Feriado. Un sábado atípico en la semana, en el que hay que caminar para encontrar un bar abierto y tomar el cafecito diario. Una costumbre irresistible que nadie quiere abandonar. Una mesa soleada, una esquina cualquiera y el diario desplegado sin que el reloj te apure, no se da todos los días. A minutos una estampa de la Virgen del Valle cae como del cielo. Un niño te interpela por monedas a cambio. Mediodía, feriado... ah!! no hay escuela. Pregunto el nombre: Sebastián, y dice que va a "la Amado Juri". Tiene 8 años. ¿Con quién estás tan lejos de la casa? "Con mi hermanita y mi mamá que me espera allá". Señala la otra esquina. Aparece la hermanita con globos en la mano, una bolsa blanca con cuatro bananas y un alfajor que alguien le regaló. Se llama Lourdes. Tienen apellidos diferentes, pero insisten: "somos hermanos". Se entiende. Y un tercero que se quedó en la casa con el padre. Después de las monedas, pregunta el muchachito si puedo comprarle un yogur. Eligen sabores. Lo comen y siguen conversando. "Vendemos estampitas". Y cuenta que su papá y su mamá no tienen trabajo. Tienen el plan "universal" (por Asignación Universal por Hijo) . "Ahora están juntando para comprar un caballo". ¿Y es muy caro? "Sí, cuesta como 500 pesos. Ya tiene un carro". ¿Y qué hará con el carro? "Vender algo, verduras, creo". La madre los llama y con la mano saludan. Pienso: la "universal" -como dice Sebastián- no alcanza para sacar a los niños de las calles, de la mendicidad y del peligro. Se me ocurre: ¿Y si el plan "mirar para cuidar" se aplicara para estas situaciones? ¿Si todos fuéramos militantes cuidadores de los derechos humanos? No tiene por qué ser una utopía.

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