09 Mayo 2012
La gran persona, además de enorme artista, nos recibió en su casa de San Telmo. Con el querido Oso Roselló hicimos lo que todo admirador serio hace cuando conoce a su ídolo de la infancia: Caloi abrió la puerta de manera mesurada y nosotros nos pusimos nerviosos. Fueron eternos esos segundos hasta que respondimos a su mano tendida. Nos mostró su estudio y deseábamos grabar cada instante, cada dibujo, cada libro en esa jungla creativa. Conocimos la tribunita de Clemente del Mundial y tratábamos de controlar la respiración. Nos obsequió libros y videos que estaban entre bocetos originales y premios. Caloi era un hacedor constante, creativo y un colega que te hacía sentir un par. Generoso con todos y especialmente con los jóvenes entusiastas. Mientras compartíamos esa charla inolvidable, experimentamos esa agradable sensación de estar frente a alguien que, con sólo una actitud, un gesto y un cruce de palabras, te pintaba un mundo.
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