26 Marzo 2011
La familia Aiziczon espera novedades, pero el rastro de los acusados se enfrió en pocas horas
La Policía dice que cuenta con el nombre de los miembros de una pareja que estaría vinculada con el asesinato del profesor de tenis. Se mantiene firme la versión de que el homicidio fue por una infidelidad, pero no descartaron aún otras probabilidades.
HACIA LO PEOR. La bioquímica Moyano (segunda desde la derecha), les explica al fiscal, al jefe y al subjefe de Policía lo que halló dentro del auto. LA GACETA / FRANCO VERA
"Nosotros vamos a hacer todo lo posible para que el alma de Pablo descanse en paz. Y cuando decimos todo, es todo. Esto no va a quedar impune". En la familia Aiziczon el dolor es lacerante. Ninguno de sus integrantes principales, la madre Susana y los hermanos Paola y Fernando logran entender qué pasó entre el lunes a la siesta, cuando Pablo desapareció, y el miércoles a la mañana, cuando su cuerpo fue dejado dentro de su propio auto en un pasaje del barrio Horco Molle.
Hasta la noche del miércoles, la familia tenía expectativas. Les habían dado a entender que estaban sobre pistas firmes y que podía haber novedades pronto. Pero el paso de las horas y el hermetismo contra el que chocaron desde ayer a la mañana los exaspera. "Decían que tenían pistas, pero no pasa nada. No entendemos", dijo uno de ellos al hablar con LA GACETA. Incluso ayer hablaron con el fiscal Carlos Albaca, quien no les dio ninguna noticia que les permitiera esperanzarse en que el caso se esclarecería pronto.
Según se pudo saber, la Policía tiene como principal hipótesis un crimen por una infidelidad. A Pablo lo habrían sorprendido con una mujer y lo golpearon en la nuca, provocándole aparentemente un desmayo. Pero por el momento no se puede saber si en realidad cayó víctima de una trampa. Existe la posibilidad de que él hubiera llamado a la mujer, ya identificada como Claudia, para repetir el encuentro que ya habían mantenido con anterioridad, o si fue ella quien lo invitó a una casa, presuntamente ubicada en el barrio Horco Molle.
Aparentemente el hombre llegó a ese domicilio minutos después de las 14.40, y debía estar en el club Unidad Sionista a las 15.10, ya que le había dicho a uno de los alumnos que retrasaría el inicio de la clase hasta esa hora. Pero jamás llegó a la sede deportiva.
La preocupación
A la hora convenida su hermano comenzó a llamarlo y a mandarle mensajes de texto, pero no obtuvo ninguna respuesta. Otros familiares, más tarde, trataron de comunicarse con él, pero el teléfono pasaba directamente a casilla de mensajes. Pero la verdadera alarma se encendió a la 1 del martes cuando VirginiaMarcolongo, con quien Aiziczon vivía en un edificio del centro de la capital llamó a la familia para decirles que Pablo no aparecía.
Todos comenzaron entonces a buscar en la Policía y en los hospitales, pero nadie sabía nada del profesor de tenis, por lo que se hizo la denuncia.
El martes la noticia se difundió por las radios y la Policía conformó un equipo para buscarlo. Incluso se llegó a pensar en utilizar el helicóptero a partir del miércoles, teniendo en cuenta que el auto tampoco aparecía.
El miércoles a la mañana, varios vecinos que salían hacia su trabajo en el barrio Horco Molle vieron el auto estacionado y llamaron a los familiares y a la Policía. A las pocas horas se confirmó que el cuerpo que estaba en el asiento trasero era el de Pablo Aiziczon. El hombre tenía las manos atadas, y lo habían envuelto con una media sombra, verde de un lado y negra del otro, de las que se usan para tapar piletas. Además, por arriba, le habían colocado una colcha. Los asesinos habían intentado prenderle fuego al interior del rodado, para lo cual lo rociaron con combustible y luego arrojaron un fósforo al interior. Pero como el auto quedó herméticamente cerrado, la falta de oxígeno apagó las llamas.
Los disparos
Durante la autopsia se confirmó que Aiziczon tenía un fuerte traumatismo en el cuello, y por eso se considera que lo atacaron desde atrás, sin darle tiempo a defenderse. Además tenía un disparo en la mano y otro que le había atravesado el cuerpo, y que ingresó desde la espalda. Los médicos indicaron que fueron efectuados con una pistola de grueso calibre, aparentemente calibre 45.
