NOVELA: LOS HERALDOS NEGROS / ABEL POSSE - (Verbum – Madrid)
Novela póstuma, Los heraldos negros es quizás una de las más intensas, barrocas y fascinantes ficciones de Abel Posse, quien, por desdicha, no tuvo la suerte de los que podemos asistir hoy a la lectura maravillada de esta obra cumbre. El título, tomado obviamente del gran poema de César Vallejo (Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!), nos anticipa el tono de este gran libro, que viene a completar la “Tetralogía del Descubrimiento”, referida a la conquista de América: Daimón (1978), Los perros del paraíso (1983), El largo atardecer del caminante (1992). Abel venía concibiendo esta historia desde hace más de 40 años.
Un poco a la manera de El nombre de la rosa de Umberto Eco, el escenario donde transcurre Los heraldos negros está poblado de monjes y seminaristas, mitos, leyendas y tradiciones, algunas perversas y simoníacas y otras pobladas de santos y de mártires. Su prosa irradia un magnetismo de maligno poder expresivo, un lenguaje de bella, profana y lúbrica osadía.
“De ahora en más todo sería susurros y gemidos, crujir de esfínteres y balanceo pélvico. Satán así lo quería. Ave”. Y sigue: “Anochecía. Sobrevendría lo peor. Ya se adivinaba el profundo hedor de semen que humedecía todas las sotanas”.
El más desinhibido Posse no reprime al final de su largo atardecer del caminante, “la presencia y la torva expresión de las iglesias sumergidas, la nueva rebeldía del Cristo en ojotas y con taparrabos de arpillera. Ese Cristo tan opaco y sombrío como la vida de los pueblos imperializados. Los teólogos de Roma –ante la noble y terrible parábola de la “Kastratzia”- tenían que comprender que Dios nace o renace casi con rabia en los ámbitos de la indigencia y la frustración”.
El protagonista de la historia es “el seminarista sin vocación Walter Sergius”. ¿Qué vio? “Arrinconada contra el muro de granito, el alma trataba de hacerse oír como podía. Ni siquiera un susurro, más bien un gemido de gorrión apretado en el puño de un gladiador”. De esta forma, la novela de Abel Posse avanza con parsimonia: “Según lo que Sergius aprendía, se aparecían para seguir insistiendo en la vida, como si no hubiesen escarmentado o ya no supiesen cómo son las cosas”. Y más adelante: “Allí estaba la Hembra, venida con la floración del mes más cruel, como una perversa sobrina de Botticelli, escapada del límite rectangular del provocador cuadro que guardaban los Medici en su Palazzo”.
De pronto, estalló Antinori, súbito poeta:
“-¡Oh pútridos, amados licores de la noche! ¡Entrepiernas, estrellas, oh valle Tenebrarum¡ ¡Ardiente temblor y dulce ruina de las almas! ¡Oh embriagantes licores de pútrida fornicación! Por instantes la Hembra parece elevar con unción consagratoria ese grial diaboli”.
En efecto, como lo señalan los compiladores de esta novela del gran Posse –Roberto H. Esposto y Romain Magras-: “Los heraldos negros cuenta la aventura exaltante y la odisea pantagruélica del misionero jesuita Walter Sorgius, al mismo tiempo que despliega la visión rocambolesca de la gesta imperial Occidental en América”.
© LA GACETA
PERFIL
Abel Posse fue escritor y diplomático. Traducida a 17 idiomas, dentro de su obra se destacan novelas como Daimón, Los perros del paraíso, El viajero de Agartha, El largo atardecer del caminante y Los cuadernos de Praga. Obtuvo, entre otros reconocimientos, el Rómulo Gallegos, el V Centenario, el Konex y el Premio de Novela de la Academia Argentina de Letras. Murió en 2023.












