Por Nicolás Iriarte
22 Octubre 2012
A las estanterías de cualquier club les cuesta soportar tres goles en su propia cancha. El peso de cada golpe no está identificado pero que se mueven, se mueven. A Ezequiel Cacace no le bastó con afirmarse a sus tres palos para sofocar el sacudón, menos sabiendo que dos de esas anotaciones habían sido en off side. La extendida sanción de Cristian Lucchetti por la expulsión ante Sarmiento (dos fechas) le dará otra oportunidad a alguien que, pese a que no pudo hacer mucho ante Boca Unidos, sabe de temblores. Y de los fuertes. Peor que el que sufre Atlético.
De nacimiento futbolístico en Talleres de Remedios de Escalada, club del que es hincha y al que alentó con Ricardo Rodríguez en el banco, el arquero tuvo un paso por Vélez pero por la poca continuidad que tuvo, decidió emigrar a Chile. A Talca, una ciudad a más de 250 kilómetros por debajo de Santiago, curtida por los movimientos sísmicos.
En 1928 sufrió uno de los terremotos más fuertes en la historia del país vecino antes del de 2010, justo meses antes de que llegara Ezequiel. "Estaba un poco devastada. Lo que pasó (por el terremoto) afectó mucho el casco viejo de Talca, que era muy antiguo", cuenta el arquero que durante un año se puso el buzo de Rangers, el equipo local, y vio también cómo el pueblo volvió a levantarse como lo hiciera a finales del 20.
Pese a que lo peor había pasado, los coletazos seguían merodeando la región y el arquero sufrió horrores con cada uno de ellos. "En el primer mes que estuve allá, había un temblor por semana", revela todavía asustado. Luego, la frecuencia fue disminuyendo de a uno cada 15 días hasta llegar a la ecuación de uno por mes. Cualquier persona podría perder la cabeza con ese ritmo, pero Cacace, muy a su pesar, aprendió a convivir con ellos. "Fue a lo que más me costó adaptarme. Si me toca uno ahora no voy a estar tranquilo, pero ya los he vivido", dice.
Claro que los vivió. De los suaves y de los fuertes. Con una sonrisa nerviosa cuenta uno en el que el tambaleo fue tal que las comunicaciones telefónicas se cortaron. El temblor ya se había sentido y en el medio de la charla con su esposa para descartar lo peor, la llamada se cortó. "Estaba en el auto, parado en una esquina y el semáforo comenzó a moverse de una punta a la otra", relata sobre lo que en realidad fue un terremoto de 7,2 grados Ritcher en marzo de este año originado en la comuna de Maule, donde se ubica Talca.
Hubo otro de un poco más de 6, algunos meses antes que también le dejó feas sensaciones, aunque no como las domingo pasado en el Monumental. "De una derrota siempre se aprende". Y si de una caída se aprende, de un temblor también. No por nada Cacace ha generado una especie de sexto sentido con respecto a los temblores. "Te acostumbrás. Cuando están por venir empezás a sentir que tiemblan los vidrios, que va viniendo, se mueve la puerta y cuando no te diste cuenta ya se te está moviendo la cama".
El más ácido de los hinchas le pedirá que utilice su sexto sentido para prevenir los goles en contra de Atlético, aunque él está tranquilo y sabe que aprovechará su oportunidad. Sabe que "RR" podrá moverlo del arco hacia el banco o un delantero puede hacerlo volar de un palo hacia el otro, pero ya nada como esos temblores. Nada. ¿Verdad? "Es terrible. No sabés lo que es. Te querés morir".
De nacimiento futbolístico en Talleres de Remedios de Escalada, club del que es hincha y al que alentó con Ricardo Rodríguez en el banco, el arquero tuvo un paso por Vélez pero por la poca continuidad que tuvo, decidió emigrar a Chile. A Talca, una ciudad a más de 250 kilómetros por debajo de Santiago, curtida por los movimientos sísmicos.
En 1928 sufrió uno de los terremotos más fuertes en la historia del país vecino antes del de 2010, justo meses antes de que llegara Ezequiel. "Estaba un poco devastada. Lo que pasó (por el terremoto) afectó mucho el casco viejo de Talca, que era muy antiguo", cuenta el arquero que durante un año se puso el buzo de Rangers, el equipo local, y vio también cómo el pueblo volvió a levantarse como lo hiciera a finales del 20.
Pese a que lo peor había pasado, los coletazos seguían merodeando la región y el arquero sufrió horrores con cada uno de ellos. "En el primer mes que estuve allá, había un temblor por semana", revela todavía asustado. Luego, la frecuencia fue disminuyendo de a uno cada 15 días hasta llegar a la ecuación de uno por mes. Cualquier persona podría perder la cabeza con ese ritmo, pero Cacace, muy a su pesar, aprendió a convivir con ellos. "Fue a lo que más me costó adaptarme. Si me toca uno ahora no voy a estar tranquilo, pero ya los he vivido", dice.
Claro que los vivió. De los suaves y de los fuertes. Con una sonrisa nerviosa cuenta uno en el que el tambaleo fue tal que las comunicaciones telefónicas se cortaron. El temblor ya se había sentido y en el medio de la charla con su esposa para descartar lo peor, la llamada se cortó. "Estaba en el auto, parado en una esquina y el semáforo comenzó a moverse de una punta a la otra", relata sobre lo que en realidad fue un terremoto de 7,2 grados Ritcher en marzo de este año originado en la comuna de Maule, donde se ubica Talca.
Hubo otro de un poco más de 6, algunos meses antes que también le dejó feas sensaciones, aunque no como las domingo pasado en el Monumental. "De una derrota siempre se aprende". Y si de una caída se aprende, de un temblor también. No por nada Cacace ha generado una especie de sexto sentido con respecto a los temblores. "Te acostumbrás. Cuando están por venir empezás a sentir que tiemblan los vidrios, que va viniendo, se mueve la puerta y cuando no te diste cuenta ya se te está moviendo la cama".
El más ácido de los hinchas le pedirá que utilice su sexto sentido para prevenir los goles en contra de Atlético, aunque él está tranquilo y sabe que aprovechará su oportunidad. Sabe que "RR" podrá moverlo del arco hacia el banco o un delantero puede hacerlo volar de un palo hacia el otro, pero ya nada como esos temblores. Nada. ¿Verdad? "Es terrible. No sabés lo que es. Te querés morir".
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Ricardo Rodríguez