Accidentes y crisis en una versión de Romeo y Julieta

MALA SUERTE. “Romeo y Julieta” tuvo muchas complicaciones antes del estreno. ARCHIVO LA GACETA MALA SUERTE. “Romeo y Julieta” tuvo muchas complicaciones antes del estreno. ARCHIVO LA GACETA
15 Febrero 2009
La maldición que cayó sobre las familias Montesco y Capuleto llegó a Tucumán varios siglos después, en 2000, con una adaptación del clásico de Shakespeare escrita y dirigida por Oli Alonso, actual director del teatro Alberdi. Fue una puesta signada por la mala suerte durante el proceso previo al estreno, y tuvo que sortear muchos obstáculos que, en un principio, vaticinaban un desenlace trágico.
"Se había creado una expectativa bárbara, era el segundo Julio Cultural y la Universidad había puesto muchos recursos y esfuerzos en la obra. Era un musical que implicó una puesta gigantesca con una gran escenografía y un elenco multitudinario, jóvenes en su mayoría, montado en el escenario del teatro Alberdi", relató Alonso.
El primer inconveniente surgió 20 días antes del estreno. Una de las actrices -que interpretaba nada menos que a Julieta-, entró en crisis. "Tuvo una especie de bloqueo, decía que no podía actuar, lloraba todo el tiempo, no sé qué le pasó exactamente, pero la tuvimos que reemplazar sobre la marcha", relató Alonso. Superado el percance y con las cosas ya encausadas, durante un ensayo una bailarina se esguinzó un tobillo, a sólo una semana del estreno; como última opción recurrieron a la coreógrafa, que a partir de allí tuvo que estar al frente del ballet y bailar. "Para rematar, -continuó el director- un actor se resbaló y se cayó a la fosa orquestal del teatro durante el ensayo final. Lo peor es que no estaba subido sólo al escenario sino a una estructura que se elevaba un metro y medio por encima de este". La altura de la caída fue de 4,5 metros, el equivalente al primer piso de edificio. "Por suerte el actor sólo se golpeó", narró.
Y así, después de tantos traspiés, la obra se estrenó y, contrariamente a los malos augurios, resultó una puesta paradigmática por el furor que causó entre chicos y grandes. "Lo que vino después fue algo nunca visto en Tucumán. Se creó una especie de histeria colectiva entre la gente. En esos momentos no teníamos los problemas post Cromagnón y en la sala había más de 1.000 personas que se agolpaban por entrar, y hasta tuvimos que llamar a una ambulancia porque hubo desmayos", recordó Alonso.
Es que, entre los 25 actores, los que representaban a Romeo y a Paris eran dos jóvenes que resultaron muy atractivos para las señoritas de la platea. "¡Se armó un club de fans! A la salida de las funciones los chicos se encontraban con admiradoras después de cada función con remeras impresas con sus caras, era algo descomunal en Tucumán", se admiró el autor.

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