El ángel zafrero de la madrugada

El invierno se ha ido transformando en días de emociones imborrables, de esos tragos que lo marcan a uno por el resto de la vida. Cuando llega el tiempo de la cosecha, una cosa es lomearse en los cañaverales amparados por el sol del mediodía, otra muy distinta es levantarse a medianoche y encarar al campo o a la fábrica con el fresquete de la madrugada. Pero todos los hombres y las mujeres que trabajan unas cuantas semanas al año durante la zafra merecen que se los recuerde siempre, que se los atesore como grandes, como valientes y ejemplares y que bien merecen ganar bastante más que el salario de convenio o del pacto convenido con el pagador. Las noches de esas noches hacen estragos en el cuerpo y oscurecen el día y los años. Conozco a unos cuantos desde que mi padre y mis tíos tenían el horario de las cuatro de la mañana, cuando en casa nos despertábamos por la sirena del ingenio y el oprobioso ruido del vapor y la maquinaria. Una fila de obreros madrugadores y desangelados se encaminaba a la fábrica, emponchados de mantas hasta la cabeza. También vi a los que iban a tomar turno en la intemperie del cerco; todos volvían empapados y molidos, de talante amargo, con las manos rajadas por la maloja y duras por la caladura de la hipotermia. Ahora, volví ahora a ver a esa fila de obreros apurados; también el frío de madrugada los perseguía y el trasiego al ingenio y al campo parecía el mismo de siempre. Ya no estaban esos viejos cubiertos de héroes cotidianos; ese lugar lo ocupan sus hijos y sus nietos, muchos con el mismo rostro adusto de la necesidad, la mayoría con el coraje sobresaliéndole en el cuerpo. ¿Qué sabrá ser el destino que se trasmite por la sangre y en la esperanza? Me reconforta pensar que siempre habrá sueños, buenos sueños y que ángeles zafreros y dioses del alba cobijan sus ilusiones, empujan sus botas y transforman el agua caliente de sus termos en una pócima mágica con un sabor más dulce. En estos inviernos rurales tucumanos la dureza del clima y del trabajo parece lo de menos...

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