Toca para mí

Por María Teresa Pérez Spezzi

Toca para mí
18 Marzo 2012
Es de noche y las rondas nocturnas del hospital ya han cesado. Los sedantes que le administraron a mi padre han hecho por fin su efecto y él descansa tranquilo y apaciblemente. Según los médicos, tiene horas de vida. Velo sentado al lado de su cama, entre despierto y soñando. A mi mente acude un tropel de recuerdos de la infancia.

La cocina está inundada de olor a tostadas y a leche hervida. Mi madre se vuelve hacia mí. "Dejá ese libro, te vas arruinar los ojos de tanto leer, vení a tomar el desayuno, Carlitos".

"Está bien, mamá". Lo cierto es que no he estado leyendo. Sentado en la mesa de la cocina fingía leer mientras aguardaba que mi padre se levantara y se fuera a trabajar. Y allí está, parado sonriéndome. Es calvo y algo caído de hombros, mi madre, como de costumbre, comienza a reñirlo; llegó tarde otra vez. ¿Te vas a trabajar? Pregunta mirándolo fijamente. "Más tarde. Primero voy a ensayar". Eso estaba esperando yo. Mi padre va hasta el armario saca un estuche de cuero negro y deja a la vista las brillantes piezas de un trombón, arma el instrumento e inserta la boquilla y empieza a tocar. De pie frente a mí y con los ojos cerrados, me envuelve en las notas y me transporta a un mundo que solo él y yo compartimos.

Me encantaban esos momentos, yo lo quería mucho. Se ganaba la vida tocando jazz, en una banda bastante popular. El jazz era su pasión y también su perdición. Desde chico mostró sus dotes musicales y mi abuelo lo puso a estudiar en el mejor instituto. A los 18 años ya era un profesional y se incorporó a una banda que recorría el país con bastante éxito. En una de esa giras conoció a mi madre, se casaron y se establecieron en Buenos Aires. Mi padre siguió con sus giras artísticas, muy poco estaba en casa, se dio a la bebida, y antes de los 28 años ya era un alcohólico. Su alcoholismo empeoraba.

Tenía yo siete años y mi hermano cinco cuando sobrevino la separación. Mi madre montó una casa de comidas, era muy buena cocinera, imprimió unos volantes donde publicitaba "comidas para llevar", número de teléfono y el detalle de todas las variedades del menú.

Mi hermano y yo distribuíamos los volantes, y la pequeña empresa tuvo éxito. Así nos mantuvimos por dos años, hasta que una noche de Navidad mi padre nos visitó y trajo algunos regalos. Se lo veía bien, había dejado de beber y se reconciliaron. Fue una noche feliz para mí.

Mi padre consiguió un empleo y comenzó a trabajar, pero la música era su pasión. Fue a hablar con el director de la banda -sobrio y elegante-, le comentó que había dejado la bebida y como era buen músico entró de nuevo a formar parte de la banda. Todo marchó sobre ruedas hasta que cierta noche tocaban en una presentación de sociedad. En el intermedio se dejó atraer por el champán. Cuando la banda emprendió la actividad mi padre, como primer trombón, se puso de pie para tocar un solo, pero en vez de tocar lo que estaba programado empezó con una extraña melodía. El director lo reprendió en voz baja, entonces él tomó el trombón a manera de arma y lo tiró sobre la cabeza del director, dio un paso atrás, perdió el equilibrio y cayó del estrado.

Así terminó aquella noche y así acabó para siempre con la música y la banda. Esa situación fue su descrédito total. Mi madre seguía con su trabajo de comidas y ya tenía una ayudanta para esas labores. Mi padre pasaba más tiempo en el café de la esquina que buscando empleo. Cuando se hacía tarde mi madre me enviaba a buscarlo y allí generalmente lo encontraba. Cuando me veía entrar se despedía de sus amigos, se incorporaba lentamente, se ponía la gorra en la calva y se dejaba conducir. A los minutos me decía: "bueno Carlitos, vamos a casa a enfrentar las consecuencias".

Un día encontró trabajo en una obra en construcción pero al poco tiempo lo despidieron. Cada vez con mayor frecuencia caía en estado de ebriedad, comencé a avergonzarme y a huir de él. Cuando yo tenía 14 años mi madre lo anotó en "Alcohólicos Anónimos" y lo echó de la casa. A pesar de las estrecheces económicas mi madre me alentaba a seguir estudiando mientras medio día trabajaba en una imprenta, y a los 18 me casé; es decir, me refugié en el matrimonio y me dediqué a formar mi propia familia. Más por mucho que intentaba alejar de mi vida a mi padre, continuaba rondando al filo de ella. Se había convertido en un espectro andrajoso que causaba aflicción, inconvenientes y vergüenza. Telefoneaba a medianoche o llamaba a la puerta a la hora de la comida, se quedaba de pie en el umbral, flaco, encorvado: "necesito dinero" murmuraba.

Mi madre me llama por teléfono y me comenta que está tirado en la puerta de la casa temblando como una hoja. Llamo con urgencia al hospital, y mandan una ambulancia, lo cargan en la camilla y lo llevan a la sala de urgencias Y allí aguardamos sentados. Un medico lo examina, nos dice que quedará internado para hacerle algunos estudios. Nos tomaron los datos de mi padre y el único comentario que nos hicieron es que estaba completamente deshidratado, que le pondrían suero, y que regresáramos mañana. Durante los días siguientes, cuando lo visitaba lo veía mejor, sus manos ya no temblaban y la vista se le había aclarado. Un día me dijo: "te aseguro hijo que mi vida de bebedor ha concluido".

El resentimiento y el enojo que me había inspirado durante tantos años empezaban a ceder ante la esperanza. Sin embargo, el medico que lo atendía me comunicó que mi padre sufría de cáncer del hígado, que el mal estaba muy avanzado, y que nada podían hacer para salvarle la vida; solamente calmarle un poco sus terribles dolores.

Esta noche se remueve en la cama. Su cuerpo es una verdadera maraña de tubos, no puede hablar, aunque advierto que quiere decirme algo. Le tomo la mano y trato de leer en sus ojos. Sonríe y ahuecando la mano se la lleva a la boca y empieza a mover la otra de arriba abajo. Entonces comprendo. Esta tocando para mí, esta tocando el trombón. Desaparecen todos los años de encono, de pesar, de odio y desesperación y, de nuevo, siento que amo a mi padre.

Tamaño texto
Comentarios
NOTICIAS RELACIONADAS
Comentarios