15 Febrero 2013
DECENAS DE RINCONES. La Sala Cuna es una suerte de laberinto encantado, repleto de rincones, niveles y patios cubiertos y descubiertos para descubrir.
Congreso al 300. Un edificio enorme, imponente, al que el paso del tiempo no le quitó belleza. Sus paredes albergan los sueños de un generoso benefactor del pasado, pero sobre todo cobijan los sueños actuales de 63 almitas que lo único que quieren en la vida es amor.
La Sala Cuna se inauguró el 18 de julio de 1909, como anexo del entonces Asilo Maternal que funcionaba en Laprida al 200. Ambos edificios fueron donados por don Alfredo Guzmán, pionero de la industria azucarera, y su señora, Guillermina Leston. Por eso, y aunque se la siga llamando Sala Cuna, su nombre oficial es Instituto de Puericultura Alfredo Guzmán. En esa primera inauguración, la Sala Cuna era apenas una mínima parte de lo que hoy conocemos. El edificio había sido diseñado y levantado por el ingeniero José Mariño. Cuando abrió sus puertas, el diario "El Orden" dijo: "obra moderna, construida de acuerdo con todas las necesidades que está llamada a llenar".
Ya en ese momento contaba con varios pabellones y con la capilla que, hasta el día de hoy, utilizan los niños huérfanos para pedirle al cielo que alguien les dé un nuevo hogar.
La caridad brindada a la niñez por la dupla Guzmán-Leston no se frenó ahí. Entre 1920 y 1922 compraron otros tres inmuebles linderos a la austera Sala Cuna, hacia el sur y hasta la esquina de General Paz inclusive. Con todo este predio disponible, el matrimonio costeó la construcción del imponente edificio que hoy conocemos, con su exquisita fachada académica y de lenguaje formal inspirada en la arquitectura italiana. Esa expresión de calidad es lo que convierte a este edificio, aún en la actualidad, en una de las joyas de nuestra ciudad.
El año 1930 marcó la última gran ampliación en el edificio. Sus benefactores de origen volvieron a desembolsar una importante suma de dinero para dotarlo de un gran hall de acceso, salas de lactantes y de infecciosas, consultorio médico, y dependencias para las Hermanas Vicentinas quienes, desde sus comienzos y hasta agosto de 2011, estuvieron al frente de la institución. Hoy depende del Ministerio de Desarrollo Social.
Edificio centenario
"No es fácil mantener un edificio de este porte y de su edad", explica la directora del hogar, María Inés Scrocchi. Además de los esfuerzos en el cuidado de los niños, reparar las nanas de la centenaria construcción es uno de los esfuerzos más grandes que implica el día a día.
Pudieron comprobarlo los organizadores de la tradicional Casa DEA, la muestra de diseño de interiores que en 2004 ocupó las instalaciones de la Sala Cuna y renovó sus espacios con modernas intervenciones. Cuando entraron a trabajar se dieron con varias fisuras que escondían las gruesas paredes.
"Para nosotros, sin embargo, es un orgullo trabajar en una casa tan hermosa y que, además, es fruto de la generosidad inmensa de un tucumano. Creo que los comprovincianos no dimensionan la obra de Alfredo Guzmán y de su esposa... ¡cuántos Alfredos Guzmán necesitaríamos hoy en día!, reflexiona Scrocchi.
La Sala Cuna se inauguró el 18 de julio de 1909, como anexo del entonces Asilo Maternal que funcionaba en Laprida al 200. Ambos edificios fueron donados por don Alfredo Guzmán, pionero de la industria azucarera, y su señora, Guillermina Leston. Por eso, y aunque se la siga llamando Sala Cuna, su nombre oficial es Instituto de Puericultura Alfredo Guzmán. En esa primera inauguración, la Sala Cuna era apenas una mínima parte de lo que hoy conocemos. El edificio había sido diseñado y levantado por el ingeniero José Mariño. Cuando abrió sus puertas, el diario "El Orden" dijo: "obra moderna, construida de acuerdo con todas las necesidades que está llamada a llenar".
Ya en ese momento contaba con varios pabellones y con la capilla que, hasta el día de hoy, utilizan los niños huérfanos para pedirle al cielo que alguien les dé un nuevo hogar.
La caridad brindada a la niñez por la dupla Guzmán-Leston no se frenó ahí. Entre 1920 y 1922 compraron otros tres inmuebles linderos a la austera Sala Cuna, hacia el sur y hasta la esquina de General Paz inclusive. Con todo este predio disponible, el matrimonio costeó la construcción del imponente edificio que hoy conocemos, con su exquisita fachada académica y de lenguaje formal inspirada en la arquitectura italiana. Esa expresión de calidad es lo que convierte a este edificio, aún en la actualidad, en una de las joyas de nuestra ciudad.
El año 1930 marcó la última gran ampliación en el edificio. Sus benefactores de origen volvieron a desembolsar una importante suma de dinero para dotarlo de un gran hall de acceso, salas de lactantes y de infecciosas, consultorio médico, y dependencias para las Hermanas Vicentinas quienes, desde sus comienzos y hasta agosto de 2011, estuvieron al frente de la institución. Hoy depende del Ministerio de Desarrollo Social.
Edificio centenario
"No es fácil mantener un edificio de este porte y de su edad", explica la directora del hogar, María Inés Scrocchi. Además de los esfuerzos en el cuidado de los niños, reparar las nanas de la centenaria construcción es uno de los esfuerzos más grandes que implica el día a día.
Pudieron comprobarlo los organizadores de la tradicional Casa DEA, la muestra de diseño de interiores que en 2004 ocupó las instalaciones de la Sala Cuna y renovó sus espacios con modernas intervenciones. Cuando entraron a trabajar se dieron con varias fisuras que escondían las gruesas paredes.
"Para nosotros, sin embargo, es un orgullo trabajar en una casa tan hermosa y que, además, es fruto de la generosidad inmensa de un tucumano. Creo que los comprovincianos no dimensionan la obra de Alfredo Guzmán y de su esposa... ¡cuántos Alfredos Guzmán necesitaríamos hoy en día!, reflexiona Scrocchi.
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