Mientras espera un trasplante, Aramis lucha para sobrevivir y no pide regalos

CON BUENAS COMPAÑÍAS. Aramis no va a la escuela, sólo asiste al comedor que está frente a su casa. Ahí le encanta jugar a la lotería con amigos. LA GACETA / FOTOS DE ANALíA JARAMILLO CON BUENAS COMPAÑÍAS. Aramis no va a la escuela, sólo asiste al comedor que está frente a su casa. Ahí le encanta jugar a la lotería con amigos. LA GACETA / FOTOS DE ANALíA JARAMILLO
18 Agosto 2013
Su abuela Myriam lo reta, pero Aramis Brandán, de 9 años, cachetes redondos y mirada dulce, no puede sacar las manos de la arena. Le encanta hacer tortitas y después regalárselas, tanto como disfruta jugar a la lotería por monedas. Esos son sus pasatiempos preferidos y casi los únicos a los que puede decir que sí.

Cuando Aramis nació su carita estaba amarilla, recuerda su abuela. Lo tuvieron internado varios días hasta que lo operaron y le sacaron la vesícula. Después de muchos estudios le diagnosticaron cirrosis hepática. Más adelante esa patología comenzó a afectarle los pulmones y hoy tiene que llevar a todas partes su mochila de oxígeno.

Cuando no está haciéndose controles en el hospital Garrahan (viaja una vez al mes con su mamá Mónica Dávila) pasa gran parte de su día en el comedor de Mimí Orellana, una madraza que alimenta a 184 niños que viven en El Colmenar.

Le queda justo al frente de su casa, así que siempre va y vuelve. Allí juega con los chicos y almuerza. Las puertas de ese refugio siempre están abiertas, y Mimí dispuesta a ofrecer un vaso de gaseosa y un alfajor. Los chicos tienen talleres de orfebrería, de teatro, deportes y de bijouterie.

Como Aramis no va a la escuela, entonces, ese lugar es su gran distracción. Los chicos de ahí son su alegría y contención. Con ellos juega a las cartas y a la lotería. Le fascina y en menos de un minuto arma la partida y siempre encuentra voluntarios para pasar el rato.

Si el día lo encontró flojo, entonces, le encanta quedarse viendo películas en su casa. No cualquiera. "De terror", aclara con una sonrisa pícara mientras mueve sus deditos. Esas que pocos se animan a mirar de un solo tranco y sin taparse los ojos, él se las deglute enteras. "No me da nada de miedo", dice, y se ríe. Y recita los títulos más espeluznantes que se pueda imaginar.

La última visita al Garrahan fue a fines de marzo, luego de eso le dijeron que lo iban a llamar cuando aparezca un donante de hígado. La única cura para su enfermedad es un trasplante y esperan que llegue pronto. Cuando viaja se quedan una semana o más en la casa de la fundación. Eso a Aramis le gusta porque ahí le dan de comer y tienen juguetes.

Para el día del Niño confiesa que no pidió nada, pero sabe que sus papás van a regalarle algo. Siempre lo hacen para él y sus cinco hermanos. Por la tarde los festejos serán en el comedor. Los chicos cuentan que habrá sorteos de regalos, concursos, un karaoke y una lotería. Se miran y se ríen nerviosos, la ansiedad los consume. (Por N.V.)

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