Un tatuaje muere por desencanto y por trabajo

La mayoría se somete al proceso de borrado -que a veces deja cicatriz- para poder ingresar a la Policía.

YA NO ME GUSTA. Según una estadística de la Clínica Ruber, de Madrid, el 60% de las personas que se tatúan se arrepiente a los cinco años. LA GACETA / FOTO DE FRANCO VERA "YA NO ME GUSTA". Según una estadística de la Clínica Ruber, de Madrid, el 60% de las personas que se tatúan se arrepiente a los cinco años. LA GACETA / FOTO DE FRANCO VERA
31 Mayo 2013
"Ya no me gusta". Solo eso. José tenía 17 años cuando se tatuó una figura mitológica en el brazo derecho. En las alas de esa extraña imagen humanoide había un grito de libertad que hoy, a los 34 años, ya no siente. "No era por una cuestión estética que me hice ese dibujo, sino porque así lo sentía en ese momento... era algo importante para mí...", trata de explicar el hombre que todavía lleva el brazo de un adolescente que quiere "volar". Nunca imaginó que en alguna etapa de su vida dejaría de sentirse representado por esa figura del hombre alado, que ahora, casado y con una hija, no necesita.

José es uno de los tantos "arrepentidos" por el tatuaje elegido que circulan por el mundo. "Uso remeras y camisas con mangas cortas o largas, siempre que me tapen ese tatuaje horrible. ¿Una foto? ¡Ni loco! ¡No quiero que me conozcan justo por lo más feo de mi cuerpo!", se niega.

En Tucumán, cada vez más personas quieren borrarse lo que alguna vez pensaron que era para toda la vida. La mayoría de los tratamientos dejan secuelas en la piel, a excepción de un método con un tipo de láser especial para pigmentos. Pero no todos los profesionales lo tienen y además es muy caro, de suerte que hacerse borrar un tatuaje cuesta cinco veces más que hacérselo poner. Por eso es que muchos optan simplemente por taparlo o disimularlo. Otras veces tratan de llevarlo con naturalidad como si fuera una "marca" del pasado que se acepta como una experiencia más de la vida.

¿Por qué el arrepentimiento? A veces se trata del nombre de una pareja que ya no está más y que uno pensó que iba a amar durante toda la vida. "Pero en la mayoría de los casos se trata de un impulso casi adolescente que nos lleva a tatuarnos sin contemplar que las emociones mutan a lo largo de la vida", explica la psicóloga Lourdes del Forno. "No nos imaginamos que ese sentimiento que nos movilizó a marcarnos alguna vez quizás en unos años ya no sea tan intenso como cuando se tomó la decisión", agrega.

Una gran demanda
"Hay una gran demanda de personas que desean quitarse los tatuajes, pero en el hospital no lo hacemos porque priorizamos las patologías. Las prácticas se realizan en los consultorios privados con distintas técnicas, pero la más efectiva se practica con un láser específico, que no tenemos en el sistema público", explica la jefa del Servicio de Dermatología del Hospital Avellaneda, doctora Silvia Molina.

Sin embargo, en el área privada tampoco hay demasiados recursos tecnológicos. "No se justifica el gasto. La demanda es diaria pero la mayoría de los dermatólogos no tenemos el equipo específico para remover los tatuajes de una manera total y sin dejar marcas. Cuando existe la necesidad se hace una cirugía, pero depende de la ubicación (si el dibujo está en una zona donde la piel es muy tensa, como en el hombro, por ejemplo, es más difícil de borrar, que cuando está en el brazo o la pierna), del tamaño del tatuaje y de los colores (el negro sale primero)", reconoce la presidenta de la Asociación de Dermatología de Tucumán, doctora Graciela Adriana Arangio.

En algunos lugares se hace lo que se llama "remoción instantánea", que consiste en quitar las dos primeras capas de piel con un bisturí para ir borrando el tatuaje. Pero queda la cicatriz. Además se hace sin anestesia", explica Ariel, cuya especialidad es el piercing, y reconoce que la "remoción instantánea" es muy invasiva.

Obligados a quitárselo
Hay quienes se lo borran porque ya no quieren saber nada con el diseño que tienen -se cansaron o se aburrieron- y están, por otro lado, los obligados a quitárselo, generalmente, por razones laborales.

"El 90% de las personas que viene a borrarse el tatuaje es porque necesitan ingresar a la Policía o a las fuerzas seguridad. En menor porcentaje se ubican los que se grabaron el nombre de la pareja y luego cambió su situación afectiva", cuenta Sebastián Dip, dedicado a modificaciones y piercing.

En su local, Dip trabaja con el láser específico (Q-Switched Nd.YAG). "Hay quienes se aclaran el tatuaje para hacerse otro encima. Y están los que se dejan la piel lisa", ilustra. "Lo importante es saber que antes nadie quería sacarse el tatuaje porque sabían que dejaba cicatriz, ahora ya no, están perdiendo el miedo, porque el láser no deja ninguna marca", promete Dip.

El único problema es el económico. Es caro. Cada sesión se paga a partir de $ 300, según la superficie, el color y el tipo de piel. "Hay colores difíciles de remover como el rojo, el verde, el naranja; en cambio el negro es más fácil, es el primer color que sale, los otros tardan más. Podés usar entre dos y seis sesiones para sacar la tinta negra y entre seis y 15 para remover los otros colores", ejemplifica. Borrar el pasado cuesta. Al menos en lo superficial de la piel. Las marcas que están del otro lado, en cambio, no se van así nomás, ni por todo el oro del mundo.

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