Melisa salió del pozo de las drogas para ayudar a otros a hacer lo mismo

La historia de una joven que parecía tener la vida perfecta, pero que carecía de muchas cosas. Cómo fue su lucha contra las sustancias.

UN LARGO CAMINO. A Melisa aún le queda mucho por recorrer en su lucha para vencer las adicciones. LA GACETA / FOTO DE ANALíA JARAMILLO UN LARGO CAMINO. A Melisa aún le queda mucho por recorrer en su lucha para vencer las adicciones. LA GACETA / FOTO DE ANALíA JARAMILLO

Fue por curiosidad. Y, tal vez, por tristeza. Melisa S. no pensaba que un vaso de alcohol y un porro, en la adolescencia, serían la puerta de entrada al infierno. Ella lo tenía todo. "A menudo, mis amigos me preguntaban: '¿por qué vos, que tenés una familia perfecta?'", recuerda. Su tono de voz no vacila cuando cuenta su historia. Sus palabras son profundas y pensativas. Ya está recuperada. Pero no se avergüenza de su pasado. Al contrario, decidió sacarles provecho a los errores. Y por eso, cada día estudia sobre adicciones para ayudar a salir del pozo a quienes sufrieron lo mismo que ella.

Melisa, que ahora tiene 23 años, empezó a consumir cuanto tenía 16. Era una buena alumna de un colegio privado. Su familia, de buen pasar económico, le había facilitado una vida cómoda y con todo lo necesario. Pero pasaba el día entero sin ver a sus padres. Ellos llegaban de noche y no había mucho espacio para el diálogo, cuenta.

"Empecé a consumir en reuniones con amigos. Primero fue alcohol. La gente subestima al alcohol, pero es la primera droga que probamos todos los adolescentes. Después vinieron la marihuana y la cocaína. Consumía cada vez más. A mi familia le decía 'estoy perfecta', y estaba drogada. Yo creía que podía manejar las cosas; es más, en el colegio me iba bien", describe. "Cuando mis viejos se enteraron, toqué fondo. Al verlos tan mal, me cayó la ficha. Ellos tuvieron sus errores, pero no eran malos padres. Es más, mi mamá, que era adicta al trabajo, dejó de trabajar para ayudarme a salir", explica la joven, de pelo larguísimo y mirada atrapante.

La pausa la lleva a recordarse cuando cumplió 19 años. "Al terminar la secundaria, decidí tomarme un año sabático. Creo que ese fue el peor error porque caí en un pozo, mal. El día de mi cumpleaños consumí de todo. Todavía me pregunto por qué no me he muerto en ese momento. Esa noche duró como cinco noches. Y no me acuerdo nada de lo que pasó. Sólo veo una imagen mía, despertándome en un sillón y mi mamá al lado, que lloraba sin parar. Le dije: 'necesito ayuda, que me internen'", relata.

Fue un gran paso. Melisa ingresó a un centro ambulatorio de tratamiento para adictos. Ahora, la joven lleva dos años y medio sin usar drogas, salvo el alcohol. ("Tuve una recaída", admite). En el medio, se fue a vivir sola y comenzó a estudiar Psicología. Actualmente, cursa el tercer año de la carrera en la UNT.

El vacío
Lo que podría haber sido un acto de rebeldía, para Melisa fue mucho más. "Creo que caí en las drogas porque tenía un gran vacío en mi vida; ni siquiera podía hablar de eso. Nunca hablaba de las cosas que sentía. En mi casa no había mucho diálogo; era como que todos sabíamos ciertas cosas y sin embargo nadie quería hablarlas", resalta esta joven, que es la mayor de cuatro hermanos. "Era muy sobreprotegida. Pero, al mismo tiempo, mis padres trabajaban mucho; no estaban nunca en casa. Tapaban las ausencias con cosas materiales. Creo que todo eso hizo que yo desarrollara una personalidad débil", analiza a la distancia.

La vida tiene sentido
Además de poder rehabilitarse de su adicción, Melisa tiene varios desafíos hoy: entre sus tareas, colabora como operadora de la Fundación Volver, que la ayudó a encauzar su existencia.

