A los seis meses de mandato, el balance sólo muestra deudas

Por Silvia Ayuso y Anne Walters

21 Julio 2013
WASHINGTON.- Medio mundo, literalmente, enfadado por las revelaciones de que Estados Unidos espió a amigos y a enemigos; una prensa indignada por escuchas a influyentes medios y un Congreso que le pone zancadillas cada vez que puede: Barack Obama cumple los primeros seis meses de su segundo mandato presidencial lejos de las altas expectativas, admiración y promesas con que llegó a la Casa Blanca.

"Todavía le quedan 48 meses de mandato, pero parece haberse quedado ya sin viento", decía el ex asesor presidencial, David Gergen, al diario Politico en un artículo donde se hacía una pregunta clave: ¿tiene Obama una estrategia para su segundo mandato? El hombre hizo historia al convertirse en el primer afroamericano en llegar al cargo con un mensaje de cambio, esperanza y transparencia, y había prometido una cargada agenda liberal si era reelecto. "Tenemos que actuar", urgió en su discurso de asunción en la gélida mañana del 21 de enero. Lo que parece haberse quedado frío es su agenda.

Si bien logró aumentar los impuestos a los ricos (promesa de campaña), fue a costa de verse obligado posteriormente a aceptar una serie de recortes automáticos que son un lastre a una economía que, si bien ha crecido más que el año pasado (1,8% en el primer trimestre), lo hizo a un ritmo menor del esperado.

Las leyes para frenar la violencia de las armas se estancaron en los pasillos del Congreso, donde también amenaza con languidecer poco a poco la reforma migratoria que la Casa Blanca preveía como la gran iniciativa de Obama. Una masiva huelga de hambre de los presos de Guantánamo volvió a recordar su promesa incumplida de cerrar la denostada prisión en Cuba.

Hace pocos días, Obama incluso tuvo que reclamarle a los republicanos que dominan la Cámara de Representantes que dejen de intentar revocar su principal legado hasta hoy: la reforma sanitaria, que es la estrella de su primer período. Pero lo peor estaba aún por venir: el Presidente que tantas esperanzas internacionales encarnó (recibió el Premio Nobel de la Paz cuando no había cumplido ni un año de mandato y sólo cosechaba aplausos a cuanto foro concurría), ha aprendido lo que es dejar de ser popular entre sus colegas.

Explicaciones reclamadas

Aliados como Alemania, Francia o Reino Unido le han pedido explicaciones tras las revelaciones del informante, Edward Snowden, de que los servicios secretos estadounidenses realizaron un espionaje masivo a países supuestamente muy "amigos" de Washington.

Una indignación que se ha extendido a América Latina, últimamente muy cortejada por la Casa Blanca, después de que el diario O' Globo destapara que también en naciones con fuertes lazos bilaterales, como México, Colombia o Brasil, fueron objeto de la "atención" del espionaje norteamericano.

La incógnita sobre el futuro de Snowden, estancado en el aeropuerto de Moscú, ha agriado las relaciones con Rusia, ya de por sí tensas por las fuertes diferencias de opinión en varios temas, especialmente sobre Siria, otro de los conflictos en los que muchos esperaban una acción más decisiva de Obama. Y más de un analista se está quedando también con ganas de saber qué es lo que está haciendo exactamente EEUU en Egipto, una crisis que también ha irrumpido de imprevisto en una complicada agenda mundial.

Los críticos, tanto la oposición como de las propias filas demócratas, acusaron a Obama en los meses pasados de no implicarse lo suficiente en las batallas que tanto le dicen importar, como la reforma migratoria.

"La idea de que nos estamos manteniendo al margen es una falacia", rechazó recientemente las críticas su indignado vocero, Jay Carney. "No estaríamos donde estamos si el Presidente no hubiera sido reelegido y hubiera hecho de esta reforma una de sus máximas prioridades", resaltó.

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