A propósito de los días de furia

15 Diciembre 2013
Marta Gerez Ambertin - Doctora en Psicoanalisis

“Toda vez que la comunidad suprime el reproche, cesa también la sofocación de los malos apetitos, y los hombres cometen actos de crueldad, de perfidia, de traición y de rudeza que se habían creído incompatibles con su nivel cultural” (Freud: De guerra y muerte)/div>

En estos días de furia que vivimos azorados, gran parte de nuestra comunidad parece haber suprimido el reproche lanzándose a actos vandálicos; la otra parte atinó a defenderse, también con el riesgo de “suprimir el reproche” en pos de la defensa. Caímos casi todos en anomia, estado psíquico en el que se debilita el sentido de pacto social -principal  sostén de una sociedad y las subjetividades- y  vivimos en la delgada frontera de la sensación entre ningún futuro y ningún pasado. Nuestro lazo social está vulnerado, la salud mental en riesgo. Con el contrato social resquebrajado, los sujetos que integramos esta sociedad sufrimos esa rasgadura con alto riesgo de deshumanización y padecimientos psíquicos de todo tipo. 

La máxima autoridad provincial, y jefe de aquellos que deberían custodiarnos, capituló pidiendo a las fuerzas que -se supone- él comanda, el “favor” de que cumplieran su deber, luego cedió a la  extorsión de los “sueldos”. Los ciudadanos estupefactos ante esta pérdida de autoridad del Estado, quedamos desamparados, reducidos al estado de anomia, angustia e incertidumbre. Fustigado o no, incitado  o no, el saqueo se desató en toda la provincia. Lo que se vieron necesitados de defenderse de esa violencia salvaje corrieron el riesgo de volverse tan salvajes como los saqueadores. La angustia hizo olvidar que una sociedad sólo puede subsistir si la fuerza se halla en  manos del Estado. Pero el poder estatal  capituló y casi desapareció. Todo se volvió borroso; de poco sirven las promesas de  que “se restableció el orden”. Seguimos esperando actos contundentes que no llegan mientras nos debatimos en el miedo, la incertidumbre, la desconfianza entre comprovincianos.

Sin una urgente restitución de la autoridad estatal, quedamos expuestos a nuevos estallidos de violencias salvajes ¿cómo augurar noches de paz en medio de las hogueras del desamparo social y jurídico? En estos “días de la ira”, entre ningún futuro y ningún pasado, ¿dónde depositar nuestras esperanzas?


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