad y de rumbo. “Sentía que estaba muy caído, que había pocas jugadoras y casi ningún torneo. Les dije ‘si le van a dar importancia al tenis femenino, me sumo’. Me aseguraron que sería prioridad, y así fue”, recuerda. Así fue como volvió al juego, no desde el saque o la volea, sino desde la gestión y el compromiso.
Junto a Mercedes Paz, su compañera en esta nueva etapa y amiga de toda la vida, comenzó a delinear un camino que hoy se traduce en hechos concretos: 12 torneos profesionales en el país (10 confirmados para el año que viene), un calendario fijo para las categorías formativas y el año pasado lograron hacer que cinco jugadoras argentinas estuvieran dentro del top 200 -Nadia Podoroska, Solana Sierra, Lourdes Carlé, Julia Riera y Martina Capurro-, algo que hasta hace pocos años parecía una utopía.
Ese avance, cuenta con orgullo, no fue casualidad. Requirió planificación, recursos, escucha y una red de entrenadores y clubes comprometidos. En paralelo, surgió un programa Sub-10, diseñado para que los chicos empiecen a competir antes y sientan el deporte como un juego compartido, no como una carga solitaria. Tucumán, una vez más, fue parte de esa historia: aquí se celebró uno de los primeros torneos nacionales de la categoría, símbolo del nuevo semillero argentino.
Labat habla del presente con la serenidad de quien entiende que las verdaderas transformaciones no ocurren de un día para el otro. Ve a las chicas competir, sufrir, ganar y perder, y reconoce en cada una de ellas la misma pasión que alguna vez la empujó a recorrer el mundo con una raqueta como pasaporte. Sabe lo que implica el esfuerzo, el costo emocional, la incertidumbre de una carrera que depende tanto de la cabeza como del talento. Por eso, cuando las ve en cancha, siente que está ahí también: acompañándolas, sosteniéndolas desde otro lugar.
“Cuando jugaba, sentía que tenía el control. Ahora sufrimos con cada una de las chicas, porque sabemos todo lo que les cuesta llegar a un torneo, lo que significa para ellas. Tratamos de ayudarlas, de que estén bien. Pero cuando juegan dos argentinas, somos neutrales: queremos que gane la que mejor juega”, dice.
En unos días, el foco se trasladará a Córdoba, en donde el equipo argentino disputará los playoffs de la Billie Jean King Cup (ex Fed Cup) frente a Eslovaquia y Suiza. El equipo capitaneado por Mercedes Paz estará integrado por las mejores raquetas del país, esas que representan el presente y el futuro del tenis nacional. Labat sabe que el reto es grande, pero también que cada paso dado tiene un valor simbólico: el de demostrar que la distancia con la elite puede acortarse con trabajo, paciencia y fe.
Su recorrido personal -que la llevó a ser número 1 del mundo junior en 1990, alcanzar el puesto 26° en el ranking WTA, ganar siete títulos profesionales, participar en tres Juegos Olímpicos y colgarse la medalla dorada en los Panamericanos de Mar del Plata 1995- podría marcar el cierre perfecto de una carrera ejemplar. Pero para ella, lejos de ser un punto final, fue el inicio de una nueva etapa. Comprendió que su generación había abierto senderos, y que ahora la tarea era consolidarlos para las que venían detrás: transformar la experiencia en legado.
En esta visita, la acompañó su hija, que está a punto de graduarse como abogada. La coincidencia es simbólica: mientras una se prepara para defender causas en los tribunales, la otra continúa defendiendo las del deporte. Madre e hija caminan juntas por el club; una observa con orgullo, la otra aprende sin necesidad de discursos. Entre ambas se traza un hilo invisible, hecho de valores que el tenis enseña sin pronunciar una sola palabra: esfuerzo, respeto y constancia.
“Vine con mi hija, que está por recibirse de abogada. Me pareció una buena idea venir juntas a trabajar. Ella juega al tenis de forma social, y fue lindo compartir esto con ella, mostrarle parte de mi historia y del lugar que tanto me dio”, cuenta.
El presente la encuentra entera, serena y apasionada. Mira a las jugadoras argentinas con orgullo, las abraza en cada triunfo y las contiene en la derrota. A veces, dice entre risas, se sufre más afuera que adentro. Pero en el fondo sabe que la recompensa es más grande: ver crecer lo que una ayudó a sembrar.
El objetivo que tiene Labat para el tenis femenino de Argentina
“Queremos que nuestras jugadoras lleguen al top 100, que tengan un calendario estable, que se sientan acompañadas”, señala. Pero más allá de los rankings, lo que verdaderamente busca es consolidar una cultura: la de un tenis femenino argentino que se mire al espejo sin nostalgia, con identidad y esperanza.
Tucumán, esa provincia que alguna vez la vio representar la bandera en la Fed Cup, hoy la recibe como símbolo de continuidad. Entre recuerdos y nuevos comienzos, Labat camina otra vez por las mismas canchas, pero ahora con una mirada distinta; la de quien entiende que el verdadero triunfo no está en levantar un trofeo, sino en ver cómo otros aprenden a hacerlo.




















