SANTA MARÍA.- El dolor y la consternación se apoderaron de Brasil, después de que una fiesta universitaria que se realizaba en una de las discotecas más populares de la ciudad de Santa María, en el sur de ese país, acabara en tragedia al producirse un incendio de enormes proporciones que dejó al menos 233 muertos y 117 heridos, en su gran mayoría jóvenes estudiantes de entre 18 y 23 años y menores de edad.
La fiesta tenía lugar en la madrugada de ayer en un local nocturno de esa ciudad universitaria, de unos 262.300 habitantes. Una chispa proveniente de una bengala que encendió un integrante del grupo musical que animaba la fiesta, "Gurizada Fandangueira" alcanzó el material inflamable que cubre el techo del local, y que oficia de aislante acústico, provocó el segundo mayor incendio que recuerda Brasil.
Los cuerpos tuvieron que ser llevados al Centro Deportivo Municipal de esa ciudad para ser reconocidas por los forenses, ya que el Instituto Médico Legal de la ciudad no tenía capacidad para recibirlos. Extendidos en el suelo y cubiertos por lonas blancas, pero con el rostro descubierto, los cuerpos fueron colocados uno junto al otro en largas filas que eran recorridas por sus padres, hermanos y amigos para ser identificados.
También en fila, pero en el exterior del centro deportivo, los familiares ingresaron en el lugar con la esperanza de que la persona a la que buscaban no se encontraba allí. Muchos parientes enfrentaron la fila bajo un sol implacable y recorrieron las hileras de cuerpos sin estar seguros de que sus seres queridos estaban entre los muertos. Esta confusión se debió a que los cuerpos no fueron identificados en su totalidad y a que el número oficial de muertos se redujo a lo largo de la jornada, al tiempo que el de heridos fue en aumento.
"A lo mejor mi hija está en un hospital y no acá", dijo a Radio Gaúcha una madre que aguardaba su turno para ingresar en el gimnasio del centro deportivo.
Las circunstancias de la tragedia y los múltiples factores que según informaciones preliminares derivaron en que ocurriera tampoco ayudan a reducir el sufrimiento. Después de que una chispa proveniente de una bengala activada por el vocalista del grupo que se presentaba ese momento alcanzara el techo del lugar, los músicos intentaron apagar las primeras llamas, primero con agua, sin conseguirlo, y después con un extintor que había cerca del escenario, pero que no funcionaba. Ante la propagación de las llamas, el público, cuyo número no había sido confirmado hasta ayer, pero se estimaba de entre 1.500 y 2.000 personas, comenzó a intentar salir por la única puerta con la que contaba el local bailable, que tiene capacidad para 2.000 personas y no tenía puertas de emergencia.
Según varios testigos, los guardias de seguridad, ajenos a las llamas incipientes, bloquearon la salida pensando que el tumulto se debió a una riña, queriendo evitar que la gente se fuera sin pagar lo consumido. Algunas personas huyeron hacia los baños, creyendo que se trataba de la puerta de emergencia, y nunca pudieron salir de allí debido a la aglomeración.
"Había cadáveres apilados en los baños. Nunca en mi vida había visto algo así", dijo un funcionario de la Seguridad Pública de Río Grande do Sul citado por la prensa local. El comandante del Batallón de Operaciones Especiales de la Policía Militarizada, mayor Cleberson Bastianello, dijo que el 90% de los muertos perecieron intoxicados por el humo, en lo que fue la peor tragedia en el país en los últimos 50 años.
La ciudad se prepara para enterrar a las víctimas fatales. La mayoría de los heridos permanece hospitalizada, aunque los de más gravedad iban a ser trasladados a la capital provincial Porto Alegre, a 285 kilómetros de Santa María. (DPA)