Por Carlos Páez de la Torre H
25 Octubre 2011
En enero de 1861, llegaron a Buenos Aires los restos del general Juan Lavalle, recibidos con grandes ceremonias. Era la época en que la Confederación y el Estado de Buenos Aires estaban inmersos en la pugna que concluiría en setiembre, en la batalla de Pavón.
El joven tucumano Nicolás Avellaneda, entonces periodista de "El Nacional", aprovechó para divisar un mensaje de unión en el arribo de la urna. Afirmó que, si se suprimían "el culto del pasado, la religión de las tumbas" en el país, "la patria argentina no existiría". Y recordó que los cristianos antiguos, en tiempos de la persecución, "solo se reconocían unidos y hermanos por la memoria de sus mártires".
Del mismo modo, escribía, los argentinos seguimos formando una nación, porque nos ligan "los lazos santos" de sentimientos que los combates oscurecen pero no borran. "Somos una nación porque en medio de las divisiones que a cada momento nos separan, nos sentimos, sin embargo, ligados por los vínculos que estrecharon a nuestros padres". Y "no nos atrevemos a desgarrar y dividir la patria que ellos crearon con su pensamiento y fundaron con su sangre".
"Somos una nación porque tributamos al pasado el mismo culto; porque desde el Plata hasta Bolivia y hasta los Andes, todos levantamos la frente para saludar al mismo sol, todos la inclinamos para reverenciar los mismos recuerdos y derramar llanto sobre las mismas tumbas". Y si, "arrastrados por no sé qué fatalidad, no podemos dar un paso sin perdernos en nuevas discordias, unámonos a lo menos para santificar la memoria de nuestros ilustres muertos".
El joven tucumano Nicolás Avellaneda, entonces periodista de "El Nacional", aprovechó para divisar un mensaje de unión en el arribo de la urna. Afirmó que, si se suprimían "el culto del pasado, la religión de las tumbas" en el país, "la patria argentina no existiría". Y recordó que los cristianos antiguos, en tiempos de la persecución, "solo se reconocían unidos y hermanos por la memoria de sus mártires".
Del mismo modo, escribía, los argentinos seguimos formando una nación, porque nos ligan "los lazos santos" de sentimientos que los combates oscurecen pero no borran. "Somos una nación porque en medio de las divisiones que a cada momento nos separan, nos sentimos, sin embargo, ligados por los vínculos que estrecharon a nuestros padres". Y "no nos atrevemos a desgarrar y dividir la patria que ellos crearon con su pensamiento y fundaron con su sangre".
"Somos una nación porque tributamos al pasado el mismo culto; porque desde el Plata hasta Bolivia y hasta los Andes, todos levantamos la frente para saludar al mismo sol, todos la inclinamos para reverenciar los mismos recuerdos y derramar llanto sobre las mismas tumbas". Y si, "arrastrados por no sé qué fatalidad, no podemos dar un paso sin perdernos en nuevas discordias, unámonos a lo menos para santificar la memoria de nuestros ilustres muertos".























