Por Daniel Fernández
26 Octubre 2011
TROFEOS QUE ENORGULLECEN. "Correr es lo mejor, uno se siente liviano", sentenció el superatleta. LA GACETA / FOTO DE ALVARO MEDINA
Camila, de tres años, ingresa corriendo a la casa de su abuelo Lorenzo Escobar, de 97; lo hace acompañada de su sobrina, Virginia, de cinco años, bisnieta de don Lorenzo. Sorprendidas por la presencia del camarógrafo y el periodista de LA GACETA, se hacen las tímidas. Mientras el longevo monterizo dialoga con las visitas, ellas se acercan calladas para abrazarlo: Camila se ubica a la izquierda y Virginia, a la derecha. La escena emociona y la impresión que deja es que Camila y Virginia tienen en común algo más que un parentesco: el gran amor que sienten por don Lorenzo.
"Ellas me acompañan siempre", cuenta el veterano atleta, mientras se le ilumina la cara de orgullo al posar junto a las niñas. Mientras sus pequeñas princesas lo abrazan o le acomodan la campera, Lorenzo cuenta que todavía le duelen las chuncas debido a la exigente competencia en el último campeonato de atletas masters realizado en tierras salteñas.
El orgullo de Monteros corre desde los 95 años y ya ha ganado 17 medallas entre torneos nacionales (La Pampa, Mar del Plata y Salta) y el Sudamericano de Chile.
Va camino a los 98 años, es locuaz y tiene una gran lucidez. Aún recuerda cuando era joven y desde Los Sosa, donde se crió, caminaba varios kilómetros, cruzando ríos, con frío y heladas, para pelar caña en los surcos del sur. Su memoria no falla y precisa que en 1934 dejó de fumar. "Fumaba cigarrillos en chala uno detrás de otro. Hasta que un día me dije: cómo seré de bárbaro para fumar así. Y no fumé más, hasta la fecha. Gracias a Dios yo solo lo he dejado", recuerda
Don Lorenzo, además de ser longevo, tiene una familia numerosa con 13 hijos (cinco fallecieron), 29 nietos y 30 bisnietos, repartidos entre Tucumán, Rosario y Buenos Aires. Gran parte de su vida la desarrolló en Monteros, donde se jubiló como obrero de la ex Obras Sanitarias. Carlos, el menor de sus hijos, y mentor de su incipiente carrera deportiva, aún recuerda cuando lo veía, con más de 70 años, cavando zanjas, rompiendo con un pico el pavimento o jugando al fútbol.
La gran fortaleza que despliega don Lorenzo motivo a Carlos a insistirle en que participara de las competencias para veteranos. En 2009 por fin se animó, se preparó y se consagró campeón en 100 y 200 metros en La Pampa, además de ganar medallas en las postas de 4x100 y 4x400 metros.
"Correr es lo mejor, porque uno se siente bien, el cuerpo se pone liviano", explica sobre los beneficios que le trajo disparar (como él define las competencias de atletas veteranos).
Un buen locro
Otros de sus secretos para llegar a los 97 años en buen estado de salud es comer de todo. "Lo que no como hace mucho es locro", dice con añoranza. Recuerda que su madre le hacía siempre mazamorra y locro. Destaca que el maíz es el mejor alimento para tener fuerzas. Tampoco falta en su mesa un vino. Señala que al mediodía toma "un vasito" y que a la noche sólo bebe agua. "Pero si es comida frita, tomo un poquito más de vino", agrega, mientras suelta una carcajada para celebrar su pícaro comentario.
No está en sus planes parar y planea seguir compitiendo para la Asociación Tucumana de Atletas Masters, junto a sus amigos Manuel Rajas (97 años) y Efraín Wachs (93). "Mientras pueda voy a seguir corriendo", asegura con ilusión y alegría. "Cuando andemos medio gambeteando ya no", dice lanzando una risotada, haciendo gala, nuevamente, de su buen humor.
Sus hijos, nietos y bisnietos lo adoran; para el pueblo de Monteros es un héroe y un ejemplo de vida. Al regresar de Chile lo recibieron con una caravana y le rindieron honores como ciudadano ilustre.
