"¿Ehhhh, dónde está el control capo?" El grito se hizo eco en plena ruta 340, la que conduce a San Javier. Venía de la parte superior de una de las varias curvas estrechas que forman el camino. Lo había proferido un chico, de unos veinticortos, encima de una moto y con una gorra en la cabeza. La información se cotizaba en oro: ¿dónde acechaban los agentes de tránsito?

Cinco minutos antes, los policías ubicados en el comienzo de la ruta habían puesto los clásicos conos naranjas y empezaron a parar a la gran cantidad de motociclistas que suben al cerro cada fin de semana sin protección. Perlita: cuando se iniciaba el control, desde un auto vieron la escena y sin ningún intento de disimulo doblaron en U y rumbearon hacia la ciudad. Tranquilos, no les tocaba a ellos.

En la ruta la escena se repetía una y otra vez: los motociclistas bajaban sin casco, en el sentido contrario se había generado una ola de "solidaridad" para evitar las sanciones. La preocupación se veía en la cara de los que no llevaban el casco ni de codera. Para qué mencionar los que iban de a tres, con un bebé en el medio.

Es bien sabido que ese espíritu solidario suele generarse a partir del rechazo que provocan los controles de tránsito en Tucumán. Evitar a los agentes siempre parece ser lo mejor. Pero los episodios cuestionables y los pedidos de coimas no implican que los ciudadanos debamos violar las normas, y mucho menos en estas circunstancias.

El casco salva tu vida. Manejar ebrio no sólo te puede costar el futuro, sino el de quienes viajan con vos y el de cualquiera que se te cruce. Sumale las cicatrices que les dejás a los seres queridos de cada víctima. Las picadas no te hacen mejor. No te van a ayudar a levantar una chica ni te van a hacer más macho.

Por eso bien vale el pedido, con la forma de otro acto de solidaridad: "¿dónde está el autocontrol, capo?"

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