Dónde y cómo detectar el botulismo, un mal que acecha a los lactantes

Los bebés de entre dos y seis meses son los más propensos a contraerlo. Cuidados y tratamiento.

10 Diciembre 2013
La luz de alerta se prendió cuando su bebé de tres meses no tenía fuerzas ni para tomar el pecho. Estaba como adormecido y le costaba respirar. Cuando fueron al CAPS de su localidad, el médico le recetó paracetamol y nada más. Sus papás pensaron que se le había caído la paletilla e intentaron curarlo de eso, pero con el correr de las horas el cuadro empeoraba.

“Lo derivaron al Hospital del Este. A esa altura su cuerpito no tenía fuerzas. Como no sabían cuál era el diagnóstico, lo trasladaron al Hospital de Niños, ya con respirador artificial. Sentía mucha impotencia al verlo”, contó entre lágrimas el papá de Ismael, Julio Ibarra. Ingresó a terapia intensiva y enviaron muestras de suero y material fecal a Mendoza porque aquí todavía no se procesan las muestras. Al día siguiente se confirmaron las sospechas de los médicos: el diagnóstico fue botulismo.

“Se trata de una enfermedad rara que afecta principalmente a los lactantes. La principal fuente de contagio es el polvo ambiental, que está cargado de esporas y también las conservas caseras”, explicó Rafael Fernández, médico mendocino que estuvo dictando un seminario para médicos del Hospital de Niños sobre esta patología. La bacteria ingresa al intestino y genera síntomas que al principio pueden confundirse con otros males. “Incluso la muerte súbita muchas veces puede deberse al botulismo”, añadió.

Uno de los síntomas más claros es la debilidad muscular, detalló el especialista. “El chico está dormilón y tiene los párpados caídos. Tiene aspecto de sueño y no tiene hambre. También llora de forma débil, no defeca normalmente y se babea”, enumeró. Los bebés entre los dos y los seis meses son los más propensos a contraer botulismo debido a que su sistema digestivo no procesa la espora. Pero también se han presentado casos en niños más grandes y hasta en adultos.

“La letalidad no es alta, un 3%, una vez que se lo diagnostica”, explicó Fernández. En Argentina se registran entre 30 y 50 casos por año. El tratamiento consiste en la administración temprana de antitoxina botulínica, de la que existen dos tipos: la humana y la derivada de suero equino. Los precios de la humana son altísimos y en dólares (unos U$S 45.000). Por eso en nuestro país se utiliza el derivado del suero equino, cuya ampolla cuesta unos $1.000. “Está dando muy buenos resultados. Lo importante es que los padres estén atentos a la sintomatología para tratarlo a tiempo”, explicó Fernández.

Las condiciones
La bacteria se encuentra, en distinta proporción, en todos los suelos. “En las localidades más secas y con vientos existen mayores probabilidades de que el niño aspire la espora”, indicó el médico. Pero también la enfermedad está asociada a las condiciones de higiene, el viento y la falta de lluvias.

La espora también vive en la miel y en los yuyos que muchas veces se usan para las infusiones. “Hay que evitar darles estos alimentos a los niños”, explicó. Las conservas caseras también son una fuente de botulismo porque las bacterias producen la toxina en ambientes con poco oxígeno. Existe una variante menos común que es el botulismo por heridas. Si las bacterias entran en contacto a través de un corte pueden causar una infección peligrosa.

La historia de Ismael
Ismael estuvo un mes y 15 días en la sala de cuidados intensivos del Hospital de Niños. Durante una semana necesitó respirador artificial, pero luego fue recuperándose de a poco. Según los médicos, no se necesitó apelar a la antitoxina equina. “Ya pasó a una sala y tiene que verlo un neurólogo para descartar que haya quedado alguna secuela”, explicó su papá, que recién ahora puede respirar con tranquilidad. “El médico me dijo que tuvimos mucha suerte porque algunos no salen y otros bebés permanecen dormidos durante meses”, añadió Julio. Viven en la localidad de Colombres y tienen seis hijos, incluido Ismael.

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