"Jamás en la vida pensé en correr y ganar premios, nada, nunca", dice, con una profunda sencillez. Durante toda su vida Lorenzo sólo supo de trabajar duro, muy duro, para mantener a su numerosa familia, pelando cañas en invierno o cavando zanjas para instalar el servicio de agua y cloacas. Mientras que ahora, si las chuncas se lo permiten, quiere seguir disparando en los torneos de veteranos, sólo para que su familia se sienta orgullosa.
"Ellas me acompañan siempre", cuenta el veterano atleta, mientras se le ilumina la cara de orgullo al posar junto a las niñas. Mientras sus pequeñas princesas lo abrazan o le acomodan la campera, Lorenzo cuenta que todavía le duelen las chuncas debido a la exigente competencia en el último campeonato de atletas masters realizado en tierras salteñas.
El orgullo de Monteros corre desde los 95 años y ya ha ganado 17 medallas entre torneos nacionales (La Pampa, Mar del Plata y Salta) y el Sudamericano de Chile.
Va camino a los 98 años, es locuaz y tiene una gran lucidez. Aún recuerda cuando era joven y desde Los Sosa, donde se crió, caminaba varios kilómetros, cruzando ríos, con frío y heladas, para pelar caña en los surcos del sur. Su memoria no falla y precisa que en 1934 dejó de fumar. "Fumaba cigarrillos en chala uno detrás de otro. Hasta que un día me dije: cómo seré de bárbaro para fumar así. Y no fumé más, hasta la fecha. Gracias a Dios yo solo lo he dejado", recuerda
Don Lorenzo, además de ser longevo, tiene una familia numerosa con 13 hijos (cinco fallecieron), 29 nietos y 30 bisnietos, repartidos entre Tucumán, Rosario y Buenos Aires. Gran parte de su vida la desarrolló en Monteros, donde se jubiló como obrero de la ex Obras Sanitarias. Carlos, el menor de sus hijos, y mentor de su incipiente carrera deportiva, aún recuerda cuando lo veía, con más de 70 años, cavando zanjas, rompiendo con un pico el pavimento o jugando al fútbol.
La gran fortaleza que despliega don Lorenzo motivo a Carlos a insistirle en que participara de las competencias para veteranos. En 2009 por fin se animó, se preparó y se consagró campeón en 100 y 200 metros en La Pampa, además de ganar medallas en las postas de 4x100 y 4x400 metros.
"Correr es lo mejor, porque uno se siente bien, el cuerpo se pone liviano", explica sobre los beneficios que le trajo disparar (como él define las competencias de atletas veteranos).
Un buen locro
Otros de sus secretos para llegar a los 97 años en buen estado de salud es comer de todo. "Lo que no como hace mucho es locro", dice con añoranza. Recuerda que su madre le hacía siempre mazamorra y locro. Destaca que el maíz es el mejor alimento para tener fuerzas. Tampoco falta en su mesa un vino. Señala que al mediodía toma "un vasito" y que a la noche sólo bebe agua. "Pero si es comida frita, tomo un poquito más de vino", agrega, mientras suelta una carcajada para celebrar su pícaro comentario.
No está en sus planes parar y planea seguir compitiendo para la Asociación Tucumana de Atletas Masters, junto a sus amigos Manuel Rajas (97 años) y Efraín Wachs (93). "Mientras pueda voy a seguir corriendo", asegura con ilusión y alegría. "Cuando andemos medio gambeteando ya no", dice lanzando una risotada, haciendo gala, nuevamente, de su buen humor.
Sus hijos, nietos y bisnietos lo adoran; para el pueblo de Monteros es un héroe y un ejemplo de vida. Al regresar de Chile lo recibieron con una caravana y le rindieron honores como ciudadano ilustre.
"Jamás en la vida pensé en correr y ganar premios, nada, nunca", dice, con una profunda sencillez. Durante toda su vida Lorenzo sólo supo de trabajar duro, muy duro, para mantener a su numerosa familia, pelando cañas en invierno o cavando zanjas para instalar el servicio de agua y cloacas. Mientras que ahora, si las chuncas se lo permiten, quiere seguir disparando en los torneos de veteranos, sólo para que su familia se sienta orgullosa.