LA GACETA / OSVALDO RIPOLL
En el Tucumán Open, una de las figuras más regulares y experimentadas del circuito WTA volvió a hacerse notar. Despina Papamichail, la griega de 32 años que hoy ocupa un lugar dentro del top 200 del ranking mundial (aunque supo alcanzar el puesto 143), se metió entre las cuatro mejores del certamen tras eliminar a rivales de peso: la húngara Panna Udvardy, la australiana Tina Smith y la argentina Jazmín Ortenzi. Su consistencia y fortaleza mental la llevaron hasta las semifinales, donde enfrentará a la ucraniana Oleksandra Oliynykova, en busca de una nueva final que consolide su cierre de temporada.
Instalada desde hace años en España, Papamichail combina la madurez deportiva con una serenidad que solo da el tiempo. “El clima acá es muy caluroso, muy húmedo -dice -. Venimos de jugar en altura, con clima seco, así que hace mucho calor. Pero nos estamos adaptando, bebiendo mucho y estamos bien”. La frase sale entre risas, aunque no deja de marcar una realidad: Tucumán recibió al WTA 125 con temperaturas que rozan los 35 grados, un desafío físico extra para quienes vienen de giras europeas.
De Grecia a España, un viaje sin retorno
Su historia es también la de muchas jugadoras griegas que debieron emigrar para poder vivir del tenis. Nació en Préveza, una ciudad pequeña, en el seno de una familia trabajadora: su madre Eleni, empleada bancaria ya jubilada, y su padre Kostantinos, ex funcionario público. Empezó a jugar a los ocho años y desde entonces el deporte se volvió parte de su vida. “Me mudé a los 17 –recuerda-. Pero todos los tenistas griegos lo hacen como fue el caso de María (Sakkari) y Stéfanos (Tsitsipas) Nadie se formó en Grecia”.
El motivo no es económico sino estructural. “Hay muy poca gente que jugaba al tenis –explica-. Es cierto que con Stéfanos y María el tenis tuvo un boom, hay mucha más gente que juega ahora, pero no es un país con mucho profesionalismo. No hay suficientes pistas, entrenadores ni apoyo. Nosotros tuvimos que mudarnos fuera del país. Es muy difícil, la gente o deja de jugar o se va al college”.
La escuela española
El destino le ofreció una puerta: un torneo junior en la Academia de Juan Carlos Ferrero. Desde entonces no se detuvo. Actualmente trabaja bajo la guía del entrenador Germán Ojeda, con el preparador físico Borja Carabias y la psicóloga Lucía Jiménez, un equipo que la acompaña en la búsqueda de su mejor versión. Su golpe preferido es el revés, un movimiento que mezcla precisión y elegancia, y que suele utilizar como carta de control en los momentos decisivos.
La vida de una jugadora en el circuito tiene poco de glamur. Papamichail lo asume con naturalidad. “La vida del tenista es un poco estar todo el día en el club. Además, es final de año, estamos un poco cansadas y preferimos descansar en el tiempo libre para estar preparadas para los partidos. Si te soy sincera, no vi nada de Tucumán. Estoy acá, luego una buena cena y a descansar”, detalla.
A pesar de esa rutina nómade, mantiene un lazo firme con su familia. “Sí, esta cruz es de mi madre -dice al señalar un pequeño colgante que lleva siempre-. Somos muy religiosos en Grecia, y como estoy muy lejos de ellos, es como tenerlos cerca. Soy una persona muy familiar, y esto me conecta con ellos”. La tecnología, confiesa, ayuda a acortar las distancias: “Ahora puedo hablar todos los días con ellos, eso es lo bueno”.
Sin límites
A sus 32 años, Despina Papamichail vive un presente de madurez. Sabe que el tenis profesional es una carrera de resistencia más que de velocidad, y que cada torneo representa una oportunidad de crecimiento. “Este torneo en Tucumán es un primer paso –asegura-, pero mi sueño es seguir creciendo. El objetivo de cada tenista es llegar lo más arriba posible: el top 100, el top 50. No hay límites. Quiero ser la mejor versión de mí misma y llegar lo más alto posible”.
Mientras tanto, su andar sereno por el Lawn Tennis refleja esa mezcla de experiencia, fe y deseo que la sostiene desde hace más de dos décadas. En cada revés hay algo más que técnica: está la convicción de quien dejó su país, su idioma y su hogar, para seguir persiguiendo una pasión que no conoce fronteras.




















