Por Fernando García Soto
20 Mayo 2013
Si por algo suele intervenir el Estado con políticas en el sector privado es porque el mercado es impiadoso, y no admite sensiblerías ni reconoce, por ejemplo, la importancia que determinada actividad puede tener en el empleo, o en las economías regionales. Si fuera por el mercado, el sector azucarero de Tucumán debería realizar un fuerte ajuste, que implicaría el cierre de varios ingenios y la reducción del área cañera porque se produce más de lo que se consume, lo que redundaría en un golpe artero contra la principal actividad productiva de nuestra provincia.
Desde hace ya más de un año, el sector azucarero sobrevive como puede a precios internos del azúcar que no alcanzan ni siquiera para cubrir los costos, debido a que en la Argentina hay un excedente crónico de más de 300.000 toneladas del producto, por efecto de una política privada que viene resultando errática. No se exportan los sobrantes de azúcar, ni se destina suficiente caña a la elaboración de alcohol para naftas a fin de neutralizar excedentes. En definitiva, los actores no exportan porque aunque los precios externos del azúcar no son malos, el tipo de cambio en la Argentina no es favorable para vender al exterior, y las inversiones para fabricar alcohol no se concretan en su debida manera porque los ingenios están prácticamente fundidos.
En febrero, la Legislatura aprobó una ley tendiente a ordenar la comercialización del azúcar, con sanciones previstas para los que no exporten. Hasta ahora, el instituto que se creó para fomentar exportaciones no dio los resultados esperados, y la zafra ya está en marcha, con un precio del azúcar tan bajo que no conviene ni cosechar la caña. En esta crisis, el Estado deberá hacer algo más, o el mercado se ocupará de ejecutar el demorado ajuste.
Desde hace ya más de un año, el sector azucarero sobrevive como puede a precios internos del azúcar que no alcanzan ni siquiera para cubrir los costos, debido a que en la Argentina hay un excedente crónico de más de 300.000 toneladas del producto, por efecto de una política privada que viene resultando errática. No se exportan los sobrantes de azúcar, ni se destina suficiente caña a la elaboración de alcohol para naftas a fin de neutralizar excedentes. En definitiva, los actores no exportan porque aunque los precios externos del azúcar no son malos, el tipo de cambio en la Argentina no es favorable para vender al exterior, y las inversiones para fabricar alcohol no se concretan en su debida manera porque los ingenios están prácticamente fundidos.
En febrero, la Legislatura aprobó una ley tendiente a ordenar la comercialización del azúcar, con sanciones previstas para los que no exporten. Hasta ahora, el instituto que se creó para fomentar exportaciones no dio los resultados esperados, y la zafra ya está en marcha, con un precio del azúcar tan bajo que no conviene ni cosechar la caña. En esta crisis, el Estado deberá hacer algo más, o el mercado se ocupará de ejecutar el demorado ajuste.
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