foto del diario Panorama de Santiago del Estero
Según una vieja leyenda del hockey, Las Leonas tienen un punto débil: son alérgicas a los “tulipanes naranjas”. Se dice que estas flores, originarias de Países Bajos, desprenden un polen que no les quita valentía ni el instinto cazador, pero sí les entumece los reflejos, les apaga la explosión y las obliga a moverse con una lentitud ajena a su naturaleza. En Santiago del Estero, el mito se hizo realidad. Apenas sintieron el aroma neerlandés, las argentinas se vieron superadas, confundidas, sin la ferocidad habitual. No hubo modo de encontrar una barrera frente a los efectos de la “flor maldita”. Y, como marca el cuento, no pudieron cazar a su presa: cayeron 4-0 en el Estadio Provincial en la tercera fecha de la Pro League.
Las garras del equipo de Francisco Ferrara fueron inútiles frente al polen neerlandés. Es curioso que, durante los primeros minutos, Las Leonas parecían no sufrir ningún efecto. Estaban rápidas, ágiles, peligrosas… Julieta Jankunas, incluso, estuvo a punto de sorprender y dar la primera mordida del partido. Si no hubiese sido por los grandes reflejos de Anne Veenendal, probablemente la historia se hubiese modificado por completo. Una tarjeta verde a Brisa Brusseger en un córner corto sería el primer aviso de que Las Leonas no tendrían la noche que esperaban o, por lo menos, no estaban con la suerte de su lado.
La primera enferma con la “gripe de los tulipanes” sería Agustina Gorzelany. La defensora, que es un bastión para el equipo de Francisco Ferrara, cometió un penal sobre Joosje Burg. Frédérique Matla tomó la responsabilidad, se paró al frente de Cristina Cosentino y anotó el 1-0 en los últimos segundos del primer cuarto.
Matla, asimismo, continuaría difundiendo la gripe: al inicio del segundo cuarto, sacó un potente remate que significó el 2-0. Y si bien María José Granatto hizo una jugada de ensueño y sacó un remate peligroso, Veenendal sería la verduga de la noche santiagueña. Freeke Moes y Pien Dicke anotaron los dos tantos restantes.
Sobre el final del partido, el clima tomó protagonismo. Poco a poco, empezó a correr demasiado viento y luego se largó una lluvia que obligó a la árbitra a tomar la decisión de suspender y finalizar el partido a cuatro minutos del cierre.
Pese a la lluvia, al viento y a la frustración acumulada, el diagnóstico quedó claro antes del pitazo definitivo: Las Leonas siguen siendo un equipo feroz, pero cada vez que se cruzan con el aroma de los “tulipanes naranjas”, algo en su maquinaria se altera. No es miedo, no es falta de convicción. Es esa alergia inexplicable que les adormece el filo y les nubla el instinto.
La Pro League recién empieza y la leyenda dice que toda alergia, con tiempo, puede encontrar su antídoto. Tal vez este golpe sea el primer paso. Tal vez, en el próximo cruce, Las Leonas descubran cómo cazar aun cuando el polen neerlandés vuelva a flotar en el aire. Por ahora, solo queda aceptar lo evidente: en Santiago del Estero, la “flor maldita” volvió a florecer.






















