15 Febrero 2013
CASA DE TODOS. Emilio cedió espacio para que los chicos se eduquen.
Emilio Álvarez convirtió su casa en el centro vecinal y biblioteca popular "Néstor Kirchner". Él repartió los muebles del living entre sus siete hijos y techó el patio de atrás para armar las estanterías de metal y proteger los libros que fue consiguiendo gracias a las donaciones.
Donde se ubicaba el garage de la casa, en la parte de adelante, puso los tablones para que los chicos vayan cada tarde a hacer los deberes de la escuela. También para que los usen para dibujar o estudiar. A cada espacio lo pintó de color naranja y verde, muy alegre.
Tiene 60 años y es jubilado de la Policía, será por eso que desde que vive en el barrio lo obsesiona la idea de que los chicos deambulen solos por la calle. Antes de convertirse en presidente del centro vecinal gestionó que abrieran un destacamento policial en la vieja sede del centro. Como no tenían donde reunirse comenzó a ofrecer su casa. Poco a poco se convirtió en la casa de todos, donde las puertas siempre están abiertas.
No recibe subsidios, pero se las ingenió para que desde el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación le enviaran computadoras, cochecitos, camas y, antes de que comience el año escolar, delantales y zapatillas. En las cinco computadoras que hay en lo que era el living, ahora los chicos reciben clases de computación. "Yo les hablo mucho cuando vienen. Aquí todos se portan bien. Antes de usar las computadoras saben que se tienen que lavar las manos y tirar los chicles", cuenta Emilio. Vive con su mujer, Juana, dos hijos y una nieta. En total tiene 20 nietos y siete hijos. "Me privé de tener más lugar para mí porque quería brindarles educación -apuntó-. No porque vivamos a orillas del río somos todos indios".
Donde se ubicaba el garage de la casa, en la parte de adelante, puso los tablones para que los chicos vayan cada tarde a hacer los deberes de la escuela. También para que los usen para dibujar o estudiar. A cada espacio lo pintó de color naranja y verde, muy alegre.
Tiene 60 años y es jubilado de la Policía, será por eso que desde que vive en el barrio lo obsesiona la idea de que los chicos deambulen solos por la calle. Antes de convertirse en presidente del centro vecinal gestionó que abrieran un destacamento policial en la vieja sede del centro. Como no tenían donde reunirse comenzó a ofrecer su casa. Poco a poco se convirtió en la casa de todos, donde las puertas siempre están abiertas.
No recibe subsidios, pero se las ingenió para que desde el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación le enviaran computadoras, cochecitos, camas y, antes de que comience el año escolar, delantales y zapatillas. En las cinco computadoras que hay en lo que era el living, ahora los chicos reciben clases de computación. "Yo les hablo mucho cuando vienen. Aquí todos se portan bien. Antes de usar las computadoras saben que se tienen que lavar las manos y tirar los chicles", cuenta Emilio. Vive con su mujer, Juana, dos hijos y una nieta. En total tiene 20 nietos y siete hijos. "Me privé de tener más lugar para mí porque quería brindarles educación -apuntó-. No porque vivamos a orillas del río somos todos indios".
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