Tormentas

Por Maia Zuretti

18 Marzo 2012
Se me dio el lunes 12 de marzo por observar cómo la tormenta iba llegando.

Me senté en el balcón de la cocina, un primer piso con vista al pequeño jardín, y la vi acercarse. En el horizonte que mi vista abarca, una gran masa negra emergía desde ese lugar incognocible para el hombre, con una imponencia irreductible de sentido.

En escasos minutos difíciles de medir con nuestro tiempo, todo se oscureció.

El cielo estalló en negro profundo mientras el verde del pasto y las flores oscurecían con él.

Luego un sonido profundo, el segundo aviso.

Fue ahí que me di cuenta, en el preciso instante en que el agua comenzó a caer y a despejar los oscuros, que las tormentas traen sirenas, sustos, preparativos, corridas. Rara vez ellas temen, el hombre no puede manejarlas a su antojo.

La naturaleza siempre nos dice lo esencial.

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