14 Abril 2011
LA GACETA / ANALIA JARAMILLO
Pasó audiencias enteras leyendo la Biblia. Lloró cuando mencionaron su relación con el juez Héctor Agustín Aráoz. Le gritó "asesino" a Darío Pérez. Las 35 jornadas de juicio le alcanzaron y hasta le sobraron a la ex agente Ema Gómez para demostrar cuán impredecible es.
Hasta sus salidas del recinto son caóticas. Tras cada audiencia, un grupo de policías escolta a la acusada hasta un taxi, como si se tratara de una estrella de rock asediada por fanáticos.
Pero ahora que el juicio entra en su recta final, Ema Gómez cambió de perfil. Se muestra distendida; se ríe cuando algunos de los abogados "chicanea" a otro; y hasta se animó a salir de su autoencierro.
El martes, charló en la puerta del Colegio de Abogados con las mujeres que acompañan cada día al ex comisario Rodolfo Domínguez. Fue la primera vez que caminó por la vereda durante un cuarto intermedio.
Ayer, junto a una amiga, se sentó en un bar de Congreso al 400. Hasta tuvo tiempo de fumar un cigarrillo en la calle. Algo cambió en Ema Gómez. Por lo menos, su actitud es distinta. Eso sí, todavía no habla con los medios de prensa.
Hasta sus salidas del recinto son caóticas. Tras cada audiencia, un grupo de policías escolta a la acusada hasta un taxi, como si se tratara de una estrella de rock asediada por fanáticos.
Pero ahora que el juicio entra en su recta final, Ema Gómez cambió de perfil. Se muestra distendida; se ríe cuando algunos de los abogados "chicanea" a otro; y hasta se animó a salir de su autoencierro.
El martes, charló en la puerta del Colegio de Abogados con las mujeres que acompañan cada día al ex comisario Rodolfo Domínguez. Fue la primera vez que caminó por la vereda durante un cuarto intermedio.
Ayer, junto a una amiga, se sentó en un bar de Congreso al 400. Hasta tuvo tiempo de fumar un cigarrillo en la calle. Algo cambió en Ema Gómez. Por lo menos, su actitud es distinta. Eso sí, todavía no habla con los medios de prensa.
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