Cuando se le pregunta si tiene un proyecto de vida, se le iluminan los ojos. "Antes no me animaba a decir lo que quería; ahora sé lo que quiero. Me puse de novia y estoy estudiando mucho. Planeo recibirme de psicóloga en dos años. Estoy viendo todo lo que sufrí desde otra perspectiva. ¿Qué voy a hacer en el futuro? Ya lo tengo decidido: rescatar a los jóvenes de la droga", resume con seguridad. Y en todo momento cuela su tonada santiagueña. No la ha perdido pese a que desde hace ya varios años vive en Tucumán.

¿Qué te preocupa de la realidad?, le preguntamos. "Que haya padres tan ocupados en muchas cosas, menos en ver a sus hijos de frente. La historia se repite en todas las clases sociales: el vacío es el mismo en los barrios marginales y en las clases altas. Mi caso no es uno en un millón: nunca me enseñaron a decir lo que sentía, a veces recibía tanto amor que me asfixiaba. Pero no me ponían límites y me llenaban de cosas materiales", recrimina.

Su lección
Ella, que ha vivido el infierno de las adicciones, puede decirle a un padre que un abrazo es la mejor contención. Y que aquella vez que no pudo escuchar a su hijo lo puso en peligro. "¿Qué otro consejo les puedo dar? Establezcan un vínculo muy fuerte con sus hijos, ofrezcan confianza. Escuchen, pero no atosiguen, dejen que ellos puedan decir lo que les duele y les molesta. Sé que es difícil, pero se puede. Y respeten el rol que cada uno tiene en la familia, no dejen que los más chicos sean los que manden en la casa", reflexiona.

Sobre el consumo excesivo de sustancias, le preocupa que se haya generalizado la necesidad de los adolescentes de intoxicarse para estar bien. "Se subestima al alcohol y a la marihuana, hasta que un día te levantás y te das cuenta de que no podés vivir sin ellos. Estuve a punto de perder todo", resume Melisa, que ahora se esfuerza por llevar una vida normal. Igualmente, su pasado le arranca algunas lágrimas de vez en cuando.

"Me encanta salir a bailar", dice. Y aclara que es profesora de baile, que estudió danza desde los cinco años. Ahora, en cada fiesta a la que va se enfrenta a grupos de jóvenes consumiendo algunas sustancias (legales e ilegales). Sin embargo, no le da temor la posibilidad de tener una recaída. "Dejar de consumir es una decisión que se toma todo el tiempo. Por eso el éxito se mide en días", repite.

Las ganas de consumir, dice Melisa, tal vez no se vayan nunca, pero ya no le tiembla el cuerpo cuando le nombran las drogas. Y hace tiempo que las pesadillas no le quitan el sueño.

ACTIVIDADES

- Celebración.- Hoy es el Día Internacional de la Lucha contra el uso indebido y el tráfico ilícito de drogas, un día en el que la comunidad internacional se moviliza en torno a esta problemática. En los últimos años, los debates sobre el tema han puesto el foco en la necesidad de encontrar nuevas políticas más humanitarias, que desincriminen a los consumidores y estén más dirigidas a enfrentar el narcotráfico.

- En el Hospital Avellaneda.- Hoy las 10.30, en el Servicio de Prevención y Asistencia de las Adicciones (México 977), el profesor emérito Juan Carlos Negrete disertará sobre "Politoxicomanía y trastorno de la conducta". A las 12, hará una presentación teórica sobre "Patología dual, mala adaptación social y toxicomanía".

- Charla sobre alcoholismo.- Mañana a las 10.30 el doctor Juan Carlos Negrete dictará la charla "Alcoholismo y trastornos afectivos", en la sede de la Secretaría de Estado de Prevención y Asistencia de las Adicciones, en Monteagudo 863. A las 12, hará una presentación sobre "Abuso y dependencia de alcohol".

- Preocupación de la iglesia.- Con vistas al Día de Lucha Mundial contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas, la Iglesia fue la primera en expresar su mensaje. A través de un documento, redactado por la Pastoral Nacional sobre Drogadependencia del Episcopado, mostró su preocupación por lo que considera una "creciente tolerancia social" a las drogas y una "disminución de la percepción del riesgo" por su consumo, que facilita la propagación de las adicciones, si bien señaló como el principal caldo de cultivo la "exclusión social".

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