Lo que llama la atención es el tiempo que mantuvieron oculto el cuerpo. Si lo mataron la misma tarde del lunes, decidieron esperar hasta el miércoles para que lo descubrieran. Aún no se sabe cuánto tiempo pasó desde que le quitaron la vida hasta que lo encontraron.
En principio se creyó que se trataba de un crimen con tintes mafiosos, y esta hipótesis aún no fue descartada del todo. El disparo en la mano habría significado que había tocado algo que no debía. Se manejaron versiones acerca de un problema con un "apretador" que hace unos tres años lo habría amenazado al descubrirlo con su esposa, o un problema financiero derivado de su actividad como concesionario de la cantina del anfiteatro Monumental, donde Joaquín Sabina actuó el jueves de la semana pasada. Pero una serie de rastros descubiertos por los peritos le dieron un giro a la investigación.
Según determinaron los técnicos, en la colcha que estaba dentro del auto quedaron evidencias que servirían para esclarecer el caso. Allí encontraron manchas de semen, además de un cabello largo de mujer (teñido de color castaño) y un vello púbico, también femenino. En el acto los policías lo relacionaron con la llamada que el hermano de Pablo había hecho al chequear los últimos números con los que se había comunicado el profesor de tenis, que le fueron informados por la empresa prestadora de servicios. En uno de esos números lo atendió una mujer que se identificó como Claudia, pero que al saber que quien la llamaba era de la familia Aiziczon cortó en el acto y no volvió a encender el teléfono. Algunos amigos comentaron que efectivamente Pablo habría estado manteniendo una relación con una joven de ese nombre. El titular de la cuenta telefónica era un tal Jorge Luis Borges y vivía en calle Larrea al 1.700. Pero cuando fueron a chequear no encontraron ni a Claudia ni al tal Borges. Luego supieron que la actual pareja de la mujer se llamaba efectivamente Jorge (se desconoce el apellido), que sería un "patovica" que muchas veces se habría hecho pasar por policía para obtener trabajos como vigilante privado.
Sin embargo, a pesar de contar con los nombres, hasta anoche no habían logrado dar con ninguno de ellos. En ese sentido algunos policías se mostraron cautelosos ya que les llama la atención que los homicidas (si se cuenta tanto al hombre como a la mujer) hubieran sido tan descuidados como para dejar tantas pistas en la colcha y no descartan que hayan "plantado" pruebas.
Mientras tanto, la familia espera respuestas. Al cierre de esta edición, las fuentes consultadas se mostraron expectantes, y advirtieron que estaban cerca. Pero nadie podía asegurar qué tan cerca.
Hasta la noche del miércoles, la familia tenía expectativas. Les habían dado a entender que estaban sobre pistas firmes y que podía haber novedades pronto. Pero el paso de las horas y el hermetismo contra el que chocaron desde ayer a la mañana los exaspera. "Decían que tenían pistas, pero no pasa nada. No entendemos", dijo uno de ellos al hablar con LA GACETA. Incluso ayer hablaron con el fiscal Carlos Albaca, quien no les dio ninguna noticia que les permitiera esperanzarse en que el caso se esclarecería pronto.
Según se pudo saber, la Policía tiene como principal hipótesis un crimen por una infidelidad. A Pablo lo habrían sorprendido con una mujer y lo golpearon en la nuca, provocándole aparentemente un desmayo. Pero por el momento no se puede saber si en realidad cayó víctima de una trampa. Existe la posibilidad de que él hubiera llamado a la mujer, ya identificada como Claudia, para repetir el encuentro que ya habían mantenido con anterioridad, o si fue ella quien lo invitó a una casa, presuntamente ubicada en el barrio Horco Molle.
Aparentemente el hombre llegó a ese domicilio minutos después de las 14.40, y debía estar en el club Unidad Sionista a las 15.10, ya que le había dicho a uno de los alumnos que retrasaría el inicio de la clase hasta esa hora. Pero jamás llegó a la sede deportiva.
La preocupación
A la hora convenida su hermano comenzó a llamarlo y a mandarle mensajes de texto, pero no obtuvo ninguna respuesta. Otros familiares, más tarde, trataron de comunicarse con él, pero el teléfono pasaba directamente a casilla de mensajes. Pero la verdadera alarma se encendió a la 1 del martes cuando VirginiaMarcolongo, con quien Aiziczon vivía en un edificio del centro de la capital llamó a la familia para decirles que Pablo no aparecía.
Todos comenzaron entonces a buscar en la Policía y en los hospitales, pero nadie sabía nada del profesor de tenis, por lo que se hizo la denuncia.
El martes la noticia se difundió por las radios y la Policía conformó un equipo para buscarlo. Incluso se llegó a pensar en utilizar el helicóptero a partir del miércoles, teniendo en cuenta que el auto tampoco aparecía.
El miércoles a la mañana, varios vecinos que salían hacia su trabajo en el barrio Horco Molle vieron el auto estacionado y llamaron a los familiares y a la Policía. A las pocas horas se confirmó que el cuerpo que estaba en el asiento trasero era el de Pablo Aiziczon. El hombre tenía las manos atadas, y lo habían envuelto con una media sombra, verde de un lado y negra del otro, de las que se usan para tapar piletas. Además, por arriba, le habían colocado una colcha. Los asesinos habían intentado prenderle fuego al interior del rodado, para lo cual lo rociaron con combustible y luego arrojaron un fósforo al interior. Pero como el auto quedó herméticamente cerrado, la falta de oxígeno apagó las llamas.
Los disparos
Durante la autopsia se confirmó que Aiziczon tenía un fuerte traumatismo en el cuello, y por eso se considera que lo atacaron desde atrás, sin darle tiempo a defenderse. Además tenía un disparo en la mano y otro que le había atravesado el cuerpo, y que ingresó desde la espalda. Los médicos indicaron que fueron efectuados con una pistola de grueso calibre, aparentemente calibre 45.
Lo que llama la atención es el tiempo que mantuvieron oculto el cuerpo. Si lo mataron la misma tarde del lunes, decidieron esperar hasta el miércoles para que lo descubrieran. Aún no se sabe cuánto tiempo pasó desde que le quitaron la vida hasta que lo encontraron.
En principio se creyó que se trataba de un crimen con tintes mafiosos, y esta hipótesis aún no fue descartada del todo. El disparo en la mano habría significado que había tocado algo que no debía. Se manejaron versiones acerca de un problema con un "apretador" que hace unos tres años lo habría amenazado al descubrirlo con su esposa, o un problema financiero derivado de su actividad como concesionario de la cantina del anfiteatro Monumental, donde Joaquín Sabina actuó el jueves de la semana pasada. Pero una serie de rastros descubiertos por los peritos le dieron un giro a la investigación.
Según determinaron los técnicos, en la colcha que estaba dentro del auto quedaron evidencias que servirían para esclarecer el caso. Allí encontraron manchas de semen, además de un cabello largo de mujer (teñido de color castaño) y un vello púbico, también femenino. En el acto los policías lo relacionaron con la llamada que el hermano de Pablo había hecho al chequear los últimos números con los que se había comunicado el profesor de tenis, que le fueron informados por la empresa prestadora de servicios. En uno de esos números lo atendió una mujer que se identificó como Claudia, pero que al saber que quien la llamaba era de la familia Aiziczon cortó en el acto y no volvió a encender el teléfono. Algunos amigos comentaron que efectivamente Pablo habría estado manteniendo una relación con una joven de ese nombre. El titular de la cuenta telefónica era un tal Jorge Luis Borges y vivía en calle Larrea al 1.700. Pero cuando fueron a chequear no encontraron ni a Claudia ni al tal Borges. Luego supieron que la actual pareja de la mujer se llamaba efectivamente Jorge (se desconoce el apellido), que sería un "patovica" que muchas veces se habría hecho pasar por policía para obtener trabajos como vigilante privado.
Sin embargo, a pesar de contar con los nombres, hasta anoche no habían logrado dar con ninguno de ellos. En ese sentido algunos policías se mostraron cautelosos ya que les llama la atención que los homicidas (si se cuenta tanto al hombre como a la mujer) hubieran sido tan descuidados como para dejar tantas pistas en la colcha y no descartan que hayan "plantado" pruebas.
Mientras tanto, la familia espera respuestas. Al cierre de esta edición, las fuentes consultadas se mostraron expectantes, y advirtieron que estaban cerca. Pero nadie podía asegurar qué tan cerca.
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