Los Báez que no son cartoneros

Martes, a las 19, subiendo por Santiago en taxi, radio prendida, noticias sobre lavado de dinero vinculadas a los amigos del poder. El "tachero" opina mirándome por el espejo retrovisor: "todos igualitos, ¿a quién vamos a votar? Todos 'chorros', siempre lo mismo". No hago comentarios, sonrío y escucho. "Hay que cambiar, pero, ¿vamos a votar al Partido Obrero? No duran ni cinco minutos", agrega.

Martes, a las 19.30, Cristina habla por cadena nacional, un amigo con el que intercambio opiniones sobre la gestión kirchnerista -algunas críticas de mi parte-, me confiesa categórico y con un poco de resignación: "por la asignación universal por hijo, por los derechos humanos, por la pelea contra las corporaciones y la justicia social, que lo puede impulsar la izquierda del peronismo, me trago los sapos (Lázaro) Báez". Silencio.

Martes, después de las 22, en un programa televisivo (América 24) con políticos como invitados, el conductor le pide una reflexión sobre la corrupción en el poder a una dirigente de derecha: "de esto se habla, se sabe, está en el Estado, pero no se investiga". La culpa es de los jueces "dependientes" del Gobierno de turno que no actúan; se podría añadir.

Martes, cerca de las 23, un senador cordobés, pintoresco, sobre el mismo tema decía en otro canal: "conozco muchos 'Báez', no el cartonero, sino empresarios que en 10 años pasaron de no ser nadie a ser multimillonarios haciendo obras para el Estado".

Corrupción. Es lo que subyace en cada reflexión. ¿La Argentina es un país de ciudadanos corruptos como para merecer una clase dirigente representativa de esa condición? Más vale que no. ¿Tenemos la clase dirigente que nos merecemos? El taxista quiere alternativas, mi amigo K admite una idea decadente de los noventa: "roba, pero hace"; los políticos, obvio opositores, hablan desde su prisma y acusan a los otros, siendo parte de un sistema al que no pueden mejorar. ¿Cómo se sale de todo esto? Esa pregunta, del martes, no es mía, es de mi amigo. El panorama no parece propicio para ser optimista en cuanto a cambios de conductas de hoy para mañana. Hasta hoy, la calidad institucional no era un valor como para que la gente vaya a salir a la calle a exigir instituciones que garanticen el bienestar general. Lo negativo es que el debate parezca "oportunista" frente al año electoral. Los comicios destiñen los planteos opositores y hacen dudar de los buenos propósitos del oficialismo. Están alejados entre sí, enfrentados, pero en la misma trampa circunstancial; la que les impide debatir y los anima sólo al enfrentamiento.

¿Habrá Báez en Tucumán? No hay que subirse a un taxi para que responda un tachero, ni esperar la contestación afirmativa de los opositores. Basta observar el sistema de adjudicación de obras públicas para ser o no mal pensado. La adjudicación directa que se practica, en contra del llamado a licitación pública, facilita la sospecha de que sigue habiendo amigos del poder. Desde el Gobierno provincial se argumenta que si los trabajos no se hacen en determinado plazo las obras se pierden porque la Nación lo exige. Malo el poder central: obliga a la Provincia a aplicar sistemas que generan sospechas sobre posibles conductas irregulares, como favorecer a los empresarios más cercanos a cambio de eventuales ventajas personales. ¡Qué irresponsable el poder central en permitir que se alimenten dudas sobre los funcionarios locales, pese a la buena intención de dar una rápida respuesta a los que necesitan de un techo! Claro, no se le puede decir al kirchnerismo que no presione para evitar acusaciones de corrupción. Hay que aceptar, para mostrar que se está "más cerca" del Gobierno nacional, que hay lealtad. Así siempre se sospechará que aquí también hay Báez, pero no cartoneros, como decía el aquel cordobés